Los impuestos generan una pérdida irrecuperable de eficiencia en los mercados, que en el caso de los aranceles es mayor debido a su efecto sobre los precios internos
El pasado 2 de abril de 2025, el gobierno de los Estados Unidos invocó la Ley de Poderes Económicos de Emergencia Internacional de 1977, la cual otorga poderes al presidente estadounidense para regular las transacciones de comercio internacional en situaciones de emergencia. La ley se está aplicando bajo el argumento de que los déficits comerciales persistentes han afectado a su industria manufacturera local y que estos, a su vez, son ocasionados por la “falta de reciprocidad en políticas cambiarias y tributarias”, como la aplicación del IVA (el ITBIS dominicano), por parte de sus socios comerciales.
Sobre esta base, el gobierno estadounidense impuso ‘aranceles recíprocos’ de 10% sobre las importaciones, que pueden aumentar según el país de procedencia, en atención a la magnitud del déficit comercial de Estados Unidos con ese país. Para el caso dominicano se nos aplicó el arancel de 10%. Aunque estos aranceles recíprocos entraban en vigencia el 9 de abril, fueron pospuestos por 90 días.
La aplicación de los denominados aranceles recíprocos ha sido rechazada a nivel internacional, no solo por su inobservancia a los acuerdos comerciales existentes, sino también por el potencial impacto económico que generaría esta medida. Desde el punto de vista de política tributaria, si obviamos el error conceptual de considerar el IVA como un impuesto al comercio, la implementación de estos aranceles, como la de cualquier impuesto, tendrá un efecto adverso sobre la eficiencia de los mercados.
En una economía de mercado competitivo, la demanda y la oferta determinan el precio de un bien. La demanda indica cuánto están dispuestos a pagar los consumidores, mientras que la oferta refleja su costo de producción. Bajo esta premisa, el precio del mercado es un precio de equilibrio donde se consume todo lo que se produce, maximizando el bienestar de consumidores y productores. Adam Smith denominaba a esta interacción de la oferta y la demanda como la ‘mano invisible’.
En este escenario, aplicar impuestos a un mercado no es un juego de sumatoria cero, por el contrario, las pérdidas del mercado son superiores a la recaudación que genera el impuesto, efecto que se conoce como ‘pérdida irrecuperable de eficiencia’. Esta pérdida ocurre porque el incremento del precio debido al impuesto provoca que algunos consumidores dejen de comprar y algunos productores dejen de vender, resultando en una salida del mercado de ambas partes. El mercado pierde eficiencia.
Si bien este análisis parte de la premisa simplista de que todos los mercados son eficientes, lo cual es incorrecto, la realidad es que la aplicación de impuestos reduce dicha eficiencia. Esta afirmación no implica que los impuestos no sean necesarios; de hecho, son esenciales por diversas razones, como la corrección de fallos del mercado, principios de equidad, provisión de bienes públicos y bienes preferentes.
En cuanto a los aranceles, su implementación tiene un doble impacto en la pérdida de eficiencia, una por el efecto impositivo y otro por el efecto en los precios, ya que para un país importador la producción local es más costosa y por tanto el precio interno es mayor. Es decir, en una economía abierta las trabas al comercio significan mayores precios internos respecto a los productos en los que la economía local es menos competitiva. Es por esto por lo que los economistas y hacedores de políticas tributarias consideran inapropiado aplicar un impuesto generalizado a las importaciones.
Cuando los países aplican aranceles para proteger su industria local esgrimen múltiples razones, como la relocalización de su manufactura local, el limitado efecto sobre los precios o que aumentará la recaudación. Como consecuencia, esperan un aumento del empleo, el consumo y los ingresos de los hogares y, en definitiva, una mejoría en su economía.
La experiencia empírica ha demostrado que la política de aumento generalizado de los aranceles a la importación tiene un efecto adverso en la economía. En primer lugar, es probable que otros países respondan de manera similar, y apliquen aranceles a sus importaciones, lo que podría desencadenar una guerra arancelaria. En segundo lugar, los países no son competitivos en la producción de todos los bienes necesarios para su economía. En tercer lugar, se da la señal de no respetar acuerdos internacionales con rango de ley, lo que genera incertidumbre a los agentes económicos. Por esta razón, la reacción de los organismos internacionales como el FMI o la OCDE, así como calificadoras de riesgo como S&P o Moody’s, ante la medida tomada por los Estados Unidos, ha sido la de reducir la perspectiva de crecimiento económico tanto de este país como del resto del mundo.
Desde la perspectiva de la política tributaria, es apropiado que los países diseñen sus políticas según las industrias que desean proteger, tales como materias primas, la tecnología, ciertos alimentos o bienes relacionados con la seguridad nacional. En lugar de aplicar una tasa proporcional y generalizada de aranceles, es preferible incrementar los aranceles NMF (nación más favorecida), que son los aranceles de aplicación general. Este enfoque debe respetar tanto los acuerdos de libre comercio vigentes como la estructura arancelaria del país, la cual ha sido diseñada tomando en cuenta sus ventajas competitivas. De esta manera, se podrá minimizar la pérdida irrecuperable de eficiencia económica que genera su aplicación.