India, ubicado estratégicamente en Asia del Sur y considerado el país más poblado del mundo desde el 2023, iniciará el proceso electoral más complejo de su etapa democrática, por el afianzamiento que ha logrado el oficialismo a todos los niveles, el despliegue de la logística en su vasto territorio, entre otros temas que reflejan la realidad política, económica y social de una nación llena de contrastes.
En ese tenor, las elecciones empiezan el 19 de abril y concluyen el 1 de junio. Están convocados 970 millones de electores, para renovar los 543 escaños de la Cámara Baja del Parlamento (bicameral), que representarán a sus comunidades por un periodo de cinco años. El oficialista, conservador y ultranacionalista Partido Popular Indio (BPJ) tiene mayoría y es la fuerza política predominante en el sistema, lo que ha permitido que el primer ministro Narendra Modi esté en funciones desde el 26 de mayo de 2014 y con posibilidades reales de mantenerse en el poder por un tercer periodo.
Aunque el sistema político es multipartidista, el escenario está polarizado por el Partido Popular Indio (BPJ), que cuenta con 301 representantes en el citado hemiciclo y es respaldado por una plataforma de entidades políticas; mientras que el centroizquierdista partido de oposición llamado Congreso Nacional Indio (INC), tiene 53 escaños y formó una coalición con 28 organizaciones denominada Alianza Inclusiva de Desarrollo Nacional de India (INDIA), impulsando las aspiraciones a primer ministro de Raul Gandhi.
Trascienden el voto electrónico, la automatización del sistema para conocer los resultados en el corto plazo y el acompañamiento de la Unión Europea (UE) como observador.
El éxito de Modi está sustentado en la fortaleza de su liderazgo intrapartidario; las reformas económicas y el desarrollo sostenido de la que ya se perfila como la tercera economía en 2030; y el impulso de iniciativas para atraer la inversión extranjera, aprovechando que muchas empresas y grandes corporaciones han decidido salir de la vecina China.
De igual manera, la ampliación de los programas de asistencia social, que han sacado a 250 millones de personas de la pobreza multidimensional, según un informe de NITI Aayog, el foro más importante de reflexión sobre políticas públicas de India, que es afín al Gobierno. No obstante, trascienden otros reportes que sugieren que todavía las brechas de desigualdad son muy amplias, por lo cual los indicadores sobre la reducción de los niveles de pobreza dados a conocer por las autoridades oficiales son abordados con escepticismo.
Este panorama contrasta con el pujante desarrollo económico de la India, que le ha permitido ser parte de mecanismos tan importantes como el Brics y el G7, en el que coincide con países antagónicos y que a su vez representan el poder político y económico predominante.
Por otro lado, Modi ha neutralizado a tiempo los conatos de inestabilidad interna liderados por movimientos separatistas, como la comunidad sij, sumándose las denuncias de discriminación étnico religiosa a segmentos como los musulmanes, por la entrada en vigencia de la Ley Enmienda de Ciudadanía, que excluye del proceso de naturalización a nacionales de Pakistán, Afganistán y Bangladesh, donde esa religión es mayoría. Llama la atención que esto sucede en un país como la India, donde cohabitan diferentes etnias o sistemas de castas, como forma de estratificación social.
A Modi se le critica el centralismo del poder; la monopolización de la propaganda política; la realización de maniobras para afectar a sus adversarios, como el caso del candidato que respalda la oposición política, Raul Gandhi, quien fue sentenciado a dos años de prisión por supuestamente haberse expresado inadecuadamente del primer mandatario, decisión judicial desestimada posteriormente; mientras que no corrió con la misma suerte el ministro principal de la capitalina ciudad de Delhi, Arvind Kejriwal, detenido por presunta corrupción.
El nuevo primer ministro tiene como reto abordar el problema del desempleo; la contaminación a todos los niveles, que afecta la calidad de las aguas y del aire; así como la definición de la disputa por asuntos territoriales en la zona de Indochina, que mantiene tensas las relaciones entre la India y China, entre otros temas prioritarios en un país tan diverso y extenso.