En uno de los versos o cantos de la Divina Comedia aparece una reflexión que, como todo el desarrollo de la afamada obra de Dante Alighieri, se aviene perfectamente a cualquier situación de la vida real.
El Dante encuentra en el infierno a la infiel Francesca de Rímini y le dice: “Nada causa más dolor en el infortunio que recordar el tiempo feliz”.
Esta construcción poética, más el temible aviso en el umbral del primer círculo: “Perded toda esperanza, vosotros los que entráis”, no pueden ser más ominosos para la princesa.
Ahora, al grano político. El Partido de la Liberación Dominicana puede perfectamente representar a Francesca, en tanto y cuanto se ve actualmente enfrascado en un ambiente que le resulta desconocido, al menos en sus últimos 20 años, y se diluye en la turbación de carecer de respuestas ante la realidad insalvable.
Es decir, está ante el infortunio político luego de haber vivido los tiempos felices del manejo del presupuesto público durante 20 años, y se asombra de que el pueblo—como el marido corneado por la princesa del Dante y su amante—le haya cortado de un solo tajo electoral.
Me refiero al PLD, y de pasada a la Fuerza del Pueblo, hija desprendida merced a las travesuras de Danilo Medina, arrastrada también por este al quinto círculo del infierno de la Divina Comedia—la ira—, aplicando a las dos formaciones el cartel colgado a las puertas de aquel espacio imaginario: “Oh vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza”.
Al parecer la dirigencia de ambas organizaciones—en especial de la morada—no acaban de entender que el mensaje que el pueblo mandó el 18 de febrero ha sido una especie de remedo de aquel cartelito infernal.
Y esa desconexión con el mundo político real y el mensaje hace que se quiebren la cabeza en busca de explicación para lo que ya se avisaba con mucha antelación, y que, al entrar en el momento psicológico de la negación, buscan en la abstención y la supuesta compra de cédulas a culpables individuales—el Gobierno y el PRM—cuando lo cierto es que existe un solo responsable: el pueblo.
¿Qué hacer ante tan desconcertante realidad político-electoral? Lo único que remedia lo sucedido es trabajar para aprovechar los tiempos felices que muy probablemente les volverán.