En las últimas semanas ha surgido una polémica en el sector combustible, luego que se pusiera en aviso la pretensión de algunas estaciones distribuidoras de gasolina de establecer también, junto a estas, instalaciones para el despacho de Gases Licuados de Petróleo (GLP).
Se trataría de una idea no solamente absurda sino, sobre todo, peligrosa, en razón de que se estaría manipulando un conjunto de elementos altamente explosivos que eventualmente pudieran provocar tragedias de magnitud incalculable.
Las autoridades que manejan este tema, tanto en el ámbito medioambiental como de seguridad, tienen que tomar en cuenta las experiencias de otras naciones que nos llevan años en esta materia, y donde a nadie se le ocurriría siquiera presentar una solicitud en ese sentido.
A las estaciones de venta de gasolina y diesel en todas partes del mundo solo se les permite comercializar con estos, pues de por sí se trata de combustibles altamente inflamables.
Si a la volatilidad de la gasolina y el gasoil se le agrega el GLP, mucho más inflamable que aquellos, estaríamos en presencia de una temeridad, tomándose en cuenta el historial de tragedias en que ha estado presente el gas.
En efecto, es bueno recordar que todavía están en investigación la ocurrencia de explosiones en varias plantas envasadoras de GLP, en las cuales perecieron varias personas. Tenemos entendido que sobre esto no ha habido resultado concluyente.
Tomando como referencia estos episodios trágicos, cabría preguntarse: ¿Cuál sería el resultado de una explosión provocada por el expendio de GLP en una gasolinera en cuyos depósitos se guardan miles de galones de gasolina y de diesel?
Sólo imaginar aquello pone los pelos de punta, por lo cual es de suponerse que pretensiones al respecto ni siquiera deberían ser examinadas por los ministerios de Industria y Comercio y de Medio Ambiente, los Ayuntamientos, Defensa Civil y Cuerpo de Bomberos, entre otros entes estatales que tengan incidencia en el proceso de aprobación.
Las ventas de gasolina y de GLP deben continuar separadas como medida de preservación de la seguridad de usuarios y vecinos de las estaciones de los llamados combustibles blancos, muchas de las cuales operan en avenidas y calles de vecindarios densamente poblados de viviendas, negocios, colegios, iglesias y hasta hospitales públicos y privados.
Esta última situación ocurrió debido a que nuestros centros urbanos crecieron sin planificación, pero además porque en el proceso de aprobación para la instalación de estos establecimientos muchas veces interviene algo más que el criterio técnico.
En conclusión: permitir que en las bombas de gasolina sean instaladas también envasadoras de GLP sería como tentar demasiado a la suerte, la cual no siempre está de buen humor. La advertencia está hecha.