Se reclama al Gobierno apoyar la cultura. ¿Queremos o no que la gente lea y sea culta? Claro que sí. También queremos que no haya pobreza, ni guerras, ni feminicidios, ni delincuencia. Si a soñar vamos…El problema es que la pregunta está mal formulada. Porque lo correcto sería preguntar ¿queremos pagar impuestos para motivar al pueblo a que lea? ¿Queremos que se nos cobre para que un grupo de jóvenes ensayen a ser cineastas? ¿A quién le toca sacrificarse para financiarle a los cultos su tarea divulgadora?
Como a la mayoría de los dominicanos no les interesa mucho ser cultos, se decide utilizar el dinero de los que pagan impuestos en montar ferias donde se venden libros baratos y se celebran conferencias. A ver si se animan.
Y se gastan sumas millonarias en el intento, pero no pasa gran cosa. Lo que sí pasa es que unos señores salen en la prensa y se sienten héroes patrióticos por intentar semejante hazaña. Su afán de protagonismo se disfraza con “amor a la cultura”.
Si lo analizamos desde la perspectiva de la eficiencia económica, esto no es más que un desperdicio de recursos. Como tantos otros.
Pasa algo parecido con la imposición del catalán en Cataluña. Al pueblo comienza a darle un poco lo mismo eso del idioma nacional, en un mundo cada vez más globalizado. Más le interesa a la juventud aprender inglés. Pero los políticos nacionalistas (¿cómo justificarían su existencia si no?) han logrado imponer el idioma en escuelas y universidades. Y hasta han obligado (so pena de multas) a que las películas se doblen al catalán. Por eso de preservar la cultura.
Pero si hubiese de verdad el interés de ver las películas en catalán, la gente no acudiría a los cines donde no estuviesen dobladas, y los propios dueños de cines (que no ganarían dinero con salas vacías) se apurarían en ofrecerlas. Como no es el caso, hay que obligarlos.
El político nacionalista conserva entonces su poder. Y ese es otro que también sale en la prensa con aires de patriota.