Tu vida no termina con una crisis, ni en tu peor momento, o sufriendo tu mayor dolor… terminará cuando acabe tu propósito, por tanto, ¡vívela con fe audaz!
Ella romperá lo que te detiene, moverá lo que te desvía, desalojará lo que te
desalienta y distrae.
Porque la existencia que no se alimenta de fe, esperanza y amor, carga el sobrepeso de la sinrazón, divaga hambrienta de esperanza, exhibe musculatura de camuflaje y se ejercita sin la proteína de la plenitud.
No caigas en la trampa de escupir el bocado eterno por darle un mordisco a la ingesta chatarra de temporada. Ingiere lo genuino, saborea la felicidad sin truco, comprende que vivir es un regalo, ¡vivir bien un premio, vivir sabiamente un privilegio y vivir justamente una bendición! l