Realmente sé muy poco de virus, así que, más que consejos que ya todos han oído, pienso más en cómo nos impactará. En el almuerzo del lunes, comemos todos en la fábrica, mi hijo Celso Juan comentaba que sus hijos no conocían una crisis. El por supuesto no vivió el tiempo de Trujillo, la revolución, pero de muy joven vivió las crisis del 94 y la enorme devaluación del 2003.
Todos los nacidos después de esa última crisis han vivido un mundo no perfecto, pero sin mayores sobresaltos.
Mis hijos y nietos me preguntan si había vivido algo similar, definitivamente que no. Mis padres y abuelos vivieron, los segundos la gran depresión de Europa de finales de siglo XIX y principios de XX, y ambos los efectos de la segunda guerra mundial. La escasez en la segunda guerra fue de tal magnitud que siempre recuerdo, muchos años después, por supuesto, cuando trabajaba en la fábrica de zapatos fundada por mi abuelo Celso Pérez que construíamos una nave nueva y nos encontramos al hacer la zapata con tambores de 55 galones de gasoil que guardaban para la limitada producción de esos días de guerra.
En la guerra de abril era poco lo que producíamos, recuerdo ver a mi papá y a mi tío ir en bicicletas a la fábrica, en una época que la ciudad era pequeña y el tránsito ni por asomo a la locura de hoy. Comíamos lo que aparecía y dormíamos en el piso, ya que vivía muy cerca del Palacio Nacional, entre la zona de ocupación de las fuerzas de intervención y la zona rebelde.
Hoy con un mundo muy desarrollado, comunicaciones al instante, con una computadora, teléfono, películas, información por Google, todo esto con un celular en el bolsillo, para todos resulta un verdadero trauma ver al mundo al borde de un colapso económico.
El 11 de septiembre cambió el mundo, dejó de ser tranquilo; viajar era muy fácil, para convertirse en lo que es hoy: puntos de chequeos y límite de lo que se puede transportar. El coronavirus será otro punto de inflexión en el mundo y la economía que conocíamos hasta apenas hace unas semanas, no será la misma.
China, donde se originó la pandemia, ya ha empezado a cerrar hospitales porque logró controlar con medidas extremas el virus.
Otros países han reaccionado de manera diferente. Hasta hace pocos días Inglaterra no había tomado ninguna, ya que entendía que los efectos del actual virus, comparados con otros, la tasa de mortalidad era muy baja contra el impacto que podía ocasionar a la economía el cierre de negocios.
Estados Unidos no tiene una política nacional, ya que cada estado establece sus reglas, lo cierto es que la caída de los precios de las acciones en la Bolsa de New York ha sido catastrófica para miles de empresas y la economía mundial, no es de dudar que se tenga que tomar la acción de cerrar la misma por unos días como se hizo el 9/11. La Reserva Federal ha reducido las tasas a cero y aun así los precios de las acciones continúan desplomándose.
Mientras tanto prohibieron viajes a Europa, China, Irán; han cerrado escuelas; prohibido eventos públicos y seguro peligra el inicio de los juegos de béisbol.
La crisis en Italia ha sido inmensa, colapsado su sistema sanitario y su santidad el Papa Francisco ha declarado que hará las festividades de Semana Santa sin fieles para evitar más problemas a nuestra querida Italia.
Centroamérica ha sido muy proactiva. Salvador cerró el país hasta el mes de abril; Honduras ha tomado medias similares y recientemente Guatemala ordenó el cierre y todo pasajero que entre debe ir a cuarentena.
Nosotros hemos visto a un Ministro de Salud haciendo todo lo posible mientras estábamos ocupados en las elecciones. Todos los dominicanos y extranjeros que regresaron de Europa, lo hicieron con poco o ningún control y como bien dijo el Ministro: nuestro virus es importado.
El impacto, como en todos los demás países, sobre las economías será tremendo, en nuestro país la economía había arrancado en los primeros dos meses con un fuerte crecimiento y ahora llega el momento de apretarse todos los cinturones.
Es momento de pensar en el sector informal que representa casi un 50% del total del empleo en el país, debe recibir ayuda de parte del gobierno. El sector formal tendrá que hacer sacrificios como mantener salarios a sus empleados y el gobierno asumir una serie de políticas fiscales y monetarias para mantener la estabilidad.
Para la clase media y los que deben hacer declaraciones a finales de este mes debe darse una prórroga de 60 días, el Banco Central deberá hacer inyecciones de dólares para evitar que la caída de remesas y turismo impacte el valor de la moneda norteamericana. Debe modificarse el reglamento de evaluación de activos (REA) para no afectar la clasificación de las empresas y obligar a la banca a tener reservas que harían los financiamientos más caros.
Es necesario políticas de crédito con tasas reducidas para estimular la economía tan pronto termine la pandemia y las empresas puedan sostenerse en el trascurso de la crisis.
Las empresas no tendrán beneficios, por lo que se les cobrará por el 1% de los activos lo que será una penalización excesiva a muchas empresas que tendrán que luchar para subsistir, lo cual sería importante su eliminación por este periodo.
Los colegios y escuelas deben aprovechar la tecnología para que nuestros estudiantes no pierdan este tiempo.
Es imprescindible eliminar todo acto político donde se concentre un importante número de personas y un control de los gastos de campaña para no crear más presión a la economía.
Determinar la necesidad del cierre por dos semanas de comercios cuyas ventas no sean imprescindibles para la subsistencia.
Medidas duras, pero más duro es no cortar la cabeza al monstruo.
Tenemos un proceso electoral en mayo, que ya oímos a algunos que llaman bocinas pidiendo que se suspenda. De tomar todas las medidas ahora, ya para después de Semana Santa el virus estará controlado. China lo hizo y a nosotros, como dicen muchos, el calor beneficia la desaparición del virus.
La vida nunca será igual, pero de esta experiencia aprenderemos a tratar el planeta mejor, que las riquezas y el poder son circunstanciales, aprenderemos a ser más humanos, más solidarios.