El día en el que nacen los hijos es único e inolvidable, pero debutar como padres durante el confinamiento es algo que debiera figurar en los textos de historia. Medio en serio y medio en broma, se ha acuñado para los bebés nacidos durante la cuarentena el nombre de cuarentenials.
Bruno, Miguel Ángel y Loto nacieron durante los meses más duros de la pandemia.
Ahora cumplen sus primeros meses de vida y empiezan a explorar su entorno, se han puesto sus primeras vacunas, han realizado sus primeras revisiones pediátricas, como cualquier recién nacido.
Pero no son cualquier recién nacido. También cumplen un día más en una realidad que todavía se nos antoja de ficción, en la que las visitas siguen siendo restringidas, los abrazos limitados y los besos a cuentagotas. Reciben todas las miradas (con las que se adora a los bebés), pero se están perdiendo las sonrisas, muecas, gestos e incluso parte de la voz de sus embobados espectadores, que se esconden detrás de esa tela que nos cubre la mitad de la cara todo el tiempo. Es ahora cuando sus padres, después de la tormenta, pueden sentarse a hablar.
El paso por el hospital
El Ministerio de Sanidad elaboró un documento de Información y Pautas Generales para Mujeres Embarazadas en situación de confinamiento y a, partir de ahí, cada hospital y centro iba creando sus propios criterios. “Las cosas iban cambiado mucho de un día para el otro. Hemos funcionado con la evidencia científica que hemos ido teniendo a mano”, explica El Dr. Tirso Pérez de Medina, jefe de servicio de Ginecología y Obstetricia del Hospital Puerta de Hierro, donde se ha llegado a asistir hasta 700 embarazos, entre abril y mayo; 90 han sido COVID. “Aquí hubo tres hitos: el primero, que se empezó a hacer PCR a todas las mujeres gestantes que ingresaban de parto; lo segundo, se estableció una planta solo para puérparas con la enfermedad. Por último, en acuerdo con Neonatología, decidimos mantener a los bebés con sus madres, quienes seguían todas las precauciones especiales: lavar el pecho, las manos, usar mascarilla y tener la cuna a 2 metros cuando no estuvieran dando de mamar”.
En esos momentos, aún parecía improbable que la enfermedad se traspasara de madre a bebé, pero hace pocos días un grupo de obstetras parisinos ha detectado ya el primer caso de transmisión vertical, a través de la placenta, lo que cambia el panorama.
Para rescatar un lado amable de la situación, los padres han tenido la posibilidad de una dedicación al 100% a sus hijos, 24 horas al día, los 7 días de la semana. “Estar recogidos, tranquilos, sin agobios, restringir las visitas y dedicar ese tiempo y espacio a la llegada del nuevo bebé, es lo primero que aconsejamos desde la psicología perinatal, en condiciones normales”, dice Jesica. “Pero ese espacio es bueno si es voluntario, no obligado”, sostiene.
Nueva normalidad, pero todo sigue igual
La nueva normalidad tampoco está siendo para estas familias lo que habían planeado. Menos ahora, que los contagios parecen dispararse.
Por suerte, de momento, los pequeños aún no alcanzan a ver que toda la situación es rara; probablemente lo hagan cuando dentro de unos años vean sus primeras fotografías familiares y pregunten por qué los abuelos llevaban siempre mascarillas, no los cogían en brazos, había tantas botellitas de gel hidroalcohólico en todos los sitios, por qué todos se lavaban tanto las manos y algunos hasta ‘vestían’ guantes de látex. Por qué los paseos eran los justitos y la gente iba a dos metros de la otra. Esperemos que les sorprenda, porque eso significará que todo esto habrá pasado.