Venir hoy aquí y no dar mi visión de cómo veo nuestro país frente al mundo y también los cambios que se han sucedido en el orden económico, político y social, es buscar que no me inviten de nuevo.Negar que la economía dominicana ha sufrido cambios positivos en los últimos veinte años sería hacer un análisis incorrecto. Que no hemos tenido la coherencia, la consistencia y la perseverancia para mantener los cambios positivos que nos permitan eliminar cuellos de botella al desarrollo, es cierto y representa un costo enorme para una economía pobre como la nuestra.
La educación ha sido desde años el talón de Aquiles de nuestro desarrollo, sin dejar de reconocer que en los últimos años la inversión ha sido mayor, se ha mejorado y ampliado la infraestructura escolar de forma importante, la tanda extendida, el almuerzo y merienda en las escuelas tiene en el mediano plazo un efecto positivo, asistencia y menor deserción, pero el tema más importante es la calificación de maestros donde aún es poco lo que avanzamos.
Es tan preocupante que pocos maestros superan las pruebas de calidad para optar por los incentivos y estos se dan no por calidad, sino por las presiones del gremio. Seguimos ocupando los últimos lugares en las pruebas que nos comparan con los países de la región; pero como dato positivo es que ya participamos en educación en pruebas como PISA, y lo que no se mide no se cambia.
Los estudios de la rentabilidad de la educación demuestran la existencia también de cambios positivos. Sin embargo, un dato preocupante es que aquellos que cursan maestrías, las cuales tienen enormes demandas en las universidades, el retorno de su inversión es negativo. Esto trae como consecuencia que muchos de nuestros profesionales con talento intenten emigrar a otros países, donde encuentran mejores oportunidades o simplemente tienen que aceptar empleos de bajos salarios para subsistir.
El área de los servicios es otro de los grandes problemas que enfrenta el empresario y el país. Deficiencia en la recogida de basura, en el suministro de agua y energía. Es necesario pagar por una seguridad privada, por el transporte de sus empleados y cuando tratamos el tema del flete de carga terrestre y marítima, nos encontramos que nuestros costos son mucho más elevados que los del resto de los países de la región.
Hace unos días el periódico Nuevo Herald, que se publica en español en Miami, nos comparaba con Puerto Rico y Venezuela. Una comparación desfasada de la realidad totalmente. Puerto Rico se ha declarado en quiebra y Venezuela está sumida en un caos económico, político y social, donde ambas realidades distan mucho de nuestra situación.
Somos una de las economías más estables de la región, niveles de crecimiento e inflación que los analistas internacionales resaltan como muy positivos. ¿Quiere esto decir que somos Alicia en el país de las maravillas?
Sin dudas que no, tenemos pendiente una enorme deuda social, nuestros partidos se han convertido en verdaderos equipos de pelota, donde se cambian en cada elección de acuerdo al mejor contrato, y el mayor riesgo para la estabilidad económica, social y política que enfrenta una nación es no tener un sistema partidario fuerte.
Las consecuencias están a la vista. Las protestas del movimiento verde, espontáneo o financiado como cada cual quiera verlo, es una expresión del descontento de una población, especialmente la clase media, que no ve futuro.
La corrupción, la evasión, el chantaje de algunos medios de comunicación, han evitado que este crecimiento que sin duda exhibimos, logre reducir la pobreza del 40% de los dominicanos. Somos una nación de contrastes. Torres inmensas, túneles, elevados, metro; sin embargo, penosas condiciones de vivienda y de salud para esa parte importante de nuestros compatriotas.
Por otro lado, esta ha sido una semana que ha convulsionado el país. Después de los acontecimientos del 2003, donde muchos empresarios fueron llevados a la justicia por haber causado la pérdida de más del 25% del producto interno bruto, fruto del manejo inadecuado, ilegal y tramposo de muchos de nuestros bancos, la sociedad ahora reclamaba enfrentar la corrupción, que ha sido desborda por el caso Odebrecht.
Lo que está aconteciendo es necesario, pero no debe convertirse en un circo. A muchos le he recomendado leer el artículo del prestigioso jurista Ramón Antonio Veras, donde afirma que los hombres y mujeres que han reclamado justicia deben sentirse satisfechos, pero que se debe respetar a cada imputado su presunción de inocencia hasta prueba en contrario.