CIUDAD DE MÉXICO — Un sacerdote católico que había sido reportado como desaparecido fue hallado muerto, informaron las autoridades el jueves.
“En cuestión de días, México vive una de las peores crisis de seguridad en su historia moderna. No sólo se está desapareciendo y matando a sus jóvenes, las dimensiones de esta barbarie alcanzan a todos los niveles de la sociedad y la Iglesia ha tenido su ‘abril negro’”, escribió el Centro Católico Multimedial en un artículo. “Tres sacerdotes han muerto en circunstancias violentas levantando la indignación y preocupación de obispos a lo largo y ancho del país al verse tocados por esta lacerante situación”, puntualizó.
La fiscalía de Morelos señaló que los familiares habían reportado el secuestro de Fabila Reyes ante las autoridades federales de la Ciudad de México.
El Centro Católico Multimedial dijo que Fabila Reyes se encontraba de vacaciones en la ciudad de Cuernavaca cuando fue secuestrado el 3 de abril y que los familiares pagaron un rescate de más de 100.000 dólares. Se presume que enfermó y murió mientras estaba cautivo.
En la última semana, un sacerdote murió a tiros a las afueras de la ciudad de Guadalajara, en el estado de Jalisco, y otro fue apuñalado en la periferia de la Ciudad de México.
Hasta ahora, los expertos y las autoridades en México han insinuado que los asesinatos forman parte de un problema más amplio de crímenes y valores, y que no se trata de algo dirigido específicamente contra la Iglesia.
“Es tiempo de mirar con honestidad nuestra cultura y sociedad, para preguntarnos por qué hemos perdido el respeto a la vida y a lo sagrado”, indicó el Consejo del Episcopado Mexicano en un comunicado luego del reciente brote de homicidios.
Bernardo Barranco, experto en religión, señaló que “no hay un móvil específico” en todas las muertes de los sacerdotes.
“Es un problema social, no es un problema contra la Iglesia”, agregó.
Sin embargo, Barranco apuntó que en México, los líderes eclesiásticos no han querido montar comisiones de verdad u oficinas de defensa pública como las que se implementaron en Brasil, Chile o El Salvador luego de que los sacerdotes fueran asesinados. En parte, indicó Barranco, se debe a que la Iglesia no quiere hacer olas en un país donde es una importante figura de poder.
“No han querido actuar como en otros países, además en otros países ahí la Iglesia adquirió un peso moral muy grande” en la lucha contra crímenes de este tipo, señaló Barranco. “En México no quieren o no se atreven a dar ese brinco, ese paso”.
Un líder de la iglesia que no ha temido actuar ante la situación es el sacerdote Salvador Rangel, cuya diócesis cubre las violentas ciudades sureñas de Chilpancingo y Chilapa, ambas en el estado de Guerrero.
Después de que dos sacerdotes fueron asesinados en su diócesis en febrero, Rangel retiró a todas las monjas de la ciudad de Chilapa, pero también reconoció que se había visto obligado a reunirse y dialogar con los líderes criminales para garantizar la seguridad en su distrito.
En una entrevista con medios locales el miércoles, Rangel defendió sus reuniones con los líderes de organizaciones de narcotráfico que han esparcido el terror en todo el estado de Guerrero.
“Si están apuntando a alguien y yo logro que esa arma la vuelvan hacia otro lugar, estoy salvando una vida o estoy salvando más”, dijo Rangel. “Creo que vale la pena, aunque sea, para salvarle la vida a una persona”.
“Cometen delitos atroces, estoy de acuerdo, pero si hay un hilito de comunicación con ellos, yo creo que, por qué no creer en la bondad de las personas”, comentó el sacerdote.