En ocasión de que en este 2019 se cumplen 30 años de la firma de la Convención de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas, UNICEF en la República Dominicana ha preparado una evaluación de los avances y los desafíos pendientes del país en varios de los derechos más importantes consignados en ella desde finales de la década de los noventa hasta la actualidad. Tuve el placer de colaborar con el equipo de esa agencia y del Consejo Nacional para la Niñez y la Adolescencia (CONANI) en la elaboración de este documento. Los siguientes fueron sus hallazgos más importantes.
La inversión pública en infancia se ha incrementado notablemente. En los últimos años, la inversión pública en infancia y adolescencia ha crecido de manera significativa. Aunque los datos no son estrictamente comparables, ofrecen una idea razonable. Mientras en 2010, el Estado invirtió alrededor del equivalente al 2% del PIB en bienestar infantil (salud, educación, protección), en 2013 el monto había subido hasta 3.6% y en 2016 hasta 5.1%. En ese año, el gasto por niño o niña por día fue de 2.9 dólares. Sin embargo, el 76% de todo el gasto lo hizo el Ministerio de Educación. Eso significa que otras dimensiones del bienestar infantil distintas de la educación continúan insuficientemente financiadas.
Adicionalmente, la cobertura de la seguridad social en salud para la infancia y la adolescencia también ha crecido. Pasó desde 21.7% en 2007 hasta 56.6% en 2018. El 43.3% restante de la población infantil y adolescente no estuvo cubierta por esquema alguno. También ha aumentado el alcance de los programas de protección de la infancia, en especial las transferencias monetarias de PROSOLI a través de Comer es Primero, que alcanza al 18% de la población infantil, el Incentivo a la Asistencia Escolar (236 mil hogares con niños y adolescentes) y el Bono Escolar Estudiando Progreso (más de 115 mil jóvenes menores de 21 años).
La pobreza infantil se ha reducido, pero continúa siendo más alta que entre adultos. Un crecimiento de los ingresos laborales combinado con mayores inversiones en la infancia ha contribuido a reducir la incidencia de la pobreza monetaria y multidimensional en la población infantil y adolescente. Entre 2004 y 2017, el número de personas menores de 19 años viviendo en hogares con ingresos de pobreza cayó en 886 mil, pasando desde 58% hasta 35.5%. El porcentaje que vivió en hogares con ingresos de pobreza extrema pasó desde 20.5% hasta 6%. De igual manera, aquellos que vivían en hogares en pobreza multidimensional, esto es, no solo con ingresos insuficientes sino en viviendas inadecuadas y/o sin acceso a al menos algunos servicios básicos, bajó desde 48% en 2004 hasta 27% en 2017.
A pesar de eso, en 2017 todavía más de 1.3 millones de niños y adolescentes viven en hogares con ingresos de pobreza y 227 mil en hogares con ingresos de pobreza extrema. Además, el porcentaje de menores de 19 años en pobreza (35.5%) es mayor al porcentaje de la población en general en esa misma condición (25.6%) porque los hogares pobres tienden a tener más hijos e hijas.
Se ha reducido la mortalidad infantil, pero está estancada desde hace más de una década. También hay progresos en salud y se reflejan en una reducción en la mortalidad infantil. Sin embargo, los avances parecen haberse detenido hace mucho tiempo. Entre 1996 y 2002, la mortalidad infantil (en menores de un año) cayó desde 45 por cada mil nacimientos vivos hasta cerca de 30, pero a partir de ese momento, casi no ha habido avances. El problema radica en que las muertes neonatales, esto es, las que suceden durante los primeros 28 días de nacido, se mantienen elevadas.
Casi el 80% de las muertes infantiles (antes de cumplir el primer año) suceden durante esos 28 días, y el 71% de ellas en los primeros siete días. Esta alta mortalidad tiene que ver con la baja calidad de la atención en salud. El ritmo que lleva indica que, si no se intensifican los esfuerzos, el país no cumplirá la meta de los ODS que es llevarla hasta 12 por cada mil nacidos vivos en 2030.
La mortalidad materna persiste. Desde mediados de los noventa hasta inicios de la década pasada, la mortalidad materna se redujo en 50%. A pesar de eso, desde ese momento no ha habido mayores avances porque la calidad de la atención en salud es precaria. La tasa se ubica en cerca de 100 por cada 100 mil nacimientos vivos, Además de que el país se ubica entre los de mayores tasas de mortalidad materna en la región, a este ritmo el país no cumplirá con la meta de los ODS de bajarla hasta 70.
Los embarazos entre adolescentes no ceden. La proporción de adolescentes que ha estado embarazada es una de las más altas del continente. La República Dominicana ocupa el quinto lugar en América Latina y el Caribe. En 2014, más del 21% de las mujeres tuvieron al menos un hijo nacido vivo antes de cumplir 18 años. Desde 1996, la tasa de fecundidad entre adolescentes (nacimientos por cada mil) se ha reducido, pero de forma muy lenta.
La desnutrición infantil se ha reducido. La reducción de la desnutrición infantil crónica ha sido uno de los más destacados avances para la niñez en el país. La proporción de menores de 5 años con desnutrición (baja talla para la edad) se redujo desde cerca de 20% en 1991 hasta algo más de 5% en 2013. Las reducciones más intensas se dieron en la década de los noventa y se asociaron al incremento en los ingresos y las mejoras en la alimentación, una mayor provisión de agua potable y servicios de saneamiento, la suplementación con micronutrientes del Ministerio de Salud Pública, y más recientemente, la suplementación para niñas y niños de hogares beneficiarios del Programa Progresando con Solidaridad (PROSOLI). A pesar de eso, todavía hay más de 65 mil menores de 5 años con desnutrición y la lactancia materna exclusiva sigue siendo vergonzosamente baja en el país (entre 5% y 7%).
La cobertura de educación ha aumentado lentamente y persisten graves problemas de calidad. Los logros del país se concentran en el aumento de la cobertura de educación primaria. En la actualidad alcanza más del 90%, pero los aumentos se dieron hasta la década pasada. En los últimos 10 años, los progresos se han estancado. En secundaria también ha habido avances. La cobertura actual supera el 70%. Pero, igual que en la primaria, los progresos tienen más de 10 años detenidos. En educación inicial, el aumento de la cobertura ha sido continuo, pero apenas alcanza al 50% de niñas y niños entre 3 y 5 años.
Los déficits de cobertura hacen que unos 480 mil niñas, niños y adolescentes estén fuera de la escuela: el 12.4% de los que tienen 5 años, casi el 6% de los que tienen entre 6 y 11 años, el 9.4% para el rango de 12-14 años, y casi el 15% para los que tienen entre 15 y 17 años. Además, hay amplio consenso en que la calidad de la enseñanza es terriblemente baja. El país se ubica en los últimos lugares en la región y el mundo en esta materia.
Se ha reducido el porcentaje de niños y niñas sin registro de nacimiento. El porcentaje de niños menores de 5 años sin registro de nacimiento ha declinado. Ejercer el derecho al registro es clave para que las personas puedan ejercer muchos otros derechos. En 2014, fue de casi 13%, diez puntos porcentuales menos que en 2006. Desafortunadamente, esto es todavía más del doble de la media de la región. La falta de registro afecta a 116 mil niños, y la incidencia es más elevada entre los más pobres y entre aquellos de madres con menor nivel de instrucción. Por fortuna, el país tiene condiciones para cumplir con la meta de los ODS de garantizar el derecho al registro de nacimiento para todos.
La violencia contra niños, niñas y adolescentes continúa. En la República Dominicana, el 63% de los niños y las niñas de hasta 14 años ha sido víctima de violencia física o agresiones psicológica como método de disciplina en el hogar. El 3% ha sido víctima de castigos severos. Un 5% de las adolescentes ha sido víctima de violencia sexual, un tercio dice haber recibido proposiciones sexuales de personas adultas, un 20% dice haber sido tocado o tratado de tocar y un 8% haber sido molestado sexualmente por un familiar. Además, un cuarto de los delitos sexuales fue contra niñas y un 3.5% fueron incestos.
Las cifras de matrimonio infantil y uniones tempranas son muy elevadas. En 2014, el 36% de las mujeres entre 20 y 24 años dijeron haber estado unidas antes de los 18 y el 12% antes de los 15. Ambas cifras están muy por encima de media en la región. Los porcentajes son mucho más elevados entre las adolescentes de los hogares más pobres y las uniones suelen darse con hombres cinco o diez años mayores (60% y 23%, respectivamente). La legislación dominicana no penaliza el matrimonio con infantes. Eso debe cambiar.
Persiste el trabajo infantil. En 2014, el 13% de la población entre 5 y 17 años trabajaba un número de horas superior a los niveles establecidos como criterio para identificar cuando hay trabajo infantil. Ese porcentaje es ligeramente mayor que el encontrado en 2010. El trabajo infantil afecto más a niños que a niñas, y era más elevado en las regiones más pobres y el triple entre hogares del quintil más pobre comparado con los del más rico y entre hogares con madres sin educación comparado con madres con educación superior.
En síntesis, el Estado está invirtiendo y protegiendo más a niños, niñas y adolescentes, y la pobreza infantil ha declinado. También se observan avances en salud y educación, pero en esas áreas en los últimos 10-15 años ha habido pocos progresos. Al mismo tiempo, las niñas y los niños siguen siendo víctimas de abuso y maltrato y el trabajo infantil persiste.