Aquel 18 de noviembre de 1973, el profesor Juan Bosch encabezó la que sería su última reunión como presidente del Partido Revolucionario Dominicano, tras la cual abandonaría para siempre todo vínculo con la organización política en cuya formación tuvo una destacada participación en 1939.
Fue una decisión tajante, radical, si nos atenemos a hechos posteriores—específicamente en 1990—cuando Bosch estuvo realmente a las puertas de volver al Gobierno del que había sido despojado en 1963 mediante un madrugonazo.
Hablo de que, en 1990, con las elecciones casi en el bolsillo, Bosch rechazó llevar al doctor José Francisco Peña Gómez como candidato vicepresidencial mediante un acuerdo con el PRD, y más intransigente todavía fue su renuencia a aceptar el apoyo, sin condiciones, del expresidente Jacobo Majluta.
Algunos meses previos al vencimiento del plazo para registrar candidaturas, un importante miembro del Comité Político del Partido de la Liberación Dominicana me contactó, sábado en la tarde, para ponerme al tanto de que varios de ellos gestaban una corriente interna para convencer a Bosch de la conveniencia táctica de pactar con Peña Gómez.
Esto fue publicado como principal información de la edición dominical de El Nacional, lo que generó en Bosch una reacción airada, y ese mismo día compareció en un programa de televisión donde, no solo negó la versión, sino que lanzó incendiarios epítetos contra el director del diario, Radhamés Gómez Pepín, y este servidor.
Allí mismo terminaron las gestiones. Bosch, Peña Gómez y Majluta acudieron a las elecciones de ese año de forma separada, obteniendo, en conjunto, 64%, pero el presidente Joaquín Balaguer logró su enésima reelección con apenas poco más de un tercio de los votos válidos.
¿A qué viene esta referencia histórica? Tiene su fundamento en el afán que se observa en algunos dirigentes de la Fuerza del Pueblo, un laborantismo encaminado hacia un acuerdo con el PLD, muy a pesar de que, como Bosch en su momento, el expresidente Leonel Fernández abandonó la formación morada por situaciones de mucho más peso que las invocadas por don Juan 46 años atrás.
El profesor Bosch no recibió en el PRD ni un tercio de los agravios infligidos a Fernández desde el comienzo del gobierno de Danilo Medina y parte de la cúpula actual del PLD, inclusive en el plano de la integridad personal, al vinculársele con un notorio narcotraficante.
Cierto que la política se practica con el cerebro y no con el corazón, y que esta es el arte de lo conveniente.
Sin embargo, a veces resulta preferible perder con dignidad y no ganar sobre el lodazal de la ignominia. El presidente Fernández sabrá qué es preferible.