Las sociedades evolucionan y se transforman de manera permanente, de forma continua, en un constante fluir, en una dinámica lenta e irreversible influida por factores múltiples. La política en su ejercicio puro, el poder político desde el gobierno de manera puntual y los factores económicos y comerciales, tienen quizás el mayor peso en esas trasformaciones sociales. La interacción con sociedades más evolucionadas y la facilidad comunicacional de hoy en un mundo que ha reducido sus distancias de manera brutal, permiten asumir patrones adaptados, en ocasiones alienantes, que se originan en conglomerados humanos muy distintos a los nuestros. En el desarrollo de la sociedad dominicana, solo en la educación como factor de vital importancia en el propósito de la familia, ha habido cambios dramáticos en los patrones y esquemas. Los padres aspiran a que sus hijos reciban la mejor educación, dispuestos a todo sacrificio, aun sin parámetros definidos claramente ni conceptos sosegados de lo que la calidad de la enseñanza significa, pero convencidos de la pobreza integral de la enseñanza pública. Preocupa la libertad de orientar al niño por rutas tan diversas, como patrones particulares sean posibles. La educación privada es cara en cualquier nivel y carísima, hasta niveles absurdos, en los estratos de más poder adquisitivo de nuestra sociedad. Se asocia a los grandes centros educativos de prestigio al pensar en educación privada, a pesar de que existen en cada población y barrio, opciones de diversos niveles de la escuela privada, en ocasiones con desviaciones dramáticas de la calidad integral de la educación moderna y la preparación del ciudadano desde sus edades tempranas, con recursos para triunfar en una sociedad dominicana de carencias e inequidades, de futuro incierto, con patrones y valores indefinidos, variables o en desuso. Esquemas del dinero fácil, de la cultura superficial o de la deformación alienante de las novelas, del ascenso social a través de la política vernácula, de la impunidad para el que roba o el reconocimiento social del malversador, la admiración y ánimos de imitación de la “pinta jevi”, del éxito a través de la música deformante o del beisbol de edades alteradas, son patrones que rigen esquemas de éxito de una buena parte de la sociedad joven. Niñitas compitiendo en concursos de “golpe’barriga” o de “perreo”, en fiestas escolares con presencia y estímulo de maestros; bailes de varones con “maromas” o gestos lascivos, canciones con letras que atentan contra la dignidad de la mujer y que estimulan la subyugación, el maltrato, el abuso, la sexualidad temprana, el mal gusto y la vulgaridad, la televisión deformante, marcan aberraciones de nuestra enseñanza. La trasmisión de conocimiento es vital pero no basta por sí sola; tiene que estar unida o muchos otros esquemas sociales de comportamiento, la familia como núcleo y es el maestro la vía.