Tengo un amigo que cuando está alegre sin motivos y piensa que las cosas están bien y que estarán mejor, lee a Nietzsche, como para inyectarse de realidad y “poner los pies sobre la tierra”. Él, “nichano” (nietzscheano) de pura cepa, conoce en profundidad la obra e ideas del filósofo alemán. Incluso, declama de memoria largos párrafos de muchas de las obras de Nietzsche.
Yo, que he leído algo de Nietzsche, pero no tanto ni tan profundo como José Enrique Reyes, entonces le hablo de Ciorán, el gran prosista de origen rumano, que vivió casi toda su vida en París, cuyos libros, según me dice otro amigo, si los exprimes, destilan una densa oscuridad y un pesado pesimismo.
Precisamente, repaso a inicios de año dos textos de Ciorán: Breviario de los vencidos (BV) y, La tentación de existir (TE). En ambos, como bien dice en la solapa de uno de ellos, están los temas y obsesiones centrales del rumano: el arte como única justificación para vivir, el nihilismo como goce del instante, la nostalgia, la nada, el dolor de existir, y todo con su “inconfundible voz”, la de “un insomne que ha hecho del tedio y del desencanto la auténtica morada del hombre”.
De ellos transcribo algunos fragmentos: “Que Él se quede toda una eternidad donde no haya nadie; nosotros seguiremos pecando, mordiendo las manzanas que se pudren al sol”; “Creyó Él que con la muerte nos haría esclavos y que le serviríamos. Pero nosotros, poco a poco nos hemos acostumbrado a la vida”. (BV, p. 12-13). O esta otra, nihilista: “Yo sé que todo es final, que solamente existe un instante, cada instante” (BV, p. 14).
En esta, el rumano, destruye y no dejó nada en pie a su paso: “Las doctrinas carecen de vigor, las enseñanzas son estúpidas, las convicciones ridículas y estériles las florituras teóricas” (BV, p. 25).
El Breviario tiene cuatro largos ensayos, separados internamente por números; La tentación de existir, en cambio, está compuesto por pequeños ensayos sobre temas religiosos, filosóficos y culturales, donde a cada instante se encuentran joyas del pensamiento y de estilo, con la precisión que caracteriza la escritura de Ciorán.
Entre los temas que aborda, están: El destino, el exilio, los místicos, Sócrates, San Pablo, Lutero, la autocompasión, la novela, el estilo, el lenguaje, el escepticismo, el no-hombre, la máscara y, obviamente, la tristeza. Lo difícil con estos pequeños ensayos es decidir, en lo breve del espacio, que trascribir. Veamos: “No hay obra que no se vuelva contra su autor” (TE, p. 5). “La época moderna comienza con dos histéricos: Don Quijote y Lutero” (TE, p. 8). “Sólo nos seducen los espíritus que se han destruido por haber querido dar un sentido a sus vidas” (TE, p. 21). O estas sobre los intelectuales: “El intelectual fatigado resume las deformidades y los vicios de un mundo a la deriva. No actúa: padece”; “…el intelectual, frustrado de sus dudas, se busca las compensaciones del dogma”, (TE, p. 36-37).
Estemos de acuerdo o no con Ciorán, algo de pesimismo es bueno al entrar el año, para sacudirnos. O, simplemente, podemos leerlo por el simple placer de una buena y punzante lectura.