Con la ida de Bosch, Balaguer y Peña Gómez, a finales del pasado siglo y principios del actual, el país vivió el relevo político-generacional más trascendente de nuestra historia contemporánea y, de paso, aprendimos a seguir sin ellos aunque no del todo, pues su impronta dejó secuelas, estilo y mañas imborrables en el liderazgo de relevo -1996, hasta la fecha-.

No obstante, ha llovido un poco y el relevo de nuestros grandes líderes, que, en cierta forma, recayó en Leonel Fernández, Hipólito Mejía y Danilo Medina; e incluso en el presidente actual, ya revela o exige su reemplazo por otra generación de líderes que, por una serie de razones sociopolíticas, tendrá que darse entre no tan viejos y jóvenes.

Cierto que hay uno que se resiste -en todo su derecho, si se quiere-: Leonel Fernández que debería darle paso o cancha abierta a su hijo, Omar Fernández. Fuera de ese caso, no hay otro líder que esté pensando en volver. Por ello, el punto o agregado-reiterado del “nunca jamás” del presidente Luis Abinader y su reforma constitucional, hay que sostenerlo e integrarlo a la conciencia ciudadana para que, en futuro, aunque se pueda, nadie ose modificarlo por ambición de poder o capricho continuista personal. Ese camino, aunque para el uso -discursivo-propagandístico- que Balaguer le dio, en su momento, no fue justo sino de prejuicio étnico-racial, debe quedar “cerrado”.

En consecuencia, qué tenemos a la vista de cara a 2028 -auto-declinado Juan Ariel Jiménez (una promesa política-electoral en ciernes y a futuro)-, pues: a Francisco Javier García, David Collado, Carolina Mejía, Omar Fernandez, Zoraima Cuello, incluso el posible némesis, en su partido, que el presidente aúpe; amén del outsider que asomó con fuerza -El Cobrador-, pero que ahora hace mutis sabrá Dios si motu proprio o porque el Estado “ni agradece ni olvida”.

De modo tal que, de cara al 2028, prácticamente ya están definidos los actores o figuras políticas que se disputarán el poder; y con ello, dejarán atrás otra generación de liderazgos.

Ojalá ese liderazgo de relevo fomente una ruptura con respecto a falencias históricas-estructurales; y más que ello, que sea capaz de unificar o consensuar una agenda-país más promisoria. !Quiera Dios!

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