En un sistema de doble vuelta como el existente en la República Dominicana desde la reforma constitucional de 1994, y predominando una eventual competencia de tres opciones, a los que luchan por conquistar el segundo lugar se les presenta un panorama bastante complejo de cara a resultar favorecidos como opción frente al que se encuentra en la primera posición.
No estamos diciendo nada que los estrategas electorales—los reales y los pretendidos—no conozcan y que se haya presentado en múltiples casos concretos a lo largo de las últimas décadas, principalmente en otros países de América Latina, no en el nuestro.
Enfatizamos que no en nuestro país, pues desde la existencia del balotaje, en cada proceso electoral ha habido una proyección más o menos razonable respecto de dónde se ubica la competencia final por la Presidencia de la República.
No es esta la situación actual, por más que algunos pretendan tirar de la cuerda. Y nos explicamos, sólo tomando como punto de partida el año 2000.
Para entonces estaba claro que era muy difícil desplazar a Hipólito Mejía del puesto cimero de cara a la primera vuelta, razón por cual la lucha por el segundo lugar estaba por igual pautada entre Joaquín Balaguer y Danilo Medina.
Fue en dicha coyuntura cuando el candidato del Partido de la Liberación Dominicana se planteó la estrategia de “derrotar a Balaguer sin tocarlo”, lo cual se refería en una línea de campaña tendente a ocupar la segunda posición por encima del viejo caudillo, pero sin molestarlo de forma que, llegado el momento, pudiera contar con su apoyo.
En realidad, la táctica funcionó, pues Medina superó a Balaguer por un puñado de votos (24.9 a 24.6), pero cuando se le planteó al líder reformista el escenario de segunda vuelta, su negativa fue tajante. Y de inmediato reconoció el triunfo de Mejía, pese a que había quedado 0.13% por debajo del umbral constitucional.
Partiendo de aquella experiencia, la estrategia del PLD y la Fuerza del Pueblo será “derrotarse sin tocarse”, para poder buscar un entendimiento ante la eventualidad de un balotaje frente al presidente-candidato a la reelección, Luis Abinader.
Una batalla de desplazamiento con base en descalificarse les plantearía una situación muy complicada para procurarse el mutuo apoyo si se necesita el balotaje el 30 de julio de 2024, que serían los 45 días reglamentarios tras la primera ronda.
Es por ello que tanto peledeístas como efepeístas estarán obligados a manejarse con la destreza del murciélago cerca de la telaraña, de modo que puedan lograr su objetivo sin quedar atrapados en la red. A esto se le llama caminar en el filo de la navaja.