Haití, territorio oeste de la isla de Santo Domingo, habitado mayormente, por los descendientes de los esclavos negros, llevados allí en perverso comercio humano en complicidad con gobernantes y esclesiásticos, comprados por franceses, que se enorgullecían de la “Colonia más rica de América”, solo viendo el PIB astronómico. No reparaban en que la verdadera y amarga materia prima para la elaboración del dulce, era la vida de aquellos infelices, desarraigados de su ambiente africano, arrastrados principalmente por portugueses con bendición papal, a un horripilante sistema de explotación, tan duro que la esperanza de vida era apenas 30 años. Traídos de tribus diversas cuyos dialectos no se conocían entre sí, tenían en común el negro color de piel, la cultura del hombre primitivo, la regia fortaleza y el espíritu indomable, rebelde y libre. Memorias quedaron en su su siquis porque las guaguas haitianas, llamadas Tap-Tap exhiben animales que jamás conocieron. Hoy ese territorio se encuentra en condiciones convulsas extremas, controlado en su mayoría por bandas dotadas de las más modernas y letales armas, dispuestas a usarlas a la menor provocación o en desarrollo de sus actividades delincuenciales que han servido para financiar ese propio armamento con secuestros, extorsión, “protección” forzada, narco tráfico y con apoyo de quienes están detrás del caos haitiano. Los Estados Unidos, parte trascendente con grandes riesgos geopolíticos en su complicada agenda, actúa de forma hipócrita y con doble moral. Se “filtra” a un influyente diario, la especie de que esas armas, llegan a través de RD y el tránsito es. contrario. Más tarde se suelta la especie de que en el periplo de Ariel Henry, el primer ministro “convenientemente” retenido en Puerto Rico, contó con diplomáticos dominicanos en sus planes de reingreso a Haití, pero ¿Quiénes son y con qué poder cuentan? Malévolo plan en Pto. Príncipe en el que se reduce el suministro de agua potable, combustibles, alimentos, se fuerza el cierre de hospitales, sin escuelas activas, negocios cerrados, sin actividad económica más que el sobrevivir, procura un estado insufrible que habrá de empujar hacia la frontera a millares de haitianos desesperados. ¿Dispararán contra ellos los soldados criollos, desplegados allí para “defenderla”? Se juega a la desesperación, mientras se habla de elecciones “impracticables” cuando lo urgente es “seguridad”. Se torna en evitable genocidio como si la absurda muerte de seres humanos poco importara o como si fueran soldados que las matemáticas de guerra contabilizan como peones a sacrificar. Hoy se define el “destino” de Haití en una reunión del Caricom, en Jamaica, por países llenos de carencias, sin ejércitos ni poder. De este lado no existe solución para los gravísimos problemas de esa población, dejada a su suerte por una OEA que para nada sirve y una ineficaz ONU, dedicada a perversos programas de “género”, contra el género humano.