Con la autorización del autor, el periodista y escritor Miguel Guerrero, elCaribe digital presenta “1978-1986. Crónica de una transición fallida”, puesta en circulación en octubre del 2020, en plena pandemia del COVID 19, y que ofreceremos por entregas. Acceda al índice y al prólogo aquí
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CAPÍTULO I
Los problemas económicos enturbian el panorama electoral
Desde junio, la crisis en el abastecimiento de carne de res originó titulares de primera página en los prin- cipales diarios dominicanos. A mediados de mes, el problema tomó características diferentes. A los problemas de esca- sez muy agudos de períodos anteriores, siguió una crisis de calidad. Los tablajeros se quejaron de que los consumidores, aún a precios por debajo de control en algunos puestos de expendio, rechazaban el alimento por su baja calidad. Con ello creció la necesidad de que el Gobierno actuara más enérgicamente para resolver un problema que no sólo ocasionaba serios perjuicios al consumidor sino conse- cuencias más profundas sobre la economía nacional.
Era evidente que las autoridades eludían una confrontación con los ganaderos, que sin explicación satisfactoria violaron cuantas veces quisieron el acuerdo mediante el cual se comprometieron a suministrar a los mataderos un promedio de 200 reses diarias –con excepción de los martes y viernes-, para el consumo local. Con ese ganado, los mataderos abastecían a los tablajeros, de donde se nu- trían las familias de bajo y mediano ingresos, la mayoría entre los consumidores.
Se alegaba que la sequía de muchos meses causó estragos a la ganadería nacional y que los propietarios de hatos no estaban pasan- do por su mayor período de abundancia. Pero el Gobierno entendía que no se justificaba que las partes no pudieran superar sus diferen- cias y llegar a un acuerdo satisfactorio para ambos. Una solución
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en esos términos beneficiaría, no cabía duda, a los consumidores, ya afectados por la inflación y la escasez de algunos rubros impor- tantes. A medida que avanzaba el año, la economía ocupaba mayor atención que la creciente rivalidad entre el Gobierno de Balaguer y su Partido Reformista Social Cristiano y su rival el Partido Revolu- cionario Dominicano (PRD), a menos de un año de las elecciones.
En agosto, las autoridades azucareras recomendaron una polí- tica cautelosa de venta mientras persistan las condiciones adversas del mercado internacional. Todos los indicios parecían predecir, empero, que no habría cambios radicales en los comportamientos mundiales de precios por lo menos en el futuro inmediato.
El director del Instituto Azucarero (INAZUCAR), Quirilio Vilorio Sánchez, dijo que el país debía abstenerse de vender azúcar hasta que las cotizaciones superaran los costos de producción, con- siderablemente más altos ahora. Pero aunque sugirió que la absten- ción debía ser una estrategia no aclaró si se trataba de una política ya adoptada por el Gobierno.
La República Dominicana, que exportaba casi la totalidad de su producción anual calculada entonces en 1,250,000 de toneladas métricas, auspició el año anterior una política de “abstención” en las ventas, con el propósito de estimular el depresivo mercado interna- cional. Los resultados no fueron muy halagüeños entonces, debido en parte a la carencia de capacidad de almacenamiento y al poco respaldo que esa acción encontró en otros centros de producción importantes dentro del grupo de países exportadores reunidos en GEPLACEA.
Aleccionado por tan magros resultados, que obligaron luego al país a concertar contratos apresurados, las autoridades azucareras hicieron tempranos compromisos de venta en 1977, vendiendo al- rededor de 350,000 toneladas métricas en las primeras semanas de enero. Esos contratos, a razón de 9.50 dólares el quintal, dejaron pérdidas oficialmente estimadas en poco más de cuatro millones de
dólares al Consejo Estatal del Azúcar (CEA), principal productor dominicano. Las estadísticas del CEA indicaban que sus ingenios invertían más de 10 centavos en la producción de cada libra de azúcar.
Funcionarios dijeron que las sombrías perspectivas del merca- do y la precariedad en las condiciones del almacenamiento obliga- ron virtualmente a las autoridades a realizar las primeras ventas del año. En otras fuentes se afirmaba que hubo otra razón poderosa: la necesidad de divisas para hacer frente a los urgentes requerimientos de petróleo, en momentos en que la prolongada sequía reducía la capacidad de producción de las hidroeléctricas del país.
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A pesar de todo, las autoridades azucareras dominicanas se- guían mostrando optimismo con respecto a las perspectivas del cada vez más sombrío mercado internacional. El 11 de junio, por ejemplo, el director del Instituto Azucarero Dominicano (INAZU- CAR), Quirilio Vilorio Sánchez, predijo que el mes siguiente en Londres, se llegaría a un acuerdo que estabilizaría los precios mun- diales del producto. Hacía poco más de un mes y medio que el país rechazara la venta de una considerable cantidad de azúcar puesta en subasta, debido a que la mejor oferta en esa oportunidad, aunque por encima del cierre del día en las operaciones del mercado de Nueva York, era ligeramente inferior a los once centavos por libra. Funcionarios dominicanos dijeron entonces que la decisión había sido adoptada en la creencia de que la escasez de físicos para entrega en mayo y junio provocaría un alza considerable en las tendencias del mercado internacional. Algunos días después el precio descen- dió a nueve centavos y jamás volvió a recuperarse. Esa semana, el nivel promedio en Nueva York fue de poco más de 8.50 centavos libras.
En julio hubo un nuevo intento en Londres en busca de un acuerdo internacional para poner fin a las vicisitudes económicas
que los deprimidos precios del dulce planteaban a las naciones ex- portadoras latinoamericanas, como la República Dominicana. De antemano, sin embargo, el esfuerzo parecía ya condenado al fra- caso. Aunque los grandes centros de producción del Hemisferio cifraban esperanzas en los resultados de esa reunión, a iniciarse el 22 de julio, expertos azucareros creían que diversos factores “de mucho peso en el mercado” gravitarían negativamente sobre las tenden- cias mundiales de precios. La impresión en esos círculos era que mientras persistiera tal situación “serán realmente muy pobres las posibilidades” de un acuerdo general entre los consumidores y los exportadores que beneficie a estos últimos.
Funcionarios dominicanos insistían, sin embargo, en que la cita de Londres, en la que solo intervendrán jefes de delegaciones con sus representantes técnicos y que será de mucha menor dura- ción y magnitud que la recién finalizada Conferencia Mundial Azu- carera de Ginebra marcaría el paso de un eventual y satisfactorio acuerdo sobre precios.
En Londres, las naciones involucradas en el complejo rompe- cabezas de la comercialización azucarera tenían la misión de decidir si era posible una nueva conferencia negociadora. Pero aún en el caso de que esto se lograra, las perspectivas de un final distinto al de seis semanas de infructuosas negociaciones en Ginebra parecían remotas, por lo menos mientras existiera en los países consumi- dores la certeza de la existencia de azúcar suficiente para abastecer sus requerimientos. El mercado, que frecuentemente es movido por presiones sicológicas, estuvo sometido por meses a los más diversos informes sobre existencias reales. Mientras los consumidores consi- deraban que la producción sería de alrededor de seis millones de to- neladas métricas por encima de las proyecciones del consumo mun- dial, los productores, insistían en que a lo sumo la producción será de 84.5 millones de toneladas. Cualquiera que fuera la cifra real, las estadísticas mostraban que en efecto había más azúcar disponible
que la que el público y la industria necesitaba en todo el mundo. Los exportadores tenían además en su contra la enorme populari- dad en Estados Unidos y otros grandes centros consumidores de los edulcorantes artificiales, en especial los extraídos del maíz.
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A pesar de las críticas del PRD, las autoridades rodeaban de hermetismo las negociaciones para la concesión a empresas extran- jeras de permisos de exploración y eventual explotación de posibles yacimientos petroleros. Desde comienzos de junio, el tema se con- virtió en otro factor de conflicto Oposición–Gobierno. El pretexto para justificar esa “política de silencio” radicaba en la presunción de que la divulgación previa de los detalles de las condiciones de futuros contratos podrían entorpecer las negociaciones o “irritar” a los inversionistas foráneos. Cualquiera de esas posibilidades, según se entendía en los círculos gubernamentales, bastaría para que los inversionistas hicieran sus maletas y se fueran.
La justificación era tan inocente que someterla a discusión pública equivaldría en cierto modo a valorizarla, escribí en varios análisis para El Caribe y otros medios en el extranjero. A nadie se le escapaba que las compañías negociaban con los funcionarios do- minicanos por la creencia de que el petróleo que se supone existía bajo el subsuelo dominicano era suficiente no sólo para aceptar al- gunas indiscreciones en materia de información sino para arriesgar algunos años y millones en trabajos de exploración.
Debido a la importancia que para el futuro tenían estas discu- siones, era lógico esperar que se informara sincera y adecuadamente a la opinión pública nacional de los resultados y el desarrollo de esas pláticas. No se justificaba tampoco que cinco meses después de haber sido firmado, el Congreso Nacional no sancionara todavía el contrato otorgado en el mayor misterio a la empresa multinacional venezolana Las Mercedes, sociedad anónima, algunas de cuyas cláu-
sulas fueron denunciadas en la prensa como lesivas al más legítimo interés nacional. El petróleo transformaría por completo la econo- mía y los patrones de vida nacionales. Incluso las costumbres y los hábitos de consumo serían radicalmente afectados. Estaríamos ante una verdadera revolución si ese líquido negro maravilloso comen- zara algún día a brotar desde el fondo de la tierra. No se justificaba, entonces, tanto celo.
En once años de tránsito firme hacia la democratización y la consolidación de las instituciones desde 1966, la opinión pública había alcanzado cierto grado de madurez. Necesitaba y reclamaba ser informada. Los que sostenían lo contrario debían tener presen- te que la falta de información adecuada, sincera y a tiempo, evita siempre la especulación que solo trae costosas tergiversaciones.
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En julio, los resultados desalentadores de la Conferencia In- ternacional del Azúcar, en Ginebra, Suiza, precipitaron cambios en la composición y la política del hasta entonces monolítico grupo de países de GEPLACEA, del que la República Dominicana era miembro. Contrario a como ocurre con la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), los signatarios de GEPLACEA no dependen, en su conjunto, económico y estratégicamente del azúcar como aquellos del petróleo. Además, el azúcar no es un pro- ducto tan vitalmente necesario para el desarrollo y la vida modernas como aquél y tiene demasiados sustitutos.
Sucede que los países industriales, principales importadores azucareros, pueden someterse con alguna facilidad, como es el caso de los Estados Unidos, a una reducción gradual de sus compras de azúcar sin afectar su estructura económica y ni tan siquiera roer su industria de gaseosas y de dulces que emplea gran cantidad de nues- tro producto básico de exportación. Pero lo esencial es el hecho de que ninguno de los países de GEPLACEA depende en forma simi- lar del azúcar, como sucede con la República Dominicana. Cuba,
por ejemplo, tenía un mercado garantizado y protegido en la Unión Soviética y otras áreas del bloque oriental europeo. Brasil, el mayor productor, poseía un vasto y creciente mercado interno; Argentina no era un gran exportador, México apenas es autosuficiente y Ve- nezuela y Colombia han estado adquiriendo azúcar extranjera para suplir sus necesidades domésticas.
Era evidente que el fracaso de Ginebra tendría que promover cambios en la política azucarera dominicana. El Gobierno del pre- sidente Balaguer o los funcionarios responsables de la industria vital del país tendrían que regresar al recurso de las negociaciones bila- terales con los Estados Unidos para alguna solución a corto plazo y estable al problema azucarero.
En el mercado norteamericano, al que tradicionalmente se des- tinaba el 80 por ciento o más de nuestra producción exportable, es- taba el destino de la industria azucarera nacional. Esta verdad irre- futable quedaba dramáticamente sellada con el fracaso de Ginebra y la poca solidaria actitud asumida por los países de la Comunidad Económica Europea que tan férreamente se opusieron a un acuer- do general basado en un sistema de cuotas, como lo pretendían los miembros de GEPLACEA.
Existía una marcada tendencia a depositar en los periódicos ciclos de alza en el mercado internacional, el futuro de la industria. Así como podrían subir estrepitosamente de nuevo los niveles del mercado, en la misma forma brusca e inesperada descenderían. La economía nacional no podía seguir sujeta a estos vaivenes.
El tema azucarero siguió dominando la escena en agosto. GE- PLACEA volvería a reunirse a finales del mes en Kingston, en otro ángulo de la lucha para salvar los deprimidos niveles de las cotiza- ciones mundiales. Fuentes de la industria local no se hacían mu- chas esperanzas de que la conferencia pudiera convertirse en una especie de varita mágica que pusieran fin a los problemas derivados de los bajos precios en los mercados internacionales. Sin embargo,
la importancia de la reunión residía en el hecho de que los países productores se proponían sentar las bases de una estrategia común de negociación con vista a la futura concertación de un acuerdo que estabilizara el mercado y otorgara un respiro prolongado a las di- ficultades económicas que confrontaba la industria y naciones que dependían en gran medida de sus ventas azucareras.
Las perspectivas de que en este último aspecto, la conferen- cia de Kingston culminara con éxito, eran realmente inmejorables. Esto no garantizaba, empero, una solución a los problemas de un mercado de baja constante. Las dificultades mayores vendrán des- pués, cuando los países del grupo se sienten por segunda vez en Ginebra con representantes de las naciones consumidoras en busca de un arreglo que pusiera punto final a sus problemas económicos.
Era lógico suponer difíciles y largos días de negociación y de su ingenio para forzar un arreglo satisfactorio. A finales de mes, surgieron indicios de futuros mejores tiempos para el azúcar. El secretario de Agricultura norteamericano, Robert Bergland, como parte de una serie de medidas para proteger los precios de algunos productos básicos de gran consumo en Estados Unidos, propuso al presidente Jimmy Carter acciones para reducir la producción de trigo y un plan para subsidiar a los productores azucareros. Según se informa el proyecto sobre el azúcar consistiría en la fijación de un precio sostén obligatorio para el producto, tanto producido a base de remolacha como de caña. Esto determinaría, según Bergland, un precio mínimo en el Mercado de 13.5 centavos por libra, que sería sostenido por la imposición de cuotas de importación para obligar a subir las cotizaciones.
Funcionarios allegados a la industria azucarera dominicana di- jeron que en “esencia” era parecido al plan que, como solución a la crisis, había sugerido el Gobierno a la administración demócrata que gobernaba en Washington. Las autoridades dominicanas ale- garon que el restablecimiento del antiguo sistema de cuotas entre
1978-1986 La transición fallida
abastecedores extranjeros, regularizaría el mercado doméstico nor- teamericano y alentaría las cotizaciones en el cada vez más depri- mido mercado libre mundial, que soporta todo el peso de los exce- dentes mundiales.
Si los países exportadores de América Latina y el Caribe com- prometían parte sustancial de su producción en el mercado de Es- tados Unidos, que importaba más de dos millones de toneladas métricas al año, aumentaría automáticamente la demanda en el mercado mundial, con el consiguiente repunte de las cotizaciones. Quizá era muy pronto para predecir cuál sería la suerte de la pro- puesta Bergland y qué acogida tendría en el Gobierno y el Congre- so norteamericano. Pero no cabían dudas que jugaría un papel muy importante en el futuro inmediato del mercado.
Ante la proximidad de una nueva conferencia en Ginebra y la urgencia de encontrar una solución satisfactoria para los precios del azúcar, la reunión convocada para el 29 de agosto en Kingston, revestía una trascendencia excepcional.
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El 24 de septiembre el administrador de la Corporación Do- minicana de Electricidad (CDE), Pedro Manuel Casals Victoria, volvió a dar vigencia al controvertido debate respecto a la existencia o no de petróleo en el subsuelo dominicano. Algunos órganos ha- bían estado informando del hallazgo de importantes yacimientos en terrenos ubicados dentro de la concesión, no aprobada todavía por el Congreso, otorgada a la empresa multinacional venezola- na Las Mercedes Sociedad Anónima. Casals Victoria dijo en una entrevista por la radio televisora oficial que en enero del 1978, la CDE iniciará la perforación del primer pozo de gran capacidad en el territorio nacional. Esta declaración insinuaba una pregunta. Si éste será el primer pozo, ¿cómo se ha descubierto la existencia del petróleo a que el propio administrador de la CDE se refería? Por la trascendencia del problema energético nacional escribí que la Cor-
poración o cualquier otra autoridad competente debería aclarar el asunto, informando oficialmente a la opinión pública si realmente se ha encontrado petróleo, en qué cantidad, dónde se hizo el descu- brimiento, cuándo y cómo.
Dejar las cosas sin definir contribuía a alimentar expectativas falsas, con todos los problemas sociales que ello generaba. Por eso, y otras razones, se le exigió a Casals Victoria ser más explícito.
Si las versiones sobre la existencia de petróleo fuesen realmente ciertas, el país tendría de que alegrarse. El petróleo era vital para el futuro económico dominicano. En los últimos años, desde la acción política árabe que triplicó el precio de exportación -tras el fracaso de la agresión militar que dio comienzo a la guerra del Iom Kippur para destruir a Israel-, la República Dominicana fue duramente cas- tigada por el alza de los hidrocarburos. En 1976, para citar un solo ejemplo, las importaciones petroleras, casi en su totalidad proceden- tes de Venezuela, significaron alrededor de 179 millones de dóla- res para el erario. En 1973, las necesidades energéticas dominicanas derivadas del petróleo, costaron solo unos 43 millones de dólares.
Por el aumento en el consumo, esas compras aumentaron a un promedio de 10 a 12 millones de dólares anuales. Sin embargo, había que tener en cuenta que la congelación de los precios decre- tada por la OPEP, de la que Venezuela es socio fundador, expiraría a comienzos del 1978.
En vista de las dificultades en encontrar sustitutos, para sus diversos y complejos usos modernos, el petróleo seguiría inevitable- mente ascendiendo en la ya abrumadora escala de precios. Esas eran algunas de las razones de la importancia de que el país encontrara crudo, no importa en qué cantidad.
Como el consumo doméstico era de alrededor de 33,000 ba- rriles diarios, no se necesitaba de yacimientos muy grandes para ser autosuficientes en materia energética. Sin embargo, los informes,
todavía extraoficiales, de la presunta existencia de petróleo creaban demasiadas expectativas. Una enorme frustración podría ser el re- sultado, en caso de que tales versiones no se ajustaran a la realidad.
Las dudas respecto a tales informes nacían del hecho de que no se sabía de ningún pozo abierto. Además, ninguna de las empresas multinacionales, hasta donde se sabía había iniciado formalmente trabajos de exploración. El Congreso, apenas, por otra parte, había comenzado a aprobar esos contratos, precisamente en una forma muy precipitada. Fue muy criticado, por ejemplo, que el Senado aprobara, en una sesión relámpago y sin que se leyera siquiera el tex- to del documento, el contrato suscrito en enero con Las Mercedes.
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En septiembre me tocó acompañar al presidente Balaguer a Washington para la firma del tratado en virtud del cual, Estados Unidos devolvía el control administrativo del Canal de Panamá a los panameños. El 7 de ese mes envié al periódico el siguiente des- pacho: “El presidente Joaquín Balaguer se reunirá mañana por la tarde con su colega Jimmy Carter en la Casa Blanca, para sostener conversaciones en las que, según el mandatario dominicano, “nece- sariamente” saldrá a relucir el problema del azúcar.
“El doctor Balaguer dijo, sin embargo, que todavía no se ha- bían determinado los temas que serían tratados en la entrevista.
“Balaguer afirmó que el azúcar tiene una importancia vital para la “supervivencia económica” de la República Dominicana.
“El presidente dijo que el problema azucarero dominicano debe ser enfocado “con un criterio especial” por el Gobierno de los Estados Unidos.
“Y señaló que habrá un planteamiento similar al presidente Carter cuando se efectúe la entrevista de los dos gobernantes, fijada para las 2:45 de la tarde.
“No es lo mismo el caso de otro país productor que el caso de la República Dominicana”, expresó Balaguer.
“El jefe del Estado Dominicano consideró que el problema del azúcar es “vital” para su país más que para ninguna otra nación del hemisferio.
“Destacó, por ejemplo, que el azúcar representa no solo el 60 por ciento de las divisas que ingresan anualmente al país, a pesar de los bajos precios del mercado internacional, sino también el 20 por ciento del Producto Nacional Bruto (PNB) y gran parte de sus exportaciones.
“De manera que la baja de los precios del azúcar tiene una in- cidencia para nuestro país que no tiene en ningún otro país produc- tor del continente, en el mundo”, dijo. “Por esa razón estimo que el problema azucarero dominicano debe ser enfocado con un criterio especial por el Gobierno de los Estados Unidos”.
“El tratamiento que nosotros merecemos tiene que ser especial por las razones señaladas”, afirmó Balaguer, en una entrevista en la sede de la embajada dominicana.
“Tengo esperanzas que estas consideraciones sean tomadas en cuenta por el Gobierno de Estados Unidos, por la Conferencia de Ginebra (que comienza el próximo día 12) y que en alguna forma se buscará alguna solución constructiva, sobre todo en beneficio de los países que, como la República Dominicana, dependen en gran parte para su supervivencia económica de su producción azucare- ra”, agregó.
“Balaguer tocó el tema azucarero por segunda vez, en el día cuando un periodista dominicano intervino en una entrevista que el presidente concedía a la cadena de televisión National Broadcas- ting Company (NBC), para pedirle a los entrevistadores que debían tratarle ese problema.
“El periodista consideró que las preguntas que le habían for- mulado los representantes de la NBC no eran “trascendentales” para la República Dominicana y que el estallido de dos bombas en la mañana de hoy en Washington por elementos terroristas clan- destinos, no tenía nada que ver con la delegación ni el Gobierno dominicano.
“Una de las bombas estalló en el edificio donde funcionan las oficinas de la línea aérea estatal soviética Aeroflot, causando ligeros destrozos, y la otra cerca de la Casa Blanca donde esta noche cenará con el presidente Balaguer y los demás jefes de estados latinoame- ricanos presentes aquí con motivo de la firma, momentos antes, de los acuerdos de un nuevo tratado sobre el Canal de Panamá.
“La NBC había preguntado a Balaguer su opinión sobre la alarma que en algunos sectores de esta capital habían producido los dos atentados con bombas, a lo cual respondió:
“No me he enterado. Pero son cosas naturales que pasan en el mundo entero”.
“En alguna forma”, agregó el presidente, “la oposición, si acaso la oposición comunista, el izquierdismo radicalizado, quiere hacer- se presente y se manifiesta en actos de esta naturaleza”.
“Son cosas propias de la democracia, donde todo el mundo tiene derecho a disentir de las opiniones ajenas”, expresó.
“Aunque Balaguer se refirió a los comunistas, la policía de Was- hington piensa que los atentados fueron realizados por organiza- ciones anticastristas que protestan por la situación de los derechos humanos en Cuba y la progresiva política de distensión que aus- picia la administración Carter frente al régimen comunista de La Habana.
“Por otra parte, Balaguer atribuyó la importancia de su visita y la de otros estadistas latinoamericanos a la capital norteamericana a
la posibilidad de establecer contactos personales que promuevan la solución de los problemas que puedan existir en las relaciones entre cualquiera de esos países y los Estados Unidos.
“Sin embargo, aclaró que no existe ninguna desavenencia en las relaciones dominico-norteamericanas y que la cuestión azucare- ra no es “ningún problema específico” entre las dos naciones porque se trata de un asunto de interés común para todos los productores de azúcar”.
El 8 de septiembre envié desde Washington otro despacho a El Caribe, cuyo texto fue el siguiente:
“El Gobierno dominicano pidió oficialmente hoy al de Estados Unidos que en caso de que fracasen las próximas conversaciones de Ginebra para la concertación de un acuerdo internacional azu- carero, la Casa Blanca retorne al sistema de cuotas otorgando a la República Dominicana una participación equivalente al monto de sus exportaciones anuales en los dos últimos años.
“El planteamiento fue hecho esta tarde por el presidente Joa- quín Balaguer al mandatario norteamericano Jimmy Carter en una entrevista privada que duró más de una hora y 15 minutos, casi el doble de lo que inicialmente se tenía previsto.
“Balaguer dijo después que había dado a conocer a Carter los puntos de vista de su Gobierno respecto al problema de los bajos precios mundiales del azúcar.
“El presidente advirtió que la cuestión reviste una importancia de primer orden para su país puesto que la ruina de la industria azucarera podría precipitar un colapso económico en esa nación.
“Indicó que Carter había expresado su conformidad con la ex- plicación que él le hizo y que ambos estuvieron de acuerdo en la necesidad de que en Ginebra las posiciones de los dos países coin- cidan en abogar por una solución a la crisis azucarera basada en el establecimiento de un precio mínimo de 13.5 centavos libra.
“Las naciones productoras y consumidoras de azúcar se reu- nirán por segunda vez en Ginebra a partir del próximo lunes, en otro esfuerzo por encontrar una salida a este espinoso problema. Durante seis semanas, a partir de mayo pasado, los representantes de esos países no pudieron conciliar sus intereses y sentar las bases de un acuerdo.
“Carter dijo esta tarde que tenía confianza en que esta vez se llegue a un arreglo satisfactorio.
“Por su parte, Balaguer explicó que había dicho a Carter que en caso de que la conferencia de Ginebra concluya sin un acuerdo concreto en los términos deseados, el Gobierno dominicano espe- ra que Estados Unidos restaure su antiguo sistema de cuotas para abastecedores extranjeros.
“La aspiración nacional, agregó, es que este sistema de cuotas fije a la República Dominicana un monto equivalente al nivel de las ventas realizadas anualmente, en los últimos años, al mercado norteamericano.
“Hice hincapié”, expresó Balaguer, “en que para la República Dominicana, a diferencia de lo que ocurre en otros países azucare- ros, es vital la obtención de un tratamiento equitativo, puesto que la industria azucarera representa nuestra mayor entrada de divisas, el 20 por ciento de nuestro producto nacional bruto”.
“Dijo que Carter había considerado que esta circunstancia “es digna de consideración y que Estados Unidos presentaría en su mo- mento dado, la atención debida.
“Hice hincapié”, prosiguió el gobernante dominicano, “en que no es un privilegio la solicitud dominicana y no equivaldría a un tratamiento discriminatorio contra otros productores porque en la República Dominica el monocultivo obedece a razones históricas que aún no han podido ser totalmente superadas”.
“Se estableció”, dijo Balaguer “con capital norteamericano en Barahona, la Romana y luego en el Norte. Después se amplió con- siderablemente con el régimen de Trujillo hasta el punto que gran parte de las áreas agrícolas pasaron a formar parte de la industria y se acentuó así la dependencia azucarera”.
“Manifestó que además de esta explicación hizo ver a Carter “que no consideramos esa situación permanente y que no pedíamos un tratamiento preferencial (en materia azucarera) en forma defini- tiva”, porque desde hace años “se hacen esfuerzos para diversificar la industria”.
“El plan del Gobierno, dijo, “que yo estimo no debe prolon- garse por más de cinco años, es reducir sustancialmente la impor- tancia que tiene el azúcar para la economía con el aumento de otras exportaciones tradicionales -como el café, cacao, etc.-que habían desmejorado”.
“En esos planes figuran también programas para mejorar la ex- portación de otros renglones agrícolas no tradicionales “que tienen mercados seguros en Estados Unidos” y en otros lugares.
“Balaguer expresó que también había dicho a Carter que las grandes presas del Gobierno -dos en operación y otras tres a punto de ser entregadas “al servicio público”- permitirán impulsar el plan de diversificación de la agricultura”.
“El propósito del Gobierno en esas nuevas áreas es que no se fomenten ni la ganadería ni la industria azucarera, sino la agricultu- ra propiamente dicha”, dijo.
“A Carter le complació saber”, agregó, “que en la República Dominicana, con recursos propios, se hacen esfuerzos para diversi- ficar su producción y hacerse menos dependiente del azúcar”.
“Indicó que Carter se había mostrado también satisfecho de que el Gobierno dominicano cooperara con los esfuerzos a favor de los derechos humanos”.
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La entrevista de Balaguer con Carter impresionó favorable- mente al presidente de Estados Unidos. El Caribe resaltó en prime- ra página la versión que envié de ella desde Washington. El texto fue el siguiente: “Jimmy Carter exhibió su amplia sonrisa y con una breve frase en español se despidió de su colega dominicano Joaquín Balaguer, en los jardines de la Casa Blanca.
“La cálida despedida fue el momento cumbre de la exitosa vi- sita de tres días su primera como jefe de estado al territorio nortea- mericano del presidente Balaguer a la capital estadounidense con motivo de los actos de la firma de un nuevo y controvertido tratado sobre el Canal de Panamá.
“Muchos de los resultados de este viaje habrán sido una sorpre- sa para el propio presidente, puesto que en vista del gran número de estadistas que habían sido invitados a la histórica ceremonia existió la creencia de que la atención oficial iba a estar muy compartida. Partiendo de esta premisa, la impresión inicial, incluso para muchos de los funcionarios dominicanos que coincidieron en Washington con Balaguer, era de que se trataba de un viaje protocolar, del que no podían esperarse ventajas políticas.
“Carter vio en Balaguer a un político diferente al del resto de los jefes de Estado presentes en la capital norteamericana. No es por tanto sorprendente que espontáneamente hubiera tenido frases de elogio hacia su colega de 70 años, luego de la entrevista de ambos en el Salón Ovalado de la mansión presidencial, que se prolongó por casi hora y media, el doble de lo que estaba previsto.
“Con su mirada taciturna, casi triste, y su lento y pausado ha- blar, Balaguer fue indudablemente un contraste muy fuerte frente a los otros presidentes físicamente más vigorosos, pero enfrentados a muy serios y difíciles problemas políticos y económicos en sus res- pectivos países, algunos de los cuales chocan con los nuevos puntos
de vista que rigen la política exterior norteamericana, como es el caso de los derechos humanos.
“Balaguer impresionó favorablemente a Carter, no hay dudas de eso. Y lo demostró cuando dijo a un grupo de periodistas, sin que nadie le preguntara, lo siguiente:
“El Presidente ha sentado un ejemplo para todos los líderes de estas naciones, cambiando a su propio país y a su propia gen- te, sustrayéndolo de una forma totalitaria de Gobierno hacia una democracia pura. Su promesa de preservar los derechos humanos guiando a otras naciones en sus esfuerzos han sido una fuente de inspiración para mí”.
“El mandatario norteamericano también destacó el nivel ópti- mo en que se encuentran las relaciones entre los dos países, proba- blemente una de las pocas zonas del hemisferio libre de conflictos para Estados Unidos. “No creo que existan otros dos países”, ex- presó, “que hayan trabajado más juntos en los asuntos relacionados con el hemisferio y las Naciones Unidas como lo han hecho los Estados Unidos y la República Dominicana”.
“El hecho de que Carter prolongara más allá de lo previsto su conversación privada con Balaguer y luego caminara un largo trecho a su lado para despedirle, lo que no hizo con ninguno de los otros mandatarios que estuvieron en Washington, subraya el interés que su administración demócrata presta a uno de los escasos países donde aún sobrevive la democracia representativa en América La- tina.
“Los éxitos más notables de las gestiones de Balaguer en esta capital se refieren específicamente a las dos cuestiones cruciales de su trato con Estados Unidos: el azúcar y los derechos humanos. Respecto al primero, Carter prometió a Balaguer que Washington prestará a la República Dominicana la atención debida al momento de definir una nueva política azucarera.
“Además, Balaguer obtuvo seguridades de su colega de que Es- tados Unidos respaldará en Ginebra la concertación de un acuerdo internacional que regularice los precios mundiales del producto a un nivel de 13.5 centavos de dólares por libra, que ambos países concuerdan como básico para salvar la maltrecha industria, base de la economía dominicana.
“Balaguer fue claro y determinante en sus planteamientos ante el dirigente de la Casa Blanca. Le dijo, según reveló luego a los periodistas, que había solicitado que se analizara el problema azu- carero dominicano con un “criterio especial”. A su juicio, esto no constituye ningún tratamiento privilegiado hacia la República Do- minicana ni tampoco una discriminación hacia otros productores, en vista de que su país, con la sola y probable excepción de Cuba
-que tiene mercados de exportación protegidos en la Unión Soviéti- ca y otras naciones del Este de Europa-, depende como ningún otro de sus ventas de azúcar al exterior.
“Carter le respondió que en su momento dado, Estados Uni- dos tomaría todas estas premisas en cuenta y luego reconoció pú- blicamente que las decisiones que pueden adoptar las autoridades norteamericanas frente a la crisis azucarera tendrían una resonancia decisiva en esa nación del Caribe.
“Por su impacto político, la gestión más auspiciosa fue, sin em- bargo, el reconocimiento público de Carter a las formas democráti- cas que imperan en la República Dominicana y los avances sociales alcanzados por ese país.
“En los últimos años ha habido un progreso increíble en la Re- pública Dominicana”, manifestó el psresidente estadounidense, al destacar el respeto de los derechos humanos que, afirmó, existe allí.
“Parte del éxito de su visita, estribó en la importancia que Ba- laguer prestó aquí al tema de los derechos humanos, en momentos en que el deterioro de la situación de esos principios en Argentina,
Chile, Uruguay, Paraguay, Brasil y Nicaragua, entre otros, ensom- brecía la presencia de los líderes de esos países en la cita de Washin- gton.
“Los gritos de “Pinochet asesino”, “Videla torturador” y otros estribillos retumbaron las paredes exteriores de la Casa Blanca, mientras los presidentes cenaban tranquilamente la misma noche de la firma del acuerdo del Canal de Panamá y afuera cientos de exiliados latinoamericanos dejaban escapar su descontento por la presencia de tantos dictadores.
“Para Carter, la presencia de Balaguer, y los presidentes de Ve- nezuela, Carlos Andrés Pérez; Colombia, Alfonso López Michel- sen; y de Costa Rica, Daniel Oduber, fue probablemente el único testimonio de que su cruzada a favor de los derechos humanos ha encontrado eco en América Latina. No es de extrañar por tanto -si se toma en cuenta que Pérez fue principalmente un invitado del hombre fuerte de Panamá, general Omar Torrijos, Oduber tiene serios problemas con Washington por el sonado caso Vesco y López dejó encendida a Colombia por los cuatro costados-, que Carter se volcara espontáneamente en elogios hacia Balaguer.
“Haciendo gala de su enorme habilidad política y su sentido de la oportunidad, Balaguer no desaprovechó oportunidad para sub- rayar la importancia de los derechos humanos e incluso inició su visita oficial con una dramática exhortación en el aeropuerto militar Andrews, a su llegada, para instar a los demás países del hemisferio a empeñarse “cada día más” en beneficio de la preservación de esos derechos.
“Lo primero que tenemos que hacer, dijo, “es poner en orden nuestras casas”.
“El Gobierno también aprovechó la ocasión para firmar la Convención Interamericana sobre Derechos Humanos, que había sido suscrita por once países en San José, Costa Rica, en 1972, y exhortar a todo el resto de la región a ratificarla de manera que pueda ser un efectivo instrumento de comprensión a través del cual se garanticen los derechos individuales.
“Tal iniciativa no pudo ser más propicia y, sin duda, añadió una victoria política al viaje del Presidente dominicano a Estados Unidos”.
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La favorable opinión que Balaguer inspiró en Carter, alimentó en los partidarios del presidente la vaga y falsa idea de que Estados Unidos veía con buenos ojos una cuarta administración del man- datario dominicano. A su regreso a Santo Domingo se publicaron folletos y papeles promoviendo una nueva reelección basada en la errónea ilusión de que la presidencia de un Gobierno firme daba a los Estados Unidos más garantías que una transferencia de mando a un partido como el PRD de fuertes vinculaciones con la izquierda latinoamericana y muy cercano al régimen castrista.
En mis conversaciones con funcionarios del Departamento de Estado a los que entrevisté en Washington, pude sacar en claro que la edad de Balaguer y su estado de salud, no ofrecían a los Estados Unidos garantías de estabilidad política en la región. A mi regreso a la redacción le comenté mis impresiones al director de El Caribe, Germán Ornes, quien me dijo: “yo creo también lo mismo”.
El curso de la campaña política en los meses siguientes demostrarón que esa percepción era correcta.