Empiezo a preocuparme, y no es que me doy por aludido, cuando leo un breve artículo de opinión, publicado en dos entregas en este importante medio, por el periodista Miguel Guerrero, titulado “Entre falsos revolucionarios”. Y no es para menos cuando alguien que no ha sido jamás revolucionario, ni tiene credenciales de lucha en este lado de la barricada, ni ha sacrificado nunca su comodidad ni su libertad, mucho menos arriesgado la vida por causa alguna, se abroga el derecho de sermonear, definir, fijar y exigir lo que debe ser un revolucionario consecuente.

No salgo de mi asombro: es como si un sedentario y fláccido enemigo de la actividad física amonestase, desde su pretendido e intachable ejemplo personal, a un grupo de veteranos del deporte, sin haber sudado la camiseta.

Por supuesto que hay falsos revolucionarios, como hay falsos profetas y amorales moralistas que predican la ética en calzoncillos. De todo hay en la viña del Señor. Pero no es creíble, ni respetable que se nos presente ahora Miguel Guerrero decidiendo quién es un luchador social coherente y quien no; a qué causas se debe defender y cuáles no son dignas de ello. ¿Con qué autoridad? ¿A nombre de cuál prestigio inexistente?

Sospecho de todo el que aborde el tema de espaldas a la práctica, a la vida, a la realidad y a la historia, cuando en momentos claves y decisivos de nuestra vida política no se le ha escuchado alzar la voz, que hoy pretende ser infalible y omnipotente, repartiendo castigos y premios.

Sospecho de quien toca con ligereza temeraria asuntos de profundo calado filosófico, como la relación existente entre los individuos y los cambios sociales y la posibilidad del mejoramiento humano en la lucha por objetivos colectivos, y no por metas egoístas e individualistas; de quien nos endilga la barrabasada, que nada dice porque nada significa, de que “… el sentido del deber es el primer paso hacia una conducta efectivamente revolucionaria”, sin definir a qué revolución o a qué revolucionarios se refiere. Steve Bannon, ex estratega jefe y asesor de Donald Trump, por ejemplo, al igual que los halcones guerreristas neoconservadores del gabinete Bush, se considera a sí mismos como “leninista de derecha”, o sea, revolucionarios de derecha. Y eso, ¿qué tiene que ver con el Che Guevara, Ho-Chi-Minh, Fidel Castro o Hugo Chávez? Y no está de más traer a colación, aunque provoque mayores sospechas, que los nazis consideraban que cumplían ejemplarmente su deber aplicando gas Ciclón a los judíos, gitanos, homosexuales, comunistas, Testigos de Jehová, socialdemócratas y demás “enemigos del Reich” en las cámaras de la muerte de Auschwitz. ¿Se trataba de acciones revolucionarias?

Pero donde mi sospecha llega al clímax es cuando Miguel Guerrero, predicador insigne de la verdadera revolución, comienza a desbarrar contra la revolución cubana a la que califica de “sueño trunco”, muerta en las manos, según afirma, de la “peor tiranía de su historia”, agregando que la verdadera revolución es la realizada por el exilio cubano, sin precisar si se refiere a la invasión mercenaria de Playa Girón, derrotada por ese pueblo trunco en apenas 72 horas, en abril de 1961; la destrucción en Barbados, en pleno vuelo, de un avión civil de Cubana de Aviación, que provocó 73 muertes, o los actuales llamados a realizar en la isla actos terroristas y al gobierno norteamericano, a bombardear e invadir suelo cubano, con tal de desatar, liberar y democratizar al “sueño trunco”, tal y como ya se hizo en Iraq, Libia y Siria, por ejemplo.

Sospecho de un vocero más de las campañas yanquis contra el pueblo cubano, que no sepa nada de historia de Cuba y pontifique sobre historia de Cuba; de quien no osa mencionar, ni rozar siquiera con el pétalo de una flor, el rol jugado por las constantes, groseras y genocidas agresiones del imperialismo norteamericano, que han adoptado todas las formas posibles, desde guerra biológica, apoyo y pago de la subversión interna, terrorismo, golpes blandos, campañas de mentiras, atentados y sabotajes hasta el criminal bloqueo, que mantiene y ha recrudecido en medio de una pandemia, condenado por más de 29 años consecutivos, desde 1992, por la inmensa mayoría de las naciones miembros de la ONU.

Sospecho, en fin, no solo de la sospechosa miopía histórica y política que muestra el magister Miguel Guerrero en su diatriba, según él, casi bolchevique, contra quienes apoyan al pueblo cubano en su justa lucha por la justicia social, el socialismo, la independencia, la libertad y soberanía de su patria, especialmente si está sincronizada, como lo está, con los últimos intentos desestabilizadores norteamericanos contra los gobiernos de la región y del resto del mundo, que han osado desafiar su hegemonía imperial.

Sospecho que, en cualquier momento, el infalible revolucionario que es Miguel Guerrero, publicará un docto artículo titulado “¿Quiénes son los enemigos de la revolución socialista y cómo luchan contra ella?”. Claro, eso debe esperar la seña del amigo que desde las sombras da o niega la luz verde a las campañas para confundir, desmovilizar, dividir y calumniar.

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