Conocí al embajador Zhang Run con ocasión del inicio de las relaciones diplomáticas de la República Popular China y la República Dominicana, un paso relevante y soberano efectivo el 1 de mayo de 2018, por la decisión acertada y valiente del entonces presidente Danilo Medina Sánchez, relaciones que hasta hoy el presidente Luis Abinader ha mantenido.
El embajador Run tiene una larga trayectoria diplomática, tanto en su país como en la región de Latinoamérica y el Caribe, cuya experiencia ha demostrado con eficiente cumplimiento de sus respectivas misiones. En el país, no sólo ha sido un eficiente diplomático auténtico representante de su Gobierno y de su pueblo, también ha demostrado ser un filántropo, entendido este concepto como el interés y demostración de ayudar, colaborar y darse al servicio de los demás, para que el mundo que compartimos sea cada vez mejor. Tiene un elevado sentido de la solidaridad y de amor al prójimo. Por estas características y por su visión política, ha sido fácil construir con él y el equipo que le compaña en la misión, una gran amistad sustentada, además, en las históricas relaciones que mantenemos entre el Movimiento Izquierda Unida que me honra dirigir y el Partido Comunista Chino.
Su labor ha sido ardua también en materia geopolítica porque un país, un Estado, los intereses colectivos de un pueblo no solo se representan en la diplomacia de etiqueta protocolar, se representan y se defienden en todos los terrenos que presenten las circunstancias, y es entonces cuando se pone en práctica la voluntad política, la vocación de servicio y el patriotismo.
Hoy, este destacado diplomático, cuya gestión fue un punto de apoyo humano y solidario para el pueblo dominicano en momentos más difíciles de la pandemia del Covid-19, para el acceso a la vacuna china mientras farmacéuticas estadounidenses no cumplían sus acuerdos con el Gobierno dominicano, ha concluido su misión. Tenemos tanta gratitud hacia su Gobierno y su pueblo, que lo menos a hacer para expresarlo y demostrarlo es dedicarle esta columna y compartir con los amigos lectores nuestra valoración sobre esta persona proveniente de la provincia de Hunan, situada en el centro de China y una de las primeras provincias en acercarse a la República Dominicana después del establecimiento de las relaciones diplomáticas. Tuve el mérito de conocer esta provincia con su acompañamiento, que además es la cuna de nacimiento del gran líder Mao Tse-tung, y hemos mantenido amistad y relación fraterna con las autoridades de dicha provincia, donde estaremos el mes próximo respondiendo a su cordial invitación.
Todos ven y califican con buenas perspectivas las relaciones diplomáticas de República Dominicana y la República Popular China, desde distintos ángulos; el embajador chino Zhang Run está conteste de esto y ha realizado una labor diplomática ejemplar y cumplido su misión; también está conteste de que continuará su buena labor en otro país hermano, como México, donde serán sus nuevas funciones. Le deseamos éxitos y ojalá no haya motivo para otro artículo que parta de este título. ¡Enhorabuena amigo!
En este contexto, el avance en unas relaciones diplomáticas que, desde sus inicios, con casi cinco años de establecidas se perfilan fructíferas en beneficio de ambos pueblos, llama la atención que en el país se pretenda presentar el espectáculo de la secta “Falun Gong”, un instrumento político, disfrazado de cultura, cuya única finalidad es desacreditar por el mundo el sistema político de la República Popular China. Según noticias de medios chinos esta secta se ha estado promoviendo en otros países a través de la “Shen Yun Performing Arts” motivando al público para adquirir boletos, bajo el llamativo título de que el espectáculo “revive la cultura china destruida”, cuando la realidad es que este espectáculo está oficialmente prohibido en China. Aquí, en su afán de arrastrar público y autoridades, han repartido boletas en ambas cámaras legislativas.
Para estos fines, según se ha informado, han sido contratados el Gran Teatro Cibao de la ciudad de Santiago y el Teatro Nacional de Santo Domingo, por las facilidades que les ha brindado la ministra de Cultura, replicando la versión de esta secta, de que se trata de una actividad cultural, lo cual es un desafío frente al Gobierno chino al desconocer una política interna decidida de manera soberana. Y como tal se debe respetar. Que este grupo venga al país a tratar de divulgar esa difamación contra la República Popular China no es extraño, porque detrás de ese montaje están la embajada norteamericana y la de Canadá.
Ante esta situación, es cuestionable que se pongan en juego las incipientes relaciones entre China y República Dominicana. Que no quepan dudas, que permitir estas presentaciones en espacios oficiales tendrá consecuencias en las relaciones.