A República Dominicana en los últimos diez años en materia de producción de cítricos no le ha ido bien y si se “echa un ojo” a las estadísticas sobre la superficie cultivada no hay que ir muy lejos para comprobarlo. En el año 2006 en el país se destinaron 24,996 tareas (1,562.25 hectáreas) al cultivo de limón, naranja dulce y toronja y a finales de 2015 (cifra revisada en 2016 por el Ministerio de Agricultura) la cantidad se había reducido a 17,542, es decir, había 7,454 tareas menos en actividad (-29.8%). Hay que decir que entre un año y otro hubo altas y bajas productivas hasta llegar al lugar en que se encuentra actualmente el renglón de esas frutas.
Pero la reducción de las áreas de siembra no ha obedecido necesariamente al mero capricho de los dueños de las tierras o a que simplemente perdieron el apetito por la actividad agrícola. Los productores y los inversionistas citrícolas han quedado sin mucho margen de “rejuego”, frente a la enfermedad de Huanglongbing (HLB) o enfermedad de los cítricos), que llegó al país en el año 2008 y ha sido más difícil de eliminar que una espina incrustada en la piel.
La HLB apareció inicialmente en sembradíos de limones ubicados en Luperón e Imbert, Puerto Plata (costa norte dominicana) y en poco más de un lustro había extendido su presencia a todo el país. Los resultados se han expresado en una merma de ingresos en los bolsillos de los cultivadores y en mayores dificultades para la obtención de las frutas por parte de los consumidores. Si algo ha quedado claro en el país –y fuera de él- es que la enfermedad de los cítricos es más letal de lo que inicialmente se creía. El poder destructivo que tiene obligó a que Cuba (sexto país productor del rubro del mundo cuando se conoció la HLB), tuviera que eliminar el 80% de los cultivos hace años. En República Dominicana ha golpeado duro en el Norte, en el Sur, en el Este, en el Nordeste y en el Suroeste.
No resulta fácil “cuadrar” los porcentajes de producción afectada, incluso de la que permanece sana, entre el sector público y el privado, porque cuando ambos opinan sobre el particular hay variaciones. En lo que sí se ponen de acuerdo es en que los daños han sido fuertes.
Se han ofrecido cifras diversas, pero algunas de las más recientes sugieren que se ha afectado hasta el 40% o más de los cultivos de cítricos en pie. Cuando las inversiones colocadas en un cultivo equis se ven afectadas por un fenómeno de la naturaleza o por una plaga, surge otro efecto: el alza de precios como consecuencia de una merma en la oferta, frente a una demanda que permanece igual de alta o mucho más. En el caso en cuestión no ha sido distinto. No es extraño que una unidad de limón se cotice entre ocho y 11 pesos, en el mejor de los casos en algunos establecimientos comerciales, especialmente supermercados.
En la primera mitad del año 2014 la unidad de limón llegó a costar entre 15 y 20 pesos. Y finalizado el tercer trimestre del mismo año el Consorcio Citrícola del Este informaba que la HLB le había afectado el 50% de la producción (la empresa hablaba de unas 75,000 tareas).
Para entonces, Ricardo Barceló ofreció el dato, indicando que la enfermedad había obligado al grupo a resembrar las plantaciones afectadas por el mal y a buscar otro método para resistir los embates. Ese otro método o forma de cultivo fue la producción bajo techo (invernadero o ambiente controlado), un sistema que eleva hasta cinco veces el costo de producción, pero garantiza mejor la inversión porque las estructuras son una suerte de “blindaje”.
Es mejor que te mudes o te cambies de cultivo
Cuando a una plantación equis le cae una enfermedad, el propietario de la finca tiene varias opciones: o cambia de cultivo o trata de remediarlo o termina abandonándolo. En el caso de los cítricos en el año 2013 los productores habían abandonado 18,800 tareas.
La distribución de esos predios abandonados fue la siguiente: en el Noroeste, específicamente en Dajabón, 300 tareas de limón criollo, en San Francisco de Macorís (Nordeste del país) 100 tareas y en la provincia Sánchez Ramírez 1,000 tareas. En el Sur fueron abandonadas 100 tareas de limón persa en Barahona y en Bahoruco 200 tareas. En el Suroeste se abandonaron 600 tareas en San Juan y en Azua 100. En ambos casos, de limón persa. En Peravia, específicamente, en Baní fueron abandonadas 100 tareas, en San Cristóbal fueron abandonadas 600 tareas de naranja y en Monte Plata otras 100.
Estos datos fueron ofrecidos por el Ministerio de Agricultura, para entonces. En la provincia Hato Mayor los productores de cítricos han ido emigrando al cultivo de chinola porque la HLB no les dejó otra opción, cuando comenzó a dañar las plantaciones. Hace más de un año el Gobierno comenzó a conceder préstamos en distintos puntos del país para cultivar chinola.