¿Cuál dominicana o dominicano de trabajo, con interés en el avance político, institucional, económico y social de la República no quisiera un #CongresoDiferente? ¿A cuál ciudadana o ciudadano con deseos de vivir en un país más justo, próspero y organizado no le gustaría ver a más legisladores conviviendo con la comunidad, legislando y levantando la voz para defender y promover el bien común?
Sin dudas, la idea de un #CongresoDiferente es atractiva para la inmensa mayoría de la población que comprende las funciones del poder legislativo y aspira a que en el 2020 la Cámara de Diputados y el Senado se llenen de verdaderos representantes del interés colectivo. La propuesta de un #CongresoDiferente podría ser atractiva y movilizar al voto más consciente del país, que sin dudas querría multiplicar a los Fidelio Despradel y a las Faride Raful en las cámaras legislativas, para citar dos casos emblemáticos pertenecientes a bancadas distintas.
Pero ninguna institución puede comportarse de manera diferente si se mantiene bajo la dirección del mismo tipo de personas. No habría #CongresoDiferente bajo el control absoluto de los políticos mañosos con más interés en garantizar privilegios particulares y grupales que en servir a la gente.
Por tanto, un #CongresoDiferente pasa por la elección de personas distintas, capaces, comprometidas con las demandas sociales y con posibilidad de colocar el bienestar de sus representados por encima de los intereses corporativos de sus partidos y de cualquier otro grupo de influencia.
Por lo extendida de la cultura política del clientelismo, de la competencia desleal, de la hegemonía del dinero por encima de las ideas, los partidos tradicionales mayoritarios tienen las más grandes trabas para que gente diferente acceda a una candidatura legislativa (en todos el poder del dinero es un factor determinante para entrar a la competencia).
La puerta más segura para que en el 2020 entren al Congreso representantes diferentes la constituyen los partidos opositores que no han estado comprometidos con la corrupción, la impunidad y la cultura clientelar que tanto daño hace a nuestra democracia. Alianza País, Opción Democrática, el Frente Amplio, el Partido Revolucionario Social Demócrata, Dominicanos por el Cambio y la Alianza por la Democracia son fuerzas políticas diferenciadas de los partidos mayoritarios, y varios de ellos mantienen claras y públicas posiciones de rechazo al cofrecito, el barrilito y cualquier práctica contraria a la labor legislativa.
Pero estas fuerzas de potencial transformador tienen serias dificultades legales y temporales para articularse y posicionar un frente alternativo congresual. La misma ley negociada entre los partidos mayoritarios fue concebida para dificultar o impedir este tipo de articulación. Además, la fórmula de asignación de escaños (método d’Hondt) hace muy difícil la competencia y la elección de candidaturas alternativas, pues el método de conteo provoca que una candidatura diferente pierda ante otra de un político mañoso de un partido mayoritario aunque la primera saque más votos, por el solo hecho de que los escaños se asignan primero tomando en cuenta el total de los votos del partido y después los votos de cada candidato o candidata. El sistema está diseñado para favorecer en la asignación de escaños a los partidos o coaliciones mayoritarias.
Por esta situación las fuerzas opositoras alternativas se ven obligadas a multiplicar dos, tres, cuatro, cinco y hasta seis veces la suma de sus resultados anteriores si desean conseguir una diputación en alguna zona importante. Bajo el sistema de conteo actual la senaduría es todavía más difícil en términos numéricos.
Sin embargo, en una alianza estratégica con el Partido Revolucionario Moderno (PRM), firmada en base a principios, compromisos y propuestas, las fuerzas transformadoras sí podrían entrar a una participación competitiva en el nivel legislativo, con posibilidad de hacer una campaña de manera independiente y bajo una consigna anidada en la mente y el corazón de la ciudadanía crítica: un #CongresoDiferente.
Esta relación política-electoral condicionaría y cualificaría al PRM como fuerza opositora mayoritaria, aumentando sustancialmente las posibilidades de derrotar al Partido de la Liberación Dominicana (PLD) en todos los niveles de elección, sin renunciar bajo ninguna circunstancia al discurso, a las visiones ni a los compromisos éticos de las candidaturas de las fuerzas transformadoras. Sería una alianza para superar la enorme barrera del método de conteo de votos y dar respuesta a la demanda ciudadana de utilizar el 2020 como momento para un cambio verdadero, solo garantizado por la fortaleza y el éxito de las fuerzas transformadoras. La derrota no es capaz de condicionar a nadie.
Algunas personas del entorno denominado progresista sostienen que este país no se cambia si no es con el control del Gobierno y de otros estamentos del Estado al mismo tiempo. También consideran incorrecta y hasta antiética una relación con el PRM. Pero lo cierto es que cuando decimos que estamos en una dictadura de partido único, o nos acercamos a ella, nuestra responsabilidad como actores políticos aumenta, y por tanto debe aumentar nuestra disposición de restar poder a quien lo concentra todo, que es el PLD.
Es muy cierto, además, que el Congreso sería mejor si multiplicamos los Fidelio Despradel y las Faride en la Cámara de Diputados. Si más personas capaces, con compromiso social, principios y propuestas llegan al Congreso, segurísimo que este poder del Estado tendrá un comportamiento distinto, y segurísimo que cuando la Junta Central Electoral presente los resultados del conteo del 2020 ciento de miles o millones de votantes dormirán más felices y agradecidos del liderazgo político que haga posible tal hazaña.
Con muy poco tiempo para hacerlo, vamos a pensarlo, y a imaginar el mismo escenario en el nivel municipal. Existe una gran oportunidad para las fuerzas que se llaman progresistas y para la ciudadanía más consciente. Falta un liderazgo ágil y comprometido de verdad con el avance de las fuerzas transformadoras.
Recordemos siempre que un partido es más los votos y la gente que representa que su estructura y sus dirigentes.