“La culpa de lo que nos pasa reside en el malvado afán de lucro”, solemos oír. La misma palabra “lucro” se entiende como abuso, robo, maldad…Y confesar que se quiere ser rico resulta poco elegante y hasta “inmoral”. Entonces la gente disimula sus intenciones. Y dice: “el dinero no da la felicidad”, “no me interesa la riqueza”, “la gente rica sufre demasiado”…
En lo que jamás se pierde el tiempo es en darle la vuelta a la idea y analizar qué hubiese pasado en el mundo si los hombres y mujeres que lo habitan no hubiesen buscado su provecho en el mercado.
¿Qué motivación hubiese tenido el panadero para ofrecernos la variedad de panes y bizcochos que conocemos hoy? ¿Qué tipo de zapato existiría? Probablemente todos negros y del mismo modelo ¿Qué arquitecto hubiera pasado noches enteras sin dormir, si no hubiese sabido de antemano que podía “lucrarse” vendiendo sus diseños? Y después de inventado el avión ¿hubiesen aparecido las líneas aéreas para que millones de personas pudiesen volar?
Nadie hace el ejercicio. Pero resulta que prácticamente toda evidencia de progreso en esta tierra se ha logrado gracias a este instinto de la gente de “sacar provecho”.
Y si panaderos, zapateros, arquitectos y líneas aéreas lograron efectivamente “lucrarse”, lo hicieron porque lo que ofrecieron gustó e interesó a quienes compraron. Porque nadie los obligó. Simplemente percibieron que esos bienes y servicios mejoraban sus vidas y pagaron por ellos.
¿Qué de malo hay en esto? Absolutamente nada. Pero se alerta contra el espíritu comercial. Y en lo que se hace para limitarlo es donde está el verdadero peligro: aumentar la burocracia reguladora y los servicios públicos “sin ánimos de lucro”.
Esto sí que es alarmante. Porque el ansia de beneficio no se acaba (es parte de nuestra naturaleza). Entonces, si se dificulta la capacidad de satisfacerla en el mercado, se concentrará en las arcas del Estado. Y “lucrarse” a través del Estado (por más disfrazado de altruismo que esté) solo se logra a través del atropello y el robo amparado en la legalidad. Jamás mejorándole la vida a nadie.