Recientemente en el Senado de la República fue aprobada una iniciativa legislativa tendente a la creación de una dirección nacional de bomberos, la cual continuaría la mutilación de las funciones de los ayuntamientos, organismos autónomos que han quedado con prerrogativas muy limitadas.
La pieza congresual ha sido objetada por entidades que agrupan a los ayuntamientos y a los distritos municipales, en el entendido de que su vocación es hacia la reducción del ámbito de acción de la municipalidad, contrario a lo que prevalece en casi todos los países, que buscan el fortalecimiento de las ciudades.
Soy de la opinión de que, en lugar de procurar la creación de una entidad centralista de los cuerpos de bomberos, los legisladores le prestarían un gran servicio a la sociedad si una iniciativa similar estuviese encaminada a crear una dirección nacional de cementerios.
El encabezado de esta entrega refleja lo que se vive al momento de sepultar a un ser querido, cuando, además del terrible dolor de la despedida hacia la morada sin regreso, se asiste al indescriptible drama de escuchar y observar cómo un trabajador del cementerio anuncia que el ataúd debe ser averiado a martillazos.
Es decir, en ese momento crucial se pasa por el devastador escenario de ver la dignidad del difunto sometida al escarnio del martilleo, debido a que no se puede dejar la caja entera, ya que con mucha probabilidad la tumba será profanada para el robo del ataúd.
¿Adónde hemos llegado con el irrespeto hasta de las personas fallecidas?
No hay dudas de que a esta situación aberrante se ha arribado por varias razones, una de las cuales ha sido el abandono por los ayuntamientos de sus responsabilidades en el cuidado y protección de los cementerios, sin lo cual ese bandidaje no se habría generalizado a tales extremos.
En segundo lugar, está la falta de ciudadanía de los dueños de funerarias y fabricantes de ataúdes, que se prestan a la compra de estos, conscientes de que han sido el producto de una profanación por delincuentes que azotan los camposantos.
Supongo que no me equivocaría si me apresuro a afirmar que una iniciativa como esta sería apoyada por los propios cabildos, pues se les prestaría un gran apoyo para enfrentar lo que al parecer ellos no pueden cumplir.