El lunes de esta semana Leonel Fernández escribía que el país se encontraba en una situación preocupante, pues su crecimiento económico en el período enero-abril de este año solo alcanzó el 1.2 por ciento. Lo más grave de este magro crecimiento es que cuando se desglosa por rama de actividad se nota que la industria local tuvo una caída de 2.2 por ciento, que la construcción se contrajo en un 3.5 por ciento y que el comercio descendió a un 0.4 por ciento.
Algo más grave aún, nos explica Leonel Fernández: el sector de zonas francas se desplomó en los primeros meses de este año un 2.4 por ciento y aunque el turismo siguió en positivo las cifras revelan que su crecimiento se redujo, pues pasó del 42.1 en el primer cuatrimestre del pasado año al 14.2 por ciento en los primeros cuatro meses de este año.
Las autoridades podrán decir, como lo han expresado, que la República Dominicana, al igual que los demás países del globo está siendo golpeada por una crisis mundial, que se inició con la pandemia y que ha seguido con la guerra de Ucrania, pero a ningún economista se le ocurre negar que hay países que han manejado mejor la crisis y que han evitado que sus efectos perversos afecten fuertemente a los sectores más vulnerables.
Precisamente, lo que se le reclama a las autoridades nacionales es que no supieron adoptar y poner en práctica las medidas pertinentes para morigerar los daños que previsiblemente se derivarían de la crisis, y la mejor demostración de que los sectores populares se han resentido son las diversas encuestas que revelan su inconformidad por la situación personal que, a su entender, ha empeorado bajo el actual gobierno, y por el rumbo equivocado con que el gobierno maneja la situación nacional.
En efecto, ni siquiera los planes sociales que se anunciaron como respuesta a la crisis pudieron auxiliar a los hogares pobres del país, pues la incompetencia y la politiquería han sido de tal naturaleza que Supérate, el programa que trató de emular Solidaridad y Comer es Primero del gobierno de Leonel Fernández ha sido un completo fracaso.
Cada día los medios de comunicación nos traen la noticia de que las tarjetas de Supérate han sido hackeadas, de que funcionarios provinciales las están usando y manipulando, de que los beneficiarios del programa no han podido cobrar el subsidio porque las tarjetas carecen de fondos, de que los grandes comercios han sido preferidos a as pulperías de los barrios, y en fin, de que la ineficiencia es de tal naturaleza que los pobres han comenzado a llamar a la tarjeta con el despectivo nombre de “Desespérate”.
Pero al margen de la crisis económica, a diario leemos noticias que nos hacen pensar que nada está funcionado, pues de repente uno de los diarios nacionales nos informa que ha colapsado el programa de inglés por inmersión que tan buenos frutos dio a la juventud estudiantil bajo el gobierno de Leonel Fernández; de que los apagones vuelven a mortificar a la población cuando ya se creían casi superados; de que la violencia callejera ha llegado a la escuela, donde un estudiante es muerto a golpes por sus compañeros de aula y en donde otro pierde una mano por la agresión de un delincuente en la puerta del plantel.
La inseguridad ciudadana se ha convertido en la normalidad del tiempo que vivimos, con asaltos diarios, robos a mano armada, desapariciones y asesinatos, a tal punto que las calles se han tornado insegura y la señora procuradora general de la República tiene que ser trasladada a un hogar secreto para preservarla de las amenazas que recibe.
El país se encuentra en serias dificultades y, si bien es cierto que todos debemos ayudar para superar esta situación, son las autoridades las que deben orientarlo y guiarlo hacia la solución de estos problemas. Un gobierno es elegido no solo para administrar la cosa pública, también lo es para en tiempos tormentosos llevar la nave a buen puerto.
Lamentablemente, tal parece que la improvisación, la incompetencia, la desidia y el clientelismo se han apoderado de numerosos funcionarios públicos, lo que ha conducido a la paralización de los servicios que la ciudadanía espera y necesita. La indolencia campea por sus fueros y el país demanda de una urgente recuperación que a viva voz reclama los hombres y mujeres de nuestro pueblo.
Un cambio de rumbo está siendo demandado, y todo parece indicar que tal anhelo no será posible bajo las presentes autoridades, lo que conduce inexorablemente a pensar que habrá de aguardar las elecciones del año próximo para conseguir, bajo la conducción de Leonel Fernández, una nueva ola de transformaciones, tal como lo hizo en el pasado.