Estando en Sao Paulo, Brasil, recibí un obituario de parte de nuestro dilecto amigo, el maestro Rafael Chaljub, que informaba de la muerte del legendario militante de izquierda, Harris Jiménez Castillo (comandante Memo). Soy de la populosa barriada de Villa Francisca, nací en la calle Juana Saltitopa No. 40 (parte atrás), un patio que tenía otra entrada por la calle Felix María Ruiz No. 51, hoy Ave. México. En una de esas cuarterías, como se les llama popularmente a las viviendas de los patios, propiedad de la fenecida señora doña Dora Rodríguez, vivía un joven espigado, de una permanente sonrisa, de finos modales, afable y amistoso. Crecí mirando esta figura, muy amigo de mi familia, de mi madre, mi padre. En ocasiones, las fuerzas represivas del trujillismo iban en búsqueda de este joven, posteriormente organismos represivos del neotrujillismo balaguerista iban también en su búsqueda; yo estaba muy pequeño y no entendía por qué iban tras un joven que para mí era buen referente, por sus modales, comportamiento, por su humanismo, siempre solidario con los problemas de los demás en el patio.
Transcurrido el tiempo, en 1969 cuando me vinculé a una organización de estudiantes, el Frente Estudiantil Flavio Suero, que era un apéndice del Movimiento Popular Dominicano -MPD- comienzo a entender por qué esos organismos represivos perseguían a este joven modelo de buena conducta, de solidaridad y humanismo. ¿Su principal delito? desafecto al trujillismo y al neotrujillismo de Balaguer. Se desarrolló un vínculo más amplio entre mi familia y la de él, su tía Yení, su prima Yira, su hermano Pichito, combatiente de la guerra de abril, su cuñada, doña Dominicana, y así pude desarrollar un vínculo más estrecho y de contenido político con el comandante Memo. Conocí de parte de él sobre su participación en el lado constitucionalista en la guerra de abril del 65, en la que formó parte del Comando Pedro Cadena que operó en la calle Juana Saltitopa del sector de Villa Francisca. Fue apresado por el régimen de Balaguer y sale de prisión en el canje que se hizo con el secuestro del agregado aéreo de la Embajada de los Estados Unidos en el país, Donald J. Crowley, el 24 de marzo de 1970, junto con Maximiliano Gómez -El Moreno- y un grupo de dirigentes de izquierda que salieron al exilio. Retorna al país con la Ley de Amnistía del gobierno del PRD presidido por Antonio Guzmán Fenández, de la cual también fui beneficiario porque estuve preso desde 1976 al 1978.
Al retorno del exilio, el comandante Memo y yo profundizamos esta camaradería que tiene su génesis en lo expuesto más arriba. Desde aquí, en Brasil, quiero rendir tributo a este hombre que muere casi en el anonimato pero que consagró su vida a la lucha por los mejores intereses de la Patria. Nunca claudicó ni utilizó su historia revolucionaria como carta de presentación para beneficio personal. Debo reconocer el gesto de la señora Josefa Castillo, sobrina del comandante Memo, a quien no conozco de manera personal sino en su vida pública como dirigente de un partido político y hoy como directora de la Superintendencia de Seguros, que desde hace muchos años le dio acogida a Memo en su hogar ocupándose de todas sus atenciones, con amor, dedicación y orgullo de la historia de su tío, gestos que en estos tiempos son muy escasos. Desde mi distancia envío una flor para la Gloria Eterna del amigo, del camarada Harris Jiménez (comandante Memo).