Ser político debe ser sinónimo de orgullo aquí y en cualquier país del mundo.
Un político es esa persona que ha sido capaz de asumir trabajar por el bien común antes que el personal. Es quien representa las opiniones, los intereses y las preocupaciones de la población.
Un político es quien nos representa en un cargo determinado -concejal, alcalde, diputado, senador, ministro, vicepresidente o presidente- o por lo menos, así debería ser.
Si contáramos con una clase política a la altura de las circunstancias, hoy mucha gente no se atreviera a pregúntame ¿tú estás segura que quieres ser política?
Hay quienes creen que tener don de convencimiento y hablar bonito es el arma principal que debe tener una persona que aspira a convertirse en político.
Otros piensan que es tener relaciones o influir en las personas. Estoy segura que al igual que yo muchos quisieran comprometerse desde la política partidaria, participativa, pero habiendo visto el flaco servicio que han hecho algunos políticos desde el poder, prefieren ver el juego desde el palco y no salir al terreno del juego para lidiar con las intríngulis propias del oficio.
Se hace urgente que contemos con una nueva clase política que renazca de las cenizas con nuevos ideales, lejos del
auto proclamarse y con menos ego.
El profesor cubano Vladimir Estrada escribió sobre el papel de éstos y su liderazgo: “Los líderes políticos tienen que asumir un hecho innegable: su liderazgo, si es genuino, legítimo y limpio, conquistado y no comprado, se basa únicamente en la influencia de índole personal que ejercen sobre sus liderados y no coyuntural, no de conveniencia, no de favores ni de sobornos, no de negocios o maniobras turbias, ni de pactos o alianzas de momento y circunstancia”.
Ejercer el oficio debe ser sinónimo de entrega, dedicación y desprendimiento, una percepción que está muy lejos de la realidad no solo en República Dominicana.
Debe llegar el día en que ser político vuelva a ser un privilegio y un orgullo para todos. Debe llegar ese día.
Amanecerá el día en que recordemos una y otra vez el ejercicio ético y transparente de hombres líderes y probados que supieron ser ciudadanos y también políticos como Juan Bosch y José Francisco Peña Gómez, para citar algunos.
Ser político en medio de una sociedad que reclama justicia, atención, representación, fiscalización y transparencia es un compromiso firme que debe mover a muchos otros hombres y mujeres del país, convencidos de que así como todo cambia, todo se transforma.