Muchos habitantes de la isla, en especial en las afueras de la capital, no podían conseguir agua, gas o combustible para los generadores de electricidad.
SAN JUAN (AP) — Miles de puertorriqueños empezaron a recibir raciones de agua y alimentos el viernes a medida que comienzan a superarse los obstáculos para la entrega de la asistencia, pero muchos continúan sin cubrir sus necesidades básicas y están desesperados por la falta de electricidad, comunicaciones y otros indicios de normalidad tras el paso del huracán María.
Muchos habitantes de la isla, en especial en las afueras de la capital, no podían conseguir agua, gas o combustible para los generadores de electricidad. Ello pesar de que camiones militares cargados con botellas de agua y otros suministros empezaban a llegar incluso a las zonas más alejadas de Puerto Rico y de que las autoridades federales de Estados Unidos mencionaron que había progreso en las acciones de recuperación.
En algunos casos, la asistencia distribuida por la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias de Estados Unidos (FEMA por sus siglas en inglés) es insuficiente para cubrir la demanda en la isla, donde viven 3,4 millones de personas. Casi toda la población carece de electricidad, la mitad no tiene agua en sus casas y las actividades económicas están paralizadas debido a los efectos de la tormenta que asoló la isla como un poderoso huracán de categoría 4.
No se ha recibido ninguna ayuda y se agota el agua, declaró Pedro González, quien limpiaba escombros para ganar algo de dinero en la localidad de Río Grande, en la costa norte.
Cada vez más desesperado y con una hija con síndrome de Down a la que mantiene, González decidió irse a Luisiana para quedarse con unos parientes.
La FEMA envió en los últimos tres días a Río Grande cargamentos de alimentos y agua, así como funcionarios que llegaron el jueves para que ayuden a distribuir paquetes de alimentos, agua y refrigerios en la comunidad. Sin embargo, algunas personas de localidades próximas se quejaron de que nadie les avisó sobre la entrega de la asistencia.
Esto ha sido un completo desastre, señaló la jubilada Jenny Cordero, de 64 años, que llenaba recipientes de plástico con agua de la casa de un vecino que se contaba entre los afortunados a los que les restablecieron el servicio.
Quienes recibieron la asistencia estaban agradecidos. Esto servirá un poco para no morir de hambre, declaró Anthony Jerena, de 33 años, y padre de dos adolescentes que recibieron dos cajas de agua, cada una con 24 botellas, y tres paquetes de comidas preparadas.
Yolanda Lebron, portavoz del alcalde de Río Grande, dijo que las autoridades utilizaron un vehículo con un altavoz para anunciar que la FEMA comenzaría a registrar a las personas para entregarles asistencia, pero no mencionó que el organismo distribuiría agua y alimentos.
Lebron dijo que la autoridad no se atrevió a anunciar la distribución de comida y agua porque no sabía si alcanzaría.
El gobernador Ricardo Rosselló y otros funcionarios dijeron que estaban conscientes de la profunda desilusión de la gente así como de las dificultades y peligros de vivir en una isla tropical sin aire acondicionado y sin o poca agua. Atribuyó la demora a los desafíos logísticos para mover la ayuda de los puertos y aeropuertos inhabilitados a causa de la tormenta, y después a las dificultades para distribuir los suministros por calles llenas de escombros.
Rosselló dijo el viernes que el gobierno confiscaría todos los alimentos que estuvieran en contenedores en los puertos que no hayan sido reclamados por sus dueños para distribuirlos gratuitamente entre la gente.
Según el gobernador, las actividades comenzaron a intensificarse en el aeropuerto y el gobierno ha solicitado que conductores y otros trabajadores de diversas agencias federales ayuden a la distribución de la asistencia, que auguró comenzará a fluir dentro de los próximos días.
El gobernador afirmó que reducirá tres horas el toque de queda nocturno para que la gente no salga de las calles desde las 7, sino desde las 9 de la noche, y que levantará la prohibición a la venta de alcohol decretada desde antes de la tormenta.
Las telecomunicaciones fueron restablecidas en aproximadamente 30% de la isla, lo que ha permitido a algunos habitantes comunicarse con sus parientes u otras personas para pedir ayuda si la necesitan.
Casi la mitad de los supermercados había abierto, aunque en horarios reducidos, así como alrededor de 60% de las gasolineras, aunque la gente podría tardar horas para comprar cantidades racionadas.
A pesar de que el congestionamiento en la distribución de la asistencia ha disminuido, casi todos mencionaban el agua como la necesidad mayor.
En la localidad de Santa Isabel, en la costa sur, Lebron Eduardo, de 60 años, dijo que todos los días ha acudido por agua a una estación de bombeo. No llega a la comunidad, afirmó.
En una localidad cercana, Jorge Ortiz, de 25 años, se bañaba con agua de un pozo al lado de un camino. La gente viene por agua para sus familias, los niños se bañan y los vecinos ya cocinan, apuntó. Salvo la mala experiencia, el huracán es algo que ha unido a la gente, señaló.