Esta semana Felucho Jiménez dijo que el presidente Danilo Medina le dijo que dijera a los medios, para que ellos le dijeran a la gente, que él dijo que no procuraría una nueva reelección.Ese enmarañado juego de palabras, casi un trabalenguas, refleja lo complicado que pudiera ser hoy la malaventura de montar un intento para volver a comprar una reforma constitucional y tratar de que el presidente Medina pudiera reelegirse.
Hay quienes creen que el Presidente pone el tema para que se hable de eso, y que toda cáfila de oportunistas y vividores empiecen a hacerle coro.
Sostienen, los que así piensan, que mientras el presidente Medina mantenga en la prensa una campaña continuista que lo presenta cada día como un Dios que lo resuelve todo, aunque aquí no hay un solo problema social resuelto, sigue acariciando la idea de seguir, y seguir, y seguir…
Porque parece que el presidente Medina y sus asesores brasileños no terminan de internalizar la magnitud de la crisis en que el mandatario está metido.
El doctor Vincho Castillo, para que se tenga una idea, está convencido de que la corrupción de Odebrecht es el tiburón podrido que decía Medina había que tragarse para embarcarse en un proyecto reeleccionista. Y que el Presidente está indigesto.
Como si todo le saliera mal al grupo en el poder, la maniobra política montada con Jean Alain Rodríguez y Francisco Ortega, ha devenido en una caricatura de administración de justicia.
Así porque periodistas de la talla de Juan Bolívar Díaz y Marién Capitán han advertido que en el mismo expediente que se dice armó Rodríguez y manejó Ortega para apresar y enviar a los imputados a Najayo, están las informaciones para que fueran procesados y juzgados los responsables de recibir los sobornos, y obtener o compartir las ganancias ilícitas de las sobrevaluaciones que se produjeron entre 2012 y la fecha de hoy.
Entre esas sobrevaluaciones se cuentan los 900 o mil millones de dólares que se denunció se produjeron en la contratación de las plantas de Punta Catalina.
El Gobierno navega sobre una crecida mar de falta de credibilidad que se le acentúa por el escándalo Odebrecht, y la presión política y social para que le ponga fin a la corrupción y la impunidad acumulada en una larga retahíla de escándalos sin castigo.
Se recordará que al ser juramentado como candidato presidencial en 2015, Medina juró ante el pueblo y ante Dios que no volvería a repostularse. Dicen que a sus allegados les pide que le lean los labios, para que vean que esta vez no va.
Pero sea que jure ante Dios con los dedos en cruz sobre su boca, que pida le lean los labios, o lo mande a decir con Felucho, el problema del Presidente es que padece de un elevado déficit de credibilidad, ya insuperable.
Que el Presidente no sueñe, que no alucine: el camino de la reelección está cerrado, y más le vale a él y a sus asesores emplear sus mejores energías en prepararse a entregar el poder el 16 de agosto de 2020, sin mayores consecuencias.