El título corresponde al refranero criollo, significando: “que se pasó la oportunidad, llegaste tarde o se te pasó el tiempo”. El número de migrantes haitianos ha aumentado exponencialmente, en los últimos tiempos y la densidad poblacional y la carga sobre los recursos nacionales, se hace insostenible. La capacidad económica del Estado está definida en función de las posibilidades de obtener recursos de sus ciudadanos, con límites y posibilidades. Solo en lo que a partos se refiere, el sistema de salud pública tiene una brutal carga de las haitianas que vienen a parir al territorio nacional, en un perverso esquema que genera dinero a los que trafican con preñadas de ese país, que arrastran graves situaciones de mal nutrición, embarazos “cimarrones”, sin atención médica alguna, que afectan negativamente las estadísticas clínicas. Se ven haitianos en gran número, prácticamente en todo sitio, constituyendo guetos adonde las propias autoridades criollas, temen entrar y menos actuar. La permisividad nacional se ha manifestado con graves consecuencias para nosotros mismos. Se ha producido, con complicidad criolla, una brutal ocupación de personas sin sentido cívico, con la más elemental educación, graves problemas de salud y cercanos al hombre elemental. Los Haitises, el más cercano ejemplo de una degradación ambiental con complicidades de criollos, en la que ha habido que movilizar soldados para recuperar un frágil parque nacional. El número de haitianos detenidos y su arraigo, demuestran la gravedad de la situación. El nombre les estimula a creer que es una extensión de su degradado territorio y que aquí pueden hacer lo que, con irreversibles consecuencias, hicieron allá. Luce ridícula la expresión, para fines periodísticos, de que la frontera está “blindada” cuando sabemos que es una zona permeable adonde se trafica con seres humanos, mercancías y todo lo que pueda comercializarse y producir recursos. La mejor muestra es la súper presencia de nacionales haitianos en todo nuestro territorio. Los que han ejercido el control de la migración haitiana, han fracasado por años y mucho más en el último periodo, coincidente con las propias crisis existenciales de Haití. Los países con poder hegemónico en nuestro mundo y los responsables históricos de la afrenta que significa Haití, decidieron una intervención militar, en 1965, en cuestión de días. Se trataba de una crisis política que podía devenir en un giro hacia el “comunismo” castrista, según su óptica. Ante una crisis social y el control de un país en manos de bandas terroristas, con infinidad de muertos, estimuladas y auspiciadas por gente de poder, con imprevisibles consecuencias desestabilizadoras, no amerita considerar una intervención aunque los mismos haitianos, ante su incapacidad de enfrentar este mal, lo hayan solicitado. Los enfrentamientos entre criollos y haitianos volverán de manera cruda en este lado. Unos tratarán de imponerse y los otros defenderse cuando sientan amenazada su propia existencia y sus espacios de vida. Se manifestarán las enormes diferencias entre los originarios de Haití y los dominicanos, con sus mil y una facetas, que explotarán en nuestro territorio.