Juan Antonio López es el señor de 89 años que el pasado día 15 (del Agricultor) pronunció en La Vega un llamativo discurso frente al presidente de la República
La leche que históricamente ha consumido Juan Antonio López siempre ha sido de vacas prietas, de pelo brilloso y de razas de precaria producción o bajo rendimiento. Sus 89 años le han dotado de una teoría lo suficientemente sólida, como para terminar convenciendo al receptor de sus planteamientos, aunque éste quiera resistirse.
“El color negro es más resistente que otros, si la vaca tiene el pelo brilloso significa que está en salud y si es una vaca poco abundante en la producción de leche, eso quiere decir que tiene una mayor concentración de grasa”, le dice el ganadero y agricultor al periódico elCaribe.
Juan Antonio López, conocido en El Peñón de Barahona como Toño David, es el señor que el pasado 15 de mayo pronunció un discurso de casi ocho minutos, considerado ya una pieza, en la celebración del Día del Agricultor, frente al presidente de la República, Danilo Medina, en La Vega.
Mucha gente duda, pone en entredicho y se pregunta de dónde sacó el campesino-agricultor barahonero tanta sapiencia, expresada en cada una de sus palabras aquel día, frente a un amplio auditorio, conformado por cultivadores de distintos rubros, autoridades de diversas partes del país, funcionarios de diversas agencias estatales y empresas privadas vinculadas al ramo agropecuario y agroindustrial.
Toño David es un militar en retiro, un consumidor de libros y el propietario de una importante cantidad de humor, que alcanza hasta para repartir por cada lugar donde se mueve. “Me paré ahí sin titubear, sin nada escrito y mirando lejos para no sentir la presión de los críticos que se sientan cerca”, rememora mientras sonríe. Acudió a la entrevista de ayer acompañado de Ramón Segura, a quien Toño sirve de consejero y asesor desde que Ramón tenía 12 años.
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“Debo decir que soy asiduo a la lectura. Y a quienes piensan que el discurso me lo dieron escrito, puedo citarle cuarenta personajes de la literatura universal y luego de eso, pueden escoger al azar cualquiera que sea y preguntarme lo que sea”, expresa con certeza.
Toño David ingresó al Ejército Nacional a los 18 años, donde desempeño el puesto de monitor de Artillería, especialmente de Mortero Brown Calibre 81 milímetros. Luego fue trasladado a la Marina de Guerra, donde reunió suficiente experiencia y destreza, que le permiten desenvolverse con facilidad en el lugar que sea. “Cualquiera que sea el escenario no me tiembla el pulso para expresarme”, asegura.
Cuando tenía 22 años había ido a Europa dos veces. “Navegué por el Estrecho de Gibraltar, el mismo por donde el general estadounidense Dwight D. Eisenhower desembarcó una cantidad importante de soldados en la playa de Normandía. Esa fue la actividad bélica que puso fin a la Segunda Guerra Mundial en esa parte, porque la Segunda Guerra Mundial no terminó en agosto, si tomamos en cuenta que los japoneses siguieron peleando más o menos hasta ese mes. De ahí salió la frase me voy pero vuelvo, del general Douglas MacArthur, cuando fue atacado por los japoneses y debió retirarse”, narra Toño David. Le gusta hablar de historia, no lo disimula y puede moverse por ella con suma facilidad.
Estando en la Marina de Guerra navegué por el Guadalquivir hasta la Torre del Oro y me tocó el honor de visitar el pueblo del hombre que gritó “tierra” en el Nuevo Mundo, que fue Rodrigo de Triana. El verdadero nombre de ese personaje al que se refiere Toño David en la conversación con este periódico era Juan Rodríguez Bermejo, un marinero español, que tripuló una de las carabelas de Cristóbal Colón en su primer viaje, en el que se produjo el llamado Descubrimiento de América. Según la historiografía, fue el vigía que avistó el Nuevo Mundo.
En 1956 Toño David hizo un curso de Guerra Antisubmarina ofrecido por el Comando Sur de Estados Unidos -en Panamá– y le correspondió dar las gracias de ese curso a nombre de los graduando, por haber acumulado la mejor nota. “En la Marina de Guerra navegué por el mundo entero. Estuve en Portugal, Islas Canarias, especialmente en su puerto más importante, que es Palma de Mayorca; en Santa Cruz de Tenerife y en otros muchos lugares”, recuerda el agricultor de El Peñón-Barahona. Luego le dieron de baja por expiración de alistamiento, resaltándose su excelente carácter y fue recomendado para medalla de buena conducta. Le dieron 30 días para que pensara si se iba o regresaba a la Marina, pero no regresó. Se retiró con el rango de sargento, para dedicarse entonces a la crianza de ganado vacuno, que era la actividad principal de su padre; a la siembra de plátano y a otros frutos menores”, indica.
El ganado que tiene Toño David es una mezcla de pardo-suizo, una raza que originalmente era de “doble propósito”, lo que significa que es buena y rentable si se mira tanto como carne, como por su rendimiento en leche. En los últimos años se le ve solo como una vaca lechera. Conocido también en su tierra natal como “El Campesino del Pueblo”, Juan Antonio López ha ocupado cargos de importancia en Barahona, entre ellos el de presidente en funciones de la Asociación de Ganaderos. Ayer, el productor pidió al Presidente no parar la obra de gobierno que lleva y que revise la baja pensión que le otorgan (16 mil pesos).
De la innovación y relevo para seguir produciendo
Toño David cree en el agradecimiento, “y lo ejerce”. “No puedo concluir esta entrevista sin reconocer la “ardua” labor que realiza el ministro de Agricultura, Osmar Benítez, en favor de los agricultores, apoyándolos al ciento por ciento, visitándolos y mirando cuáles son sus problemas y aplicándoles las posibles soluciones”, expone. “Y por favor no deje de escribirlo”, le pide al periodista, poco antes de que el fotorreportero Danny Polanco le hiciera una “seña” para que se quitara la cachucha, en busca de sacarle mejores fotos. Toño David tiene la sabiduría del hombre del campo y como tal le preocupan dos temas que atañen directamente a la generación de alimentos. La primera, que se sigan tomando tierras con vocación agrícola para otros fines, porque eso reduce la disponibilidad para siembra, y le preocupa la falta de relevo generación (que los jóvenes no se interesen por seguir el camino de sus padres, en lo referente a labrar la tierra). “Cuando mi papá murió yo fui su relevo. En la crianza de ganado fui innovador, aceptando las recomendaciones de los técnicos, de que se debía cambiar los padrotes cada cierto tiempo, porque si el padrote montaba la hija, había una degeneración y se despreciaba el valor de los animales”, comenta.