El talante, unas veces displicente y otras veces agresivo, que pone de manifiesto la canciller haitiana frente a la República Dominicana, sobrepasa la animadversión que es casi consustancial a las relaciones del vecino país con nosotros.
La ministra Dominique Dupuy no esconde esa conducta frente a nuestro país, ya sea mediante un comportamiento ríspido a través de su discursiva mediática, o aprovechando ciertas relaciones directas con estamentos multilaterales que siempre están dispuestos a clavarnos el puñal.
Pero ese temperamento desafiante y poco amistoso de la señora canciller oculta otro elemento que pocos conocen, y es su relación de alcoba.
Ocurre que la señora Dupuy tiene una relación sentimental con Claude Joseph, un individuo que regularmente utiliza lenguaje violento y a ratos ponzoñoso hacia este país, y cuya intolerancia provocara que el presidente Luis Abinader le incluyera entre las personas indeseables y vedadas para ingresar en el territorio nacional.
Es decir, Joseph —excanciller y exprimer ministro interino— no puede pisar suelo dominicano, al menos mientras exista la prohibición contenida en un decreto firmado por el jefe del Estado meses atrás, como un mecanismo de defensa ante su comportamiento tóxico.
Dado que el señor Joseph no ostenta función estatal alguna, carece de influencia directa en las políticas del Gobierno haitiano, y, a lo sumo, solo puede pronunciarse como un pretendiente a la presidencia de ese país en las elecciones que se organicen en un futuro incierto.
Pero, mientras se determina si el sujeto se alza con alguna posición electiva, se vale de su relación con la canciller para incidir sobre su comportamiento malicioso.
Con un agravante: ni los miembros del Consejo Presidencial ni el primer ministro tienen dominio sobre su canciller, quien se maneja como isla separada que ejerce casi al margen del conjunto administrativo haitiano.
Se sabe que la decisión del interinato haitiano de no asistir a la juramentación del presidente Abinader el pasado agosto, tuvo mucho que ver con esta situación, la que fue del conocimiento de nuestro Gobierno, pero sobre la cual, sin embargo, careció de control por razones obvias.
Lo dicho pudiera interpretarse como un chisme de farándula, si de por medio no estuvieran las relaciones de países vecinos, cuyos vínculos entran con frecuencia en altibajos, agravados ahora por nuestras acciones soberanas de repatriar de forma masiva a indocumentados.