La embestida que sufre la propuesta de extraerle cuatro mil millones de pesos a la asignación presupuestal del Ministerio de Educación, contenida en el proyecto de presupuesto complementario, tendría justificación a partir de que los contrarios a esa iniciativa del Ejecutivo mostraran algo más que la simple oposición.
A lo que nos referimos es al resultado. Como todas las acciones humanas se miden por resultados, antes de enfrentar la intención ejecutiva debemos concentrarnos en establecer para qué han servido todos los recursos asignados desde la aplicación del 4% del PIB para la educación preuniversitaria.
No quiero que me ubiquen entre quienes se oponen a que el Ministerio de Educación disponga de recursos holgados para llevar a cabo su tarea fundamental que es regentear la formación de nuestra población estudiantil inicial.
Pero deseo que pongan atención a las cifras frías que ofreceré a continuación para que se entienda de una vez si el problema educativo en nuestro país es de dinero.
La aplicación de la ley del 4% empezó de manera efectiva en el presupuesto de 2013, cuando se destinaron, pesos más, pesos menos, 95,691 millones; 109,170 millones en 2014; 115,866 millones en 2015; 129,000 millones en 2016 y 131,674 en 2017.
Del mismo modo, en 2018 fueron 153,000 millones; 179,345 millones en 2019; 205,305 en 2021 y el presupuesto en ejecución del presente año que monta la nada despreciable cantidad de 231,147 millones de pesos.
Es decir, que en los casi nueve años de aplicación del 4% del Producto Interno Bruto, el Ministerio de Educación ha recibido asignaciones por la astronómica suma de 1,544,366,000.
¿Pero, de qué cifra estamos hablando? Pues nada menos que de ¡un billón, 544,366 millones! O sea, casi 500,000 millones más que el presupuesto del Gobierno central que para este año es de 1,155,565 millones de pesos. Así las cosas, seamos sensatos y analicemos fríamente la relación existente entre esas enormes asignaciones y cuál ha sido el resultado en términos de eficiencia educativa.
Si nos atenemos a los lugares que ocupamos en las distintas evaluaciones de la calidad de la educación que se aplican periódicamente a nivel global, llegamos a la penosa realidad de que hemos estado botando miles de millones de pesos.
Por consiguiente, antes de satanizar la propuesta del Ejecutivo destinada a rebajar unos 4,200 mil millones a Educación, sería oportuno hacer un ejercicio evaluativo, pues hasta ahora el 4% no ha redituado en términos de calidad.
Hay razones simples para ese virtual fracaso: en sentido general se ha puesto mayor énfasis en construcciones y compras porque estas generan comisiones jugosas para algunos involucrados. Y que no me pidan pruebas, que no soy fiscal.