El 28 de abril marca en el calendario dominicano la fecha de la última invasión de EE.UU. con fuerzas militares con descomunal poder. En esta fecha de 1965, hace ya 59 años, fueron enviados a desembarcar en territorio nacional, en lo que se llamó operación “Power Pack” fuerzas aerotransportadas de los Marines, a los que le siguió el grueso de la 82da division aerotransportada y más tarde los integrantes de su casa matriz, el XVIII Cuerpo. Termina la ocupación el 21 de septiembre del siguiente año con la salida de los últimos remanentes de la División 82da. La paranoia del comunismo cubano y la facultad del dictador Fidel Castro para arrastrar países hacia su fracasado sistema político, todo con el apoyo de la Unión Soviética, en las narices del Tío Sam, fueron factores determinantes en la decisión del presidente Johnson, el excéntrico líder demócrata cuyos biógrafos destacan su obsesión por el “tamaño” de Jumbo, nombre con el que se refería a su pene, de ordenar la ocupación del territorio nacional, la segunda vez, con razones díametralmente opuestas, que las botas de los marines mancillaron la patria dominicana. Fue una oportunidad “capicúa” para la política de EE.UU. al hacer posible sacar de su territorio, 42,000 marines, para reforzar las unidades que estaban siendo diezmadas en la absurda guerra de Vietnam. Nunca desembarcó tal cantidad porque con una cifra marcadamente inferior controlaban, Santo Domingo, adonde hizo nido la Revolución de abril. El congreso americano había determinado que no se podía enviar más refuerzos a Vietnam, a menos que se tratara de “soldados ya fuera del territorio americano”. 44 soldados de los invasores resultaron muertos, contabilizan las estadísticas oficiales, que señalan que 27 de ellos murieron en combate; 172 resultaron heridos. Solo se dice que 2,825 dominicanos murieron, la mayoría civiles. Un ejercicio de imaginación obliga a pensar cómo hubiera resultado la historia, si esta ocupación no hubiera tenido lugar entonces. Este paso muestra cómo se manejaba la geopolítica y cómo contrasta con el comportamiento ante la crisis haitiana actual y su manejo con pinzas, por el gobierno americano de hoy. Existen criterios de que la invasión “intensificó la fragmentación política y la dependencia de EE.UU. e hizo más difícil el desarrollo de instituciones políticas efectivas. Irónicamente, una de las principales contribuciones resultó de la reforma inmigratoria de ese año en EE.UU. cuya consecuencia fue un aumento de la inmigración dominicana, con el consiguiente flujo de remesas, experiencias e ideas”. La gesta de abril del 65 y la intervensión americana perturbó de tal modo el país, que nació una nueva nación, bajo otros esquemas. Joaquín Balaguer “ganó” unas amañadas “elecciones” con los soldados extranjeros presentes e instauró un peculiar régimen de persecuciones selectivas, con ese apoyo y de manejo autoritario del gobierno, con luces y grandes sombras.