75° Asamblea General de las Naciones Unidas
Excelentísimo Señor Volkan Bozkir,
Presidente de la Septuagésimo quinta Asamblea General de las Naciones Unidas.
Excelentísimo Señor Antonio Guterres,
Secretario General de las Naciones Unidas.
Excelentísimos Señores Jefes de Estado y de Gobiernos.
Excelentísimos Ministros de Relaciones Exteriores.
Honorables jefes de delegación.
Ciudadanos y ciudadanas del mundo.
Cuando el 26 de junio de 1945 los representantes de 51 naciones, entre ellas la mía, firmaron en San Francisco la Carta de las Naciones Unidas, el mundo aún estaba en llamas.
Los horrores desatados por la Segunda Guerra Mundial todavía eran terribles realidades contra las que la comunidad internacional se conjuró para que nunca más se volvieran a repetir. Fruto de aquel compromiso por la paz y el diálogo entre los pueblos nació esta Organización.
Hoy me honro en participar por primera vez en la Asamblea General en representación del pueblo dominicano y en cuyo nombre felicito a las Naciones Unidas por su 75º Aniversario.
El mundo de 2020 es muy diferente al de 1945. Y es distinto porque es mejor. Y lo es, en buena medida, gracias al trabajo desarrollado por las Naciones Unidas en estos tres cuartos de siglo para mantener la paz y la seguridad internacional.
Lo es por fomentar la cooperación de los pueblos para solucionar problemas globales y servir al mantenimiento de la paz. Lo es por ser el punto de encuentro entre las distintas naciones que habitamos este planeta.
Sin la ONU, no habría surgido la Declaración Universal de los Derechos Humanos, cuya existencia ha sido fundamental en la consagración de la dignidad de las personas; tampoco contaríamos con organismos como UNICEF, la FAO, la Organización Mundial de la Salud, el Banco Mundial o los tribunales penales internacionales.
No se habrían ejecutado las misiones de paz que, a lo largo de la historia, han evitado tanto sufrimiento y dolor.
El mundo de 2020 es mejor que el de 1945; pero no es perfecto. Nuevos retos y amenazas acarrean problemas globales que sólo podrán resolverse mediante soluciones conjuntas y la leal y efectiva cooperación entre las 193 naciones representadas en esta Asamblea.
Hace 75 años, la comunidad internacional tuvo que asumir el colosal desafío que supuso la reconstrucción tras los estragos de la guerra.
Todos esos obstáculos requirieron de compromiso, imaginación y trabajo para superarlos.
No obstante, sería irresponsable que nos engañáramos a nosotros mismos. La Historia no es lineal. En cada encrucijada siempre se esconde el riesgo de un problema que nos amenaza con hacernos perder las metas logradas de desarrollo, progreso y paz que siempre son tan difíciles de conseguir.
Por ello, como mandatarios y servidores de nuestras respectivas naciones, tenemos que saber, que el margen de error será nulo si pretendemos enfrentar los desafíos de nuestro tiempo en solitario y a nuestra manera.
Si en 75 años de existencia de la ONU, el multilateralismo y la cooperación internacional han sido herramientas útiles, ahora son imprescindibles. Es imperativo que cada uno haga su parte.
Que este encuentro de la Asamblea General tenga que celebrarse mediante videoconferencia ya es el mejor ejemplo del principal problema al que, como mandatarios y servidores de nuestros respectivos pueblos, nos hemos enfrentado. El Covid-19 ha puesto en jaque a todo el planeta y se suma a otras amenazas como el cambio climático, que nos afecta a todos, pero que reviste especial gravedad en países isleños como la República Dominicana. No creo exagerar si digo que ambos peligros puedan traer a la ecuación otros conflictos, que como siempre ocurre, se ceban con crueldad en los ciudadanos más vulnerables.
Como miembro no permanente del Consejo de Seguridad, la República Dominicana ha tenido una aportación especial en la agenda de la Protección de Civiles en Conflicto en el contexto del Covid-19 a través de una Declaración Presidencial que contó con el acuerdo unánime del Consejo. Ese es el espíritu que debe imperar en el futuro inmediato a la hora de llevar a término las políticas para frenar la pandemia primero, extender el tratamiento y la vacuna después. Ese será el espíritu para acometer las necesarias tareas de reconstrucción de todo lo que esta pandemia ha dañado.
En la República Dominicana, la pandemia nos ha golpeado con especial dureza. Hemos padecido un sistema de protección social precario, con un gasto social per capita de 604 dólares frente al promedio regional de 941. Y ello, mientras se da la paradoja de que somos una de las naciones con mayor crecimiento económico de la región, pero que no ha conseguido, hasta ahora, cerrar la brecha de la desigualdad.
Todos aquí sabemos que esa grieta sólo se puede reparar invirtiendo en Salud y Educación. Por ello, mi Gobierno está poniendo en marcha el programa de salud pública más ambicioso de nuestra Historia. Para alcanzar la cobertura universal hacia finales de año al tiempo que aumentamos la inversión pública en el Sistema Nacional de Salud.
Y junto a ello, todo un plan de fomento de la Educación que, entre otras medidas, facilitará a estudiantes y profesores dispositivos electrónicos para que el Covid-19 no haga perder ni un instante de su proceso formativo. El futuro no espera, y nuestros estudiantes no pueden perder ni un minuto de su formación.
Los jóvenes han de ser una de nuestras prioridades. Debemos trabajar para que tengan la mejor educación posible. En este sentido, no hay mejor educación que la inclusiva. Es decir, aquella que fomenta la participación de los que se están formando en todos los ámbitos que les afecta.
Buena prueba de ello es la aceptación que tuvo la iniciativa dominico-francesa de impulsar la resolución No. 2535. La misma que fue adoptada de manera unánime en el Consejo de Seguridad en julio 2020- para fortalecer el compromiso de los Estados miembros con la agenda global de juventud, paz y seguridad y que involucra directamente a los jóvenes en estos planes.
Sin embargo, hablar de paz y seguridad sin hablar de desarrollo es perder el tiempo. Desde antes de la pandemia, esta organización ya estaba sumida en un proceso de reforma para poder asistir a los Estados Miembros en el alcance de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030.
Es evidente que para poder alcanzar dichos objetivos es necesaria una “implementación acelerada” que cuente con el compromiso de los países desarrollados para tal fin.
Sin embargo, a cinco años de adoptada la Agenda 2030, la mayoría de los países en desarrollo se encuentran rezagados. Las naciones de renta media como la República Dominicana enfrentan un reto particular porque si bien su economía avanza, prevalecen debilidades institucionales que conllevan a la desigualdad.
Por ello, es preciso modificar esa Agenda de forma que responda a la realidad y a los problemas de cada país.
Hace 75 años, esta organización nació con el propósito de desterrar para siempre en el vocabulario de la comunidad internacional el “nosotros” frente al “ustedes” o al “ellos” para asumir el “todos”. Y esto es lo que el Covid-19 pretende poner a prueba. Pero que auguro fracasará si desde esta Asamblea se asume que esta amenaza será anulada con políticas que conjuguen los legítimos intereses nacionales de cada país con las soluciones globales tomadas por toda la comunidad internacional. Para ello, debemos actuar en tres ámbitos: el de la Salud, el de la Educación y el de la Tecnología.
En el ámbito de la Salud, este encuentro debe servir para crear las condiciones de acceso universal a la vacuna contra el Covid-19 en cuanto el remedio esté disponible. Desde aquí, EXIGIMOS, que la vacuna sea accesible a todos los seres humanos del planeta. Para esto nació una organización como esta. Para en momentos históricos estar a la altura. Para ello, es fundamental el papel de la Organización Mundial de la Salud, así como la creación de un fondo de solidaridad global que sirva como reserva para paliar los estragos de futuras pandemias.
En el ámbito de la Educación, debemos poner en común las experiencias más positivas en el campo de la formación online, de la capacitación de competencias y apoyar los esfuerzos inversores en las políticas educativas.
Por último, la ONU debe ser motor y guía para que el siglo XXI sea, de verdad, el siglo del conocimiento gracias a las nuevas tecnologías de la Comunicación. De ahí que acabar con la brecha digital sea una de las prioridades inaplazables para la comunidad internacional.
Sin embargo, todo desarrollo y todo avance será en vano si no se tienen en cuenta los valores consagrados por esta organización en su Declaración Universal de los Derechos Humanos.
-Para la defensa de estos valores, la ONU sabe que cuenta con el compromiso firme de la República Dominicana. Para avanzar hacia mayores cotas de dignidad humana, que potencien las políticas para garantizar la igualdad entre hombres y mujeres, la protección de los niños y niñas afectados por conflictos armados o en riesgo de ser vendidos como esclavos para ser prostituidos. Realidades terribles que hoy en dia suceden en nuestro planeta y que tenemos el imperativo moral de erradicar de una vez por todas.
Señoras y señores:
Traigo a este encuentro el mandato del pueblo dominicano de proclamar el compromiso de nuestra nación con la protección del medio ambiente y para seguir apoyando los Acuerdos de París.
Es más, es tiempo de asumir mayor ambición en sus postulados. En el Consejo de Seguridad, hemos abogado porque la dimensión de la seguridad en el contexto del Cambio Climático sea más y mejor estudiada, porque un fenómeno natural puede provocar o agravar cualquier conflicto, en especial en las zonas de alta fragilidad.
La ocurrencia de fenómenos naturales y eventos climáticos extremos son cada vez más frecuentes. Su mayor intensidad afecta de manera particular, a los pequeños estados insulares en desarrollo. Lo que obliga a que esta organización siga por la senda de no considerar tales fenómenos como eventualidades, sino como realidades comunes y reiteradas para las que conviene estar preparados.
La lista de amenazas y problemas que hoy enfrenta la humanidad es capaz de hacer palidecer a cualquiera. Sin embargo, esta organización ha demostrado a lo largo de tres cuartos de siglo que, mediante el diálogo y la cooperación, se puede alcanzar cualquier meta, por difícil y lejana que parezca.
Se equivoca quien piense que puede cambiar el mundo él solo. Se equivocará el que no sepa medir sus fuerzas para ajustar su aportación. Por ello, en nombre de los dominicanos y dominicanas, expreso aquí nuestro compromiso de aportar soluciones, voluntad y trabajo en la medida de nuestras posibilidades. Los casi once millones de dominicanos y dominicanas están dispuestos a hacer su parte.
La República Dominicana estuvo presente en la hora fundacional de La ONU, tal y como yo la entiendo, no se ocupa de la diplomacia, sino del futuro. Y como dijo Eleanor Roosevelt el día de la solemne proclamación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, “el futuro pertenece a quienes creen en la belleza de sus sueños”.
esta organización. Desde entonces, ha demostrado su voluntad y compromiso en el concierto de las naciones en aras de la paz, la prosperidad, la igualdad y la diversidad mundial.
Somos conscientes de cuál es nuestro peso demográfico y económico. Pero nuestra condición jamás será una excusa para no aportar lo mejor de nosotros mismos tal y como hemos procurado hacer desde hace 75 años.
Conquistemos nuestro sueño.
Construyamos un mundo en paz.
Un mundo de diversidad y prosperidad.
Un mundo sostenible durante, al menos, 75 años más.