Uno de los mayores esfuerzos que realizan los gobernantes es lograr que sus ideas se conviertan en ejecuciones concretas. Después de todo es la única forma de garantizar su legado.
Para conseguirlo, los emperadores romanos aseguraban su sucesión dinástica designando a sus hijos -y/o familiares cercanos- como sus herederos, o bien financiaban la construcción de proyectos de infraestructura para dejar su impronta en Roma y otras ciudades del imperio. Hoy admiramos tan monumentales trabajos.
En democracia, los gobiernos están obligados a satisfacer las necesidades de los ciudadanos. De lo contrario, en los ciclos electorales a los que deben someterse de forma periódica los votantes los rechazarán.
En los años 1990-2000 coincidieron en los Estados Unidos y Gran Bretaña Bill Clinton y Tony Blair. Ambos eran gobernantes jóvenes (46 y 43 años respectivamente, al momento de asumir el gobierno), venían de suceder gobiernos de derecha transformadores con largos años en el poder (Margaret Thatcher casi unos 12 años en Gran Bretaña, al igual que la mutual Reagan-Bush) y tenían el compromiso de garantizar su legado, de demostrar capacidad de gerencia en el manejo de la gestión pública.
Recuerdo que, en el año 1992, David Osborne y Ted Gaebler habían publicado el libro “La reinvención del gobierno: La influencia del espíritu empresarial en el sector público”, el cual proponía transformar el miso, orientándolo hacia la obtención de resultados y haciéndolo más eficiente e innovador y todos queríamos hacer lo mismo. Y es en medio de esta vorágine en favor de la eficiencia que Bill Clinton crea la Asociación Nacional para la Reinvención del Gobierno bajo la dirección de su vicepresidente Al Gore; y Tony Blair la Unidad de Cumplimiento de Metas en la oficina del primer ministro, ambas iniciativas con resultados muy modestos que mostrar al final de sus respectivos mandatos. En estos esfuerzos América Latina no se quedó atrás y el presidente Ricardo Lagos en Chile (2000 – 2006) creo en La Moneda una Unidad de Políticas Publicas con objetivos y resultados similares.
Hoy el primer ministro de Gran Bretaña, Keir Starmer, vuelve a poner sobre la palestra la necesidad de eficientizar el gobierno, esta vez con él mismo al frente de una forma de gerencia con objetivos similares inspirada en la propuesta “Mission Economy – A Moonshot Guide to Changinbg Capitalism” de la economista Mariana Mazucatto. Esperamos que esta vez Starmer sea exitoso en iniciativas en que muchos otros no lo han sido.
Lo cierto es que para el logro de unos propósitos tan loables -y para la solución de un problema tan pendiente- lo que se necesita es una función pública manejada de arriba abajo por hombres ilustrados.
De todas maneras, vale la tratar, pues como dijo el dictador José Stalin “solo la muerte es la solución de todos los problemas… ningún hombre, ningún problema” y en implementar esta solución, el dictador soviético de origen georgiano sí que casi logra sus objetivos.