“Primero un presidente muerto, que un presidente huyendo”, proclamó en 1961 el entonces mandatario Joaquín Balaguer, poco antes de refugiarse en la Nunciatura, de donde saldría exiliado al exterior. “En República Dominicana un golpe de Estado duraría menos que una cucaracha en un gallinero”, vaticinó Juan Bosch en 1963, espantando rumores sobre planes conspirativos, siendo derrocado a 7 meses de mandato.
El 23 de abril de 1984, y tras el Gobierno del presidente Jorge Blanco aplicar recetas del FMI que dispararon el costo de la vida, el pueblo sorprendió con una poblada sólo controlada tras el saldo de un alto número de muertos y heridos. Se dice que litorales opositores organizaron las protestas, pero el desbordamiento popular superó cualquier laborantismo partidario.
En 2002 el presidente Hipólito Mejía modificó la Constitución para reelegirse. Sus partidarios decían entonces que tenía el apoyo del Congreso Nacional, las Fuerzas Armadas, el PRD, “los gringos” y otros. Pero la reelección no cuajó.
“Ahora es que más interés tengo en volver a dirigir el país”, decía el entonces presidente Leonel Fernández en 2011, lo cual confirmó cuando el 28 de marzo de ese año declaró, tras anunciarse que contaba con 2.2 millones de firmas para optar por un cuarto mandato, que “dejo la decisión en manos del PLD”.
¿Por qué cito esos pasajes históricos? Para recordar que el desencadenamiento de fuerzas y presiones puede impedir, inclusive a presidentes, cumplir sus deseos y, por el contrario, llevarlos a ser “Desbordados por los acontecimientos”, como tituló el embajador Bartlow Martin su libro sobre el golpe a Bosch.
El presidente Danilo Medina se encuentra ahora frente a una coyuntura en la que dependiendo de la administración que le dé su Gobierno a la demostrada y admitida estafa Odebrecht, podría desatar situaciones en las que en cualquier momento se genere “una chispa que encienda la pradera”, como decía un dirigente y teórico político.
Esa pradera es la indignante desigualdad que vive el pueblo, que tiene como burlona contraparte una sostenida producción de riquezas. La densa pradera del desmadre institucional y sus consecuencias más directas que son la corrupción, la impunidad y el desbordamiento de la delincuencia y la violencia social contenida.
La sobrecalentada pradera que forma un sistema judicial y altas cortes operando privilegiadamente al servicio del partido de Gobierno y sus dirigentes, y otras manifestaciones que han tenido un activo detonante con la estafa de Odebrecht, frente a la cual la mayoría del pueblo ha dicho ¡BASTA!
La mayoría ciudadana se ha empoderado del reclamo de que al velar por la legalidad del manejo del expediente Odebrecht, como jefe de estado y de Gobierno Medina garantice que se cumplan las penas de cárcel, las multas e indemnizaciones ascendentes a más de 360 millones de dólares, y la anulación de los contratos con esa firma mafiosa y corrupta.
La mayoría ciudadana se ha empoderado del criterio de que la Comisión de Notables es sólo un tente allá, meros “americanos feos”, y que las tales investigaciones del procurador, incluso su viaje a Brasil, son sólo allante, bulto y movimiento, y ensayo de manejos para exculpar a culpables y culpar a no culpables, sobre todo entre opositores y competencia del presidente Medina.
El presidente Medina tiene la bola histórica del lado de su cancha. Veamos cómo se sigue manejando. Seguiremos con el tema.