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El fenómeno es universal; es decir, no es exclusivo dominicano. Nació cuando el Homo sapiens se organizó en sociedad. Me refiero a la atracción por el que ejerce el poder en sus esenciales modos: político, militar, económico y religioso. ¡Observen los rostros de sumisión de varios los que están al lado del que detenta el poder!

Esto se reflejó en gran escala en la juramentación de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos de América. Miembros de la vanidad política mundial anunciaron que estarían presentes en las celebraciones de lugar. Las mentiras y las autoinvitaciones festejaron. Y no pocos, sin haber ido, juraron que estuvieron en Washington y hasta que conversaron con mi amigo Donald.

Al respecto, recuerdo que hace muchos años una compañera de bufete y yo visitamos un cliente para analizar su caso que estaba en los tribunales. Nuestro defendido era político. Desde que llegamos a su oficina en el centro de la capital, su secretaria nos pidió pasar de inmediato. Cuando entramos, hizo una señal invitándonos a sentar, mientras, relajado, aunque en alta voz, conversaba por teléfono. Lo hacía con una confianza extraordinaria y tuteaba con el que estaba en línea.

Luego de cerrar el aparato, nos dijo: “Caramba, aquí, que el presidente (no dijo “de la República”, porque ya se entendía) me llama a cada rato y yo que estoy tan ocupado, pero debo asesorarlo para que gobierne bien, qué cosa; pero bueno, vamos al grano, jóvenes”. La abogada que me acompañaba quedó algo impresionada. Yo no le hice caso al fanfarrón. A veces tengo el don de olfatear los embustes.

Regresamos la semana siguiente. La misma historia. Aconsejaba al jefe del Estado, expresándole que por más que se lo pidiera no asumiría un alto cargo en la administración pública. Cuando terminó el encuentro y ya dentro del vehículo rumbo a Santiago, la colega me comentó sobre la hermandad que existía entre nuestro personaje y el mandatario. La miré y me reí enseñando las muelas de atrás y le respondí: “Ay amiga, nuestro gobernante tiene más de una hora reunido con el primer ministro de…, uno de los países más importantes de Europa, escuché ahora la noticia”.

Cuando en las peñas hago el relato, alguien ha sido testigo de otro similar. “Esta semana veré y hablaré con el residente”, “el presidente me mandó donde usted”, “se lo diré al presidente”, “deja que el presidente se entere, tú no me conoces”, “lo que tú no sabes es que yo tengo acceso al presidente”.

Según los contertulios, esas son las frases más comunes de esos habladores con “j”. ¡Ah, la magia del poder, de ese poder efímero!

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