Este miércoles vence el plazo extendido por el Consejo Nacional de la Magistratura para recibir expedientes de aspirantes a jueces del Tribunal Constitucional, cuya elección el CNM abordará en próximas jornadas, de las cuales emergerán los sustitutos de los últimos magistrados del TC inaugural.
Muchos se apoyan en una narrativa argumental que más bien resulta una trampa para los gobernantes, cuando les martillean la necesidad de órganos constitucionales integrados por profesionales ajenos a los intereses políticos.
Es un ardid bien estructurado que suele ser efectivo cuando los políticos se montan en esa ola, sin darse cuenta que en realidad lo que se persigue es engatusarles con cierta elegancia para que inclinen la balanza hacia los intereses ocultos.
A través de esa bien llevada orquestación, sectores fácticos se han salido con las suyas, lograron instalar en las altas cortes a auténticos mandaderos con toga y birrete, que sirven a sus intereses de una manera tan sutil que solo los de cerebros bien estructurados pueden establecer el hilo conductor.
Probablemente alguien alegará que las decisiones del Tribunal Constitucional, al no ser una corte del orden judicial, no impactan los intereses corporativos, porque es un órgano esencialmente político.
Visto así con poco análisis pudiera tener lógica. Sin embargo, la realidad plantea todo lo contrario, es decir, que una corte cuyas decisiones califican para ser comparadas con aquella máxima romana conforme a la “cuando Roma habla, la causa termina”, es precisamente cuando se necesita tener el mayor cuidado.
¿A qué me refiero? Quiero decir que un TC dominado por intereses corporativos bajo las sombras, significa un enorme peligro para la sana derivación de los conflictos que le lleguen en litigios de última instancia.
Es por esta razón que los responsables de la elección deben distinguir la sinceridad de la argucia que se esconde tras el supuesto interés de disponer de cortes independientes de los partidos.
Nótese que hablan de “independientes de los partidos”, pero ni siquiera insinúan que también lo sean de los intereses creados. En poco más de tres años que lleva al frente del Gobierno, Luis Abinader ha adquirido una destreza insospechada para distinguir entre lo real y lo falso.
Y en ese sentido, equilibrar el próximo TC con la presencia de distintos sectores—incluido el político—será relevante para su impronta, evitando que le sorprendan.