En la actualidad, una de las más grandes demandas sociales, respecto a la formación de niños y jóvenes en nuestro país, es la necesidad de incorporar a la currícula del sistema educativo, estrategias para trabajar en todas las áreas y asignaturas, los principios y valores éticos que tradicionalmente han caracterizado a la familia dominicana.
En el transcurrir del tiempo, observamos que cada vez más se multiplican los conflictos éticos en el ejercicio profesional. La formación ética es una necesidad que no puede ser aplazada en el sistema educativo, tanto a nivel de sus actores, como de las propias instituciones educativas. A estas instituciones les corresponde cumplir inminentes deberes sociales y culturales para la construcción de una sociedad más justa, humana, equitativa y solidaria. Todo esto en procura de disminuir las desigualdades y formular propuestas e iniciativas de solución para problemas prioritarios de la vida ciudadana, donde los valores y el comportamiento ético son partes trascendentes en el logro de una mejor calidad de vida.
La formación ética es fundamental en la situación que estamos viviendo; no basta con formar buenos profesionales, con conocimientos y competencias de calidad en diversas áreas, sino que hay que incluir también los valores como principios esenciales, ya que nos caracterizan como seres humanos y aportan soluciones aplicables a los problemas fundamentales de nuestra vida cotidiana. Revisten importancia por lo que son, lo que significan, y, sobre todo, lo que representan en nuestras vidas, en las instituciones y en la sociedad, al margen de lo que se opine de ellos. Si cada uno de nosotros se responsabiliza de sus acciones, mantendremos una coherencia entre nuestra vida y los valores que deberíamos asumir.
Para explicar la naturaleza de los valores, Max Scheler, considerado el filósofo de la persona y de los valores, los compara con los colores para mostrar que, en ambos casos, se trata de cualidades que existen independientemente de los respectivos depositarios. Se puede hacer referencia al rojo, por ejemplo, como un puro color del espectro, sin tener la necesidad de concebirlo como la cobertura de una superficie material; del mismo modo, el valor que descansa en un depositario con el que constituye un bien, es independiente del depositario mismo.
Los infantes no son ni buenos ni malos, desconocen los patrones que rigen la familia o cualquier otro círculo social. Nuestra conciencia ética se va desarrollando con el paso de los años. En ese proceso de desarrollo, demandamos de un guía para saber cuáles actos son correctos o incorrectos, lo que está bien o lo que está mal dentro de la sociedad a la que perteneceremos. Por eso es tan importante convertir en prácticas de vida, los valores éticos, morales, humanos, cívicos, patrióticos, entre otros, que nos permiten desarrollarnos y convivir en una sociedad plural.
En la sociedad actual, donde predomina el individualismo y el consumismo, en la cual se desestructuran las organizaciones, se deslegitiman las instituciones y desaparece la identidad colectiva, la sociedad requiere que el sistema educativo forme para la tolerancia, la solidaridad y la convivencia. El hecho de vivir en sociedad nos lleva a desarrollar valores sociales, que tienen como propósito la sana convivencia entre los individuos que componen una misma sociedad. Los valores sociales a menudo significan renunciar a los deseos personales, pues convivir es aprender a tolerar, comprender las diferencias y limitar la propia voluntad.
Los valores sin acción son iguales a la incongruencia. Si queremos ver una República Dominicana diferente, una sociedad más equilibrada, justa, responsable, innovadora y un futuro más alentador y competitivo, entonces es el momento de reflexionar y tomar en cuenta el significado de los valores más trascendentales para nuestra vida y para la sociedad.
En la medida en que se fortalezca la formación en valores éticos, sociales, culturales y humanos, en términos generales, lograremos que nuestros niños, jóvenes y la sociedad en su conjunto, pueda romper con los prejuicios que han ido generando indiferencia y falta de compromiso frente a los problemas colectivos. Y podríamos lograr una nueva generación de dominicanos y dominicanas más optimistas, solidaria, humana, capaz de convivir en paz, de igual a igual.