El Segundo Tribunal Colegiado de la provincia Santo Domingo condenó este viernes a 30 años de prisión al sacerdote Elvin Taveras Durán por la muerte del monaguillo Fernelis Carrión.
Durante la audiencia el Ministerio Público presentó varios testigos, como parte de las pruebas para demostrar la alegada culpabilidad del religioso en el asesinato del adolescente de 16 años.
También fue sentenciado al pago de 1 millón de pesos a favor de los familiares del menor.
Taveras Durán cumplirá la sentencia en El Centro de Rehabilitación y Corrección Najayo-Hombres.
Hoy durante la audiencia del juicio de fondo, se presentaron varios testigos, como parte de las pruebas que posee el Ministerio Público para desmostar la culpabilidad del religioso en el asesinato de Fernelis Carrión Saviñón, de 16 años.
De acuerdo a Victor Saviñón, tío del adolescente, el sacerdote confesó el crimen delante del tribunal y pidió perdón, tanto para los familiares del joven como a la Iglesia Católica
Previo a ser trasladado a la sala de audiencias, Taveras Durán pidió que oren por él.
El hecho de la siguiente manera: un taxista a quien le dicen “El Cojo” y que era vecino de Fernelis, lo trasladó hacia la casa del sacerdote, eran cerca de las 10:45 de la mañana cuando el religioso recibió al joven en el portón de su casa.
El adolescente tenía en su celular dos videos teniendo sexo con el sacerdote, también algunas fotografías. El sacerdote le prometió la suma de RD$180,000 al joven para que borrara el material, pero cuando lo hizo, solo le entregó RD$4,000. Por ese motivo, plantea la investigación, se originó una discusión acalorada y luego un forcejeo.
El padre Elvin Taveras tomó un martillo que tenía en su habitación y golpeó a Fernelis en la cabeza dejándolo aturdido. Luego tomó un arma blanca con la que le produjo varias heridas, entre ellas el degollamiento. Introdujo el cuerpo en su carro y lo llevó a un solar baldío en la carretera Guerra-Bayaguana, donde abandonó el cuerpo, todo esto de acuerdo a lo establecido en los expedientes.
Por Rosmerys De León y Ernesto Rodriguez