Existe en este mundo un gran número de instituciones bien intencionadas y convertidas en grandes burocracias internacionales (FAO, ONU, OMS…) En ellas laboran muchos funcionarios que gozan de excelentes sueldos y están exonerados de pagar impuestos.El surgimiento de cada una de estas instituciones siempre ha tenido un propósito maravilloso: que no haya guerras, que el planeta esté más limpio, que la población mundial sea más sana, que los niños no sean maltratados, que no se pase hambre… ¿Y quién no quiere esto?
El que su existencia esté justificada por propósitos tan elevados parecería librarlas de un análisis objetivo sobre su desempeño. Porque nadie se manifiesta contra ellas, a pesar de lo inútiles que son.
Cuando se hace dicho examen, parecería que lo único verdaderamente tangible que logran es aumentar cada año la nómina de funcionarios solidarios.
Estos funcionarios justifican su empleo haciéndose pasar por ilustradas autoridades que gozan de una sabiduría especial (que el hombre libre no tiene). Y se presentan con arrogancia como salvadoras de unos seres humanos irresponsables y culpables de todo. Viven de ellos y encima los menosprecian.
La OMS, por ejemplo, se la pasa acabando con los fumadores y con los que montan empresas de tabaco. Como hay tantos muertos a causa del cigarrillo, estos burócratas se encargan de decírnoslo. Como si no lo supiéramos. Y logran que se multe a las empresas que lo fabrican, como si estuvieran engañando a la gente, como si no contaran los cientos de miles de personas a quienes emplean, como si esto lograra realmente que se deje de fumar.
La gente sabe de sobra que fumar y beber alcohol le hace daño. Lo hace y lo seguirá haciendo porque le gusta. Hasta que (a lo mejor algún día) decida por ella misma autocontrolarse y llevar una vida más sana. No necesita que venga ningún funcionario a sermonearla ni a protegerla. Y mucho menos aún le interesa que esto se haga con su propio dinero.