“Mientras no se escarmiente a los traidores como se debe, los buenos y verdaderos dominicanos serán siempre víctimas de sus maquinaciones”.Así nuestro Padre de la Patria respondía desde Caracas por medio de una misiva vía Cancillería al Gobierno Provisional Restaurador de Santiago en el año de 1865. Dicha frase es objeto de mucho análisis, que en nuestro país no hemos querido aplicar.
Yéndonos al contexto histórico en el cual se expresó el prócer desde el exilio, encontramos a una República Dominicana recién restaurada fruto de cuatro años de anexión a España. Al salir el Estado español y retornar la soberanía, aún quedaban los lastres de aquellos “traidores vestidos de nacionalistas”. Ya con un Pedro Santana ido a mejor vida, aún quedó el remanente de su grupo. Añada unos baecistas que, aunque dispersos, seguían en la palestra pública. Y unos trinitarios, ahora restauradores, vagando por su suerte.
Actualizando encontramos el mismo factor: varios grupos en la vida pública con fines parecidos: el interés personal por encima del particular. Dichos grupos, aunque pocos de conformación, son los que han evitado que los “buenos y verdaderos dominicanos” aporten a la causa nacional, a través de su intelecto, sus ganas de trabajar y de aspirar a una mejor sociedad. Ese escarmiento al que se refiere Duarte no es más que “el dar a cada quien lo que corresponde” como decían los romanos. Muchas veces encontramos casas de terror pintadas de castillos de cristal, los cuales no han hecho más que sonsacar la vida de todo un pueblo, por más limitado de recursos, evitando un progreso mayor al acostumbrado. Esta “tarea pendiente” no es más que el cumplimiento de esta idea de Duarte: hasta que no sometamos a los que se benefician del Estado no progresaremos como sociedad.