En una brumosa mañana de martes, miles de familiares de las víctimas, sobrevivientes, rescatistas y otros acudieron a una de las ceremonias, en la plaza conmemorativa donde alguna vez estuvieron las torres gemelas del World Trade Center. Trump y el vicepresidente Mike Pence se dirigieron a los otros dos lugares donde los aviones secuestrados: un campo en Pensilvania y el Pentágono.
Diecisiete años después de perder a su esposo, Margie Miller fue a la ceremonia en la ciudad de Nueva York. Llegó desde su casa en los suburbios de Baldwin, como lo hace unas 10 veces al año, para recordar a Joel Miller. Solo se pudieron recuperar unos cuantos fragmentos de sus restos.
La ceremonia en el lugar donde se alzaban las torres gemelas del World Trade Center comenzó a las 8:46 a.m., la misma hora en que un avión comercial secuestrado chocó contra la torre norte en la ciudad de Nueva York.
“Para mí, él está aquí. Este es mi lugar sagrado”, dijo su viuda antes de que comenzara la ceremonia con un momento de silencio y el tañido de campanas. Luego, los seres queridos de las víctimas comenzaron a leer los nombres de las casi 3.000 personas que murieron cuando los cuatro aviones secuestrados fueron usados como armas letales.
Trump y su esposa, Melania, participaron en una ceremonia en el monumento a las víctimas del 11-S en un campo cerca de Shanksville, Pensilvania, donde el pasado sábado se inauguró la “Tower of Voices” (Torre de las voces). Pence encabezó los actos en el Pentágono.
En el campo cerca de Shanksville cayó uno de los cuatro aviones secuestrados. Muchos de los 40 pasajeros y miembros de la tripulación se amotinaron frente a los secuestradores. Trump dijo que ese fue “el momento en que Estados Unidos contraatacó”. Dijo que los caídos “tomaron el control de su destino y cambiaron el curso de la historia”.
“Se unieron a las filas inmortales de los héroes estadounidenses”, agregó Trump.
Por su parte, Pence recordó el heroísmo de las fuerzas de seguridad y los civiles que repetidamente volvieron al Pentágono para rescatar a los sobrevivientes. Los terroristas “esperaban quebrar nuestro espíritu y fracasaron”, aseguró.
Las conmemoraciones del 11-S son ya rituales familiares que se centran en la lectura de los nombres de los fallecidos, pero en la llamada zona cero de Nueva York, los familiares llenan cada año el acto de mensajes personales de recuerdo, preocupación e inspiración.
Casi 3.000 personas fallecieron en los ataques del 11-S, una tragedia que sigue dando forma a las políticas y la política estadounidense además de a la vida cotidiana en lugares como aeropuertos u oficinas, incluso aunque sea una presencia menos constante en la conciencia colectiva luego de 17 años.
Poco después del aniversario del año pasado se produjo un claro recordatorio: una camioneta causó ocho muertos tras un atropello en un sendero cicloturista a unas pocas manzanas del World Trade Center en pleno Halloween.
En diciembre, un suicida potencial detonó una bomba de fabricación casera en un pasadizo del metro cerca de Times Square, según las autoridades. Agregaron que los sospechosos de ambos ataques estaban inspirados por el grupo extremista Estado Islámico.