Es propietario de la Talabartería “El Solo”, ubicada en Bonao, y es un innovador en constante movimiento
Tener un caballo sin poseer la silla para montarlo dejó de ser un problema desde que a Carlos José Jáquez se le ocurrió cómo fabricar esa pieza.
Inició un pequeño negocio hace diez años y los estilos que ha diseñado en ese tiempo son tan diversos como los clientes que ha tenido y los animales sobre los que ha sido colocado cada uno de esos asientos. Carlos José, 39 años de edad y oriundo de Bonao, provincia Monseñor Nouel, es una persona consagrada al trabajo y un emprendedor de fortalezas.
Para las sillas utiliza diferentes materiales y “varias toneladas de dedicación, cuidado y empeño”. Es un oficio que se le da bien y los usuarios lo saben.
“Muchas de las partes de la silla de montura se elaboran a mano y muchas veces requieren de un toque personalizado para cada cliente, lo complementa su creatividad y mejora los diseños”, explica. Es una “autoridad” en ese tema y lo demuestra en cada expresión que surge en el diálogo.
Es el propietario de Talabartería “El Solo”, donde crea los artículos junto a un empleado, y en ocasiones cuenta con dos ayudantes. Carlos José es un innovador permanente. No se limita a hacer lo mismo toda la vida y sabe que agregar valor es un punto fundamental si se quiere lograr el éxito en una actividad comercial.
“Me gusta colocarle un buen distintivo a las monturas. Me gusta diferenciarme de mis dos más cercanos competidores”, asegura. No hay muchos negocios de ese que tiene Carlos José. Está obligado a dar lo máximo en él. Pero no le cuesta trabajo lograrlo. En una actividad no tradicional, como la fabricación de sillas para montar caballo, encontró su progreso económico.
Sus clientes generalmente son hacendados; a la mayoría de ellos les gusta montar y otros participan en competencias. Pero siempre está abierto a trabajar para todo público, sea la persona hacendada o no. “No es un problema hacerlo”, según expresa.
Carlos José es un hombre organizado. Lo deja ver en el registro de ventas que cuidadosamente lleva en un cuaderno. Son sumatorias que se realizan a punta de lapicero. “Me preocupo por brindarles calidad y rapidez, porque al caballista no le gusta esperar”, expresa el creativo empresario, quien vive con su esposa.
A través de los microcréditos logró comprar maquinaria básica y montó el taller, y luego lo mudó desde la casa a un local alquilado mejor ubicado, donde tiene más espacio para mostrar sus piezas, a sus clientes habituales y a los nuevos, que en su mayoría llegan por referencia.
La Fundación Dominicana de Desarrollo (FDD) fue quien le abrió las puertas al microcrédito. La institución conoce que sin un historial crediticio era imposible para Carlos José recibir apoyo económico. “La fundación creyó en mí, y pude sacar mi negocio adelante”, rememora, con dejo de satisfacción y agradecimiento.
La institución que menciona el fabricante de sillas de caballo se ha referido al tema del emprendimiento en distintos escenarios durante toda su trayectoria de 53 años. “Siempre estamos orgullosos de cumplir la misión para la cual fue creada la FDD, que es la de catalizar el desarrollo del país”, ha dicho la organización.
Un oficio artesanal con poco uso de electricidad
“El negocio nos ayuda bastante; de ahí pudimos fundar otro. Criamos cerdos y los vendemos. Además pudimos adquirir nuestra casa”, resalta el pequeño empresario. Atribuye el éxito a una conjugación de factores, entre ellos, la calidad y personalización de lo ofrece y la rapidez con la que trabaja cada día.
Carlos José busca estar acorde con los nuevos tiempos. Usa WhatsApp, a través del que recibe solicitudes y envía fotos del producto. Se le puede ubicar por vía del número (849)865-1414.
Su sueño de crecer no termina; hasta desde el exterior procuran sus productos. Se está planteando adquirir más herramientas y un local propio pronto. Cuando eso ocurra estará -a la vez- generando más empleo. El oficio no genera impacto ambiental negativo, ya que es mayormente artesanal.