Muchas veces ocurre que no reparamos en el valor de algo hasta que lo perdemos. Ojalá que eso no ocurra con la sensibilidad humana. Entre esos privilegios con que contamos los seres humanos destacan la comunicación y el arte. La primera, para entendernos; el arte, para expresarnos y maravillarnos.
Por eso resulta muy lamentable que tanto gente que dice comunicar, como quien se considera artista, desdiga de una y otra condición con sus acciones.
Desde la altisonancia en la comunicación hasta las acciones que atentan contra la dignidad humana por parte de quienes se creen artistas son claro indicativo de que, para esa gente, el otro es simplemente un blanco al que se le dispara. ¿De qué nos serviría lograr nuestros propósitos con los demás, si perdemos la sensibilidad? Quien haya logrado tomar en cuenta a los demás, valorándolos y respetándolos como sus semejantes, cuenta con alto grado como ser humano; quien ni siquiera esté en camino a lograrlo podrá seguir simulando hasta que pierda su máscara.