En economía existe lo que se llama la elasticidad de la demanda. Esto quiere decir, que usted puede sustituir un bien o un servicio por otro porque no está de acuerdo con su precio, su calidad o simplemente porque la marca del producto no sea de su agrado o simpatía.
Por años los empresarios venimos quejándonos de las navieras. Tengo que decir que tengo muy buenos amigos navieros y sé que en muchas oportunidades hacen lo que pueden, pero en un sistema donde la responsabilidad sólo aplica al importador o al exportador, nunca al naviero, es muy fácil beneficiarse del sistema.
Todos pagamos altas demoras en puerto que se pueden dar por ineficiencias nuestras, por problemas en el puerto, por huelgas de los transportistas, ya muy poco frecuentes porque han entendido que somos sus clientes y negocian con nosotros los fletes como empresarios que son, pero cuando estas demoras son consecuencia de las navieras, también pagamos.
Antes de proseguir tengo que resaltar el tremendo trabajo de la Dirección General de Aduanas con el sistema de 24 horas, que nos ha reducido los costos de demora en puerto de manera impresionante y para satisfacción nuestra, le ha quitado un negocio injusto a las navieras que cobraban antes importantes sumas por nuestros atrasos en retirar nuestras importaciones.
Esta agilidad en las aduanas no sólo repercute en las demoras en puertos, reduce nuestros inventarios y nos hace mucho más eficientes.
Pero aquí vuelven de nuevo las navieras, mientras en Aduanas sucede esta importante modernización, por culpa de las navieras no podemos programar nuestros inventarios a tiempo, porque es imposible determinar cuándo aparece un contenedor o cuándo, simplemente, la carga se queda en un puerto.
Esto crea un enorme problema al importador que puede tener su carga varada en un puerto sin responsabilidad alguna de las navieras. En todo contrato debe existir penalización de las dos vías, sin embargo, en este sector eso no existe.
Se puede afectar la producción, la del cliente local o de exportación, y la responsabilidad de las navieras es una respuesta, que algunas veces no llega a ser ni amable.
Recuerdo un fin de año con la gerente de Seaboard, muchos de nuestros contenedores a clientes en Centroamérica no llegaron a tiempo en la época de fin de año y la señora se limitó a decir que no era su problema.
Para los más jóvenes y para que entiendan por qué, por años, muchos empresarios han tenido que enfrentar a un sector que pone las reglas unilateralmente. En los años setenta, muchos importadores utilizaban incorrectamente los contenedores como depósito.
Esto terminó en que las navieras unilateralmente cobraran setecientos dólares por contenedor. Usted podía usar sus equipos seis meses y cobraban lo mismo, pero también si retornaba los equipos a tiempo también era penalizado.
Un contrato debe tener penalización para las dos partes. Incluso, hay contratos que tienen cláusulas de bonificaciones por entrega anticipada. Con los navieros nada de esto ocurre, como en el viejo oeste, ellos son la ley.
Después de la cuarentena del año pasado, cuando se empezaron a abrir las economías, nos encontramos con los navieros de frente. Un contenedor que en enero del 2020 costaba mil quinientos dólares, de repente nos encontramos con que el mismo contenedor cuesta entre 8 y 10 mil dólares y no hay.
Lo que vamos a encontrar al finalizar el año es una temporada navideña de escasez de todo aquello que no se hayan colocado sus órdenes a tiempo. No quisiera tener una compañía de courrier porque pasarán mucho trabajo con las quejas de sus clientes, que no entenderán los atrasos que generan las navieras.
Los comercios también se verán afectados, las plazas que no podrán exhibir ofertas importantes y todo eso repercutirá en la rentabilidad de las empresas que se verán seriamente afectadas.
Las navieras nos obligan a tener más inventarios, para no quedarnos sin producir en momentos de una locura de precios, donde un día las cosas cuestan una cosa y al otro cambian radicalmente.
No hay peor cosa que un suplidor cuando no cumple y afecta la cadena de suministro, no se le puede exigir nada y eso es lo que sucede con las navieras. Tenemos aumentos de flete fruto del cambio en los precios del petróleo, pero esos fletes no bajaron nunca cuando el petróleo llegó a costo cero y las navieras no se enteraron y mantuvieron sus fletes de oligopolio, exactamente igual.
Este tema es crucial, solos no lo resolvemos, es algo que los presidentes en una cumbre deben tratar porque no es sólo a nuestro país que se afecta, es a todos, obligándonos a tener inventarios superiores a noventa días con el costo financiero y de espacio que significa. Sin dudas, no hay mejor negocio que ser naviero. Los aumentos de precios al consumidor no sólo repercuten en los márgenes, sino que el cliente entiende que es nuestra culpa y el naviero se oculta tras una cortina de irresponsabilidad.