“Se insulta a las fieras cuando se compra su crueldad Con la de los hombres”
Fedor Dostoievski
A comienzos de julio, la atención del gobierno de Trujillo pasó del terreno militar al campo de la economía.
Tras las dificultades iniciales en los enfrentamientos con los expedicionarios y los problemas derivados de la presión internacional, sustentada en las graves denuncias de violaciones a los derechos humanos y la comisión de asesinatos sumarios, el dictador concentró todos sus esfuerzos en desentrañar lo que, en sus inicios, presentaba los visos de una conspiración para erosionar el régimen atacando sus bases económicas.
El cónsul general en Nueva York, Luis R. Mercado, envió el 7 de julio una comunicación al vicepresidente Joaquín Balaguer informándole sobre denuncias de ventas en los mercados de capitales de esa ciudad de billetes dominicanos de alta denominación con fuertes reducciones.
Las operaciones involucraban billetes de mil pesos, según un informe de la firma especializada Rundt Market Report, hecho circular entre corredores y empresas de Wall Street.
El reporte tenía fecha 29 de junio y la semana transcurrida entre su puesta en circulación y la fecha de recibo de dicho informe en Ciudad Trujillo, una semana después, intranquilizó al régimen. Mercado señalaba que a fin de determinar la seriedad de Rundt Market Report había encargado a su asistente, Alfredo Ayarza, la tarea de obtener “algunas opiniones de personas vinculadas con la publicación de todo lo que se refiere a cuestiones financieras y comerciales”.
Ayarza entregó al cónsul dos memoranda con opiniones de Alfred Bennet, subdirector de la División Internacional del Chemical Corn Exchange Bank, y de Dave Steinberg, redactor financiero y comercial del New York Herald Tribune, copias de las cuales Mercado anexó a su correspondencia al Vicepresidente. Las opiniones de estos dos expertos no ayudaron a tranquilizar a Trujillo, que veía en la posibilidad de un derrumbamiento de la estabilidad de la moneda dominicana un peligro inmediato mayor que el representado por sus opositores en el exilio.
La combinación de una ofensiva en el terreno político militar con una acción desestabilizadora del signo monetario nacional planteaba una amenaza como nunca antes se había visto precisado a enfrentar. Bennet había confiado a Ayarza, según el texto del memorándum confidencial de éste a Mercado, de fecha 3 de julio y que el cónsul había transmitido a Balaguer para conocimiento de Trujillo, que hasta esa fecha “ningún funcionario bancario de alto nivel” había comentado lo informado por Rundt respecto a “la iniciación de la fuga de capital” desde la República Dominicana.
Según Ayarza, Bennet creía que el informe o análisis de Rundt “no es exactamente la Biblia de Wall Street, sino más bien un trabajo espontáneo que circula por suscripción cuasi forzada, como muchos otros”. Definitivamente, Bennet no creía en la reputación de Rundt. Steinberg, redactor del New York Herald Tribune, confirmó, en cambio, las informaciones sobre ofertas, “de fuentes distintas”, a casas de cambio y bancos de billetes dominicanos de mil pesos, a la par o mediante descuentos que habían venido ascendiendo en las dos semanas anteriores desde un cinco hasta un ocho por ciento, debito a la falta de compradores.
Steinberg aseguraba, de acuerdo a Ayarza, que sus fuentes estaban lejanas de Rundt aunque sabía del informe de éste. El reportero tenía vínculos con el gobierno dominicano y había sido el redactor de un suplemento pagado sobre la República Dominicana publicado por el Heral Tribune el 8 de junio de 1958. En un evidente esfuerzo por tranquilizar a sus superiores, Ayarza escribió a continuación que Steinberg, como conocedor de la “sólida economía” de la Era de Trujillo, antes de darle publicidad a la historia, estaba tratando “por todos los medios de confirmar, o por lo menos ratificar los términos de la información”.
El analista financiero prometía que si llegara a enterarse qué banco, casa de cambio o personas se encontraban envueltas en esta clase de transacción “nos lo hará saber”. De momento, Steinberg parecía inclinado a creer que eran Juan Domingo Perón o Fulgencio Batista, los exiliados ex presidentes de Argentina y Cuba residentes en la República Dominicana, “los que podrían figurar al final de la cadena”.
Las angustias que el reporte de Rundt provocara en las altas esferas gubernamentales dominicanas radicaban en su correcta percepción de la realidad del país. Trujillo parecía profundamente influenciado por los informes de inteligencia de Abbes García en el sentido de que las fuentes de Rundt se encontraban en los entornos del propio palacio presidencial dominicano y no en los desinformados círculos del exilio en Nueva York. En efecto, Rundt describía un cuadro de la situación política, social y económica del país muy ajustado a la crisis nacional, asociando la suerte del régimen de Trujillo al nuevo juego de la confrontación ideológica de la guerra fría. Ahí, precisamente, estribaba el problema.
Mientras la seguridad de su régimen dependiera de su lucha contra sus adversarios, dentro o fuera del país, él, Trujillo, podía trazar los límites del enfrentamiento y los escenarios donde habría de tener lugar. Pero dentro del contexto de una confrontación respecto a la cual él carecía de poder de decisión, la cosa resultaba distinta.
En la nota introductoria de su análisis titulado “¿Qué pasa en la República Dominicana? Castro versus Trujillo” (Rundt Market Report, no. 251, 29 de junio de 1959), la firma especializada advertía lo siguiente: “En atención al intenso interés expresado en días recientes alrededor de los últimos eventos en la República Dominicana, y la confusión en la prensa tanto en este país como en el extranjero, el siguiente informe presenta un perfil de los acontecimientos tal como se han desarrollado en la pasada quincena, con algunos antecedentes básicos.
En 1958, la República Dominicana significó un cliente de US$75 millones para el mercado estadounidense de proveedores. Los Estados Unidos suministran alrededor de las dos terceras partes de las importaciones de la República Dominicana, y le compran más de la mitad de sus exportaciones. Hasta la fecha (de enero a abril), nuestras ventas regulares a la República Dominicana han bajado en un diez por ciento”. Aunque la referencia a la venta de billetes dominicanos sólo aparecía al comienzo del reporte de 3,800 palabras, las consecuencias de operaciones de este tipo en gran escala resultarían funestas para el “benefactor” dominicano. Así lo entendía Trujillo y lo creían también sus principales colaboradores.
En el primer párrafo podía leerse: “Un paquete de cien billetes dominicanos de mil pesos, es decir cien mil dólares a la par, fue ofrecido en Nueva York el 26 de junio, a mediodía, por un ciudadano dominicano muy sofisticado, hecho que testimonia el comienzo, o la continuación, de la huida de capital de este país, doce días después de la primera incursión militar desde Cuba por parte de elementos antritrujillistas.
La oferta fue por efectivo “mediante un descuento razonable” o, de ser imposible, mediante “operación al cobro”. Esa misma tarde, otros dos billetes de seis dígitos de pesos dominicanos, se ofrecieron con un descuento del ocho por ciento, o sea a US$0.92 por peso dominicano.
A seguidas, el informe daba paso a un recuento pormenorizado de los acontecimientos que habían tenido lugar en el país semanas atrás. De acuerdo a como lo revelara Rundt Market Report, el 19 de junio, dos motolanchas veloces, la Tinima y la Carmen Elsa, habían logrado alcanzar la costa cercana a la población de Sosúa y la Bahía de Maimón, cerca de Puerto Plata, el principal puerto dominicano en aguas del Atlántico. Las lanchas habían sido escoltadas hasta la línea de las setenta millas de la costa por fragatas de la armada cubana, la José Martí y la Máximo Gómez.
Apenas cinco días antes, un C-46 con base en Cuba, piloteado por el exiliado capitán dominicano Juan de Dios Ventura Simó, había aterrizado en el pequeño aeródromo de Constanza, una pequeña localidad enclavada en un valle a más de cuatro mil pies de altura en el macizo montañoso de la Cordillera Central, donde están las elevaciones más altas de todas las Antillas. Cerca de 150 hombres en total, según el reporte, componían las expediciones, auspiciadas por el denominado Movimiento de Liberación Dominicano. Aunque habían recibido entrenamiento militar y partido de Cuba, los integrantes de estas expediciones provenían de distintas partes del Continente, figurando también entre ellos ciudadanos norteamericanos, cubanos y venezolanos. Para sorpresa de las autoridades dominicanas, el reporte de Rundt ofrecía datos precisos acerca de la situación totalmente desconocidos para la opinión pública del país, debido a que el Gobierno mantenía un control absoluto de cuanto se divulgaba.
Las expediciones armadas habían sido negadas oficialmente por los portavoces oficiales de Trujillo, durante los días siguientes al primero de esos eventos, calificándose los informes difundidos en el exterior como “mera propaganda”. Mientras la radio gubernamental dominicana insistía en los desmentidos, radioemisoras de Caracas, La Habana, San Juan y Puerto Príncipe y algunas fervientes newyorkinas, anunciaban que el comandante Enrique Jimenes Moya, dominicano de 46 años que había peleado con Fidel Castro en Sierra Maestra, era el jefe de las fuerzas expedicionarias. No fue hasta el día 24, cuando el Gobierno admitió finalmente los hechos, para informar que “los invasores que llegaron desde Cuba han sido aniquilados” por unidades combinadas de Fuerzas Armadas, la Policía y los denominados Jinetes del Este, una fuerza fanática de campesinos armados leal al régimen.
Las primeras versiones de la radio daban cuenta de la muerte de “hasta el último rebelde”, incluyendo a Jimenes Moya. El informe que Rundt había puesto a circular entre sus clientes de Wall Street detallaba con precisión matemática estas informaciones. Se refería, incluso, a las versiones de que “algunos de los rebeldes habían escapado” internándose en las montañas. Y también informaba sobre los anuncios oficiales de los días 26 y 27 de junio de que “las operaciones de limpieza estaban por concluir”, con el propio Generalísimo “presente en la región del Cibao”, supuestamente al frente de las operaciones.
Rundt informaba, asimismo, de la intensa actividad propagandística procedente del cuartel general del Movimiento de Liberación Dominicano, instalado en tres oficinas del modesto hotel Park Wald, en el 117 W de la calle 58, en Nueva York, al frente del cual estaba Alfonso Canto. La firma especializada resaltaba el hecho de que en estas mismas oficinas, entre 1955 y 1958, había operado el cuartel general del doctor Frank –Pancho- Betancourt Agramonte, agente de relaciones públicas del Movimiento Revolucionario 26 de Julio, de Castro.
Canto negaba las informaciones sobre la muerte de Jimenes Moya, señalando, en cambio, que éste se encontraba muy activo operando un transmisor clandestino instalado en algún lugar de la cordillera. Ventura Simó había sido denunciado inicialmente como un traidor por los organismos oficiales. Luego se le atribuyó un papel de “doble agente” y en “premio” a su labor se le ascendió a teniente coronel, presentándosele como un héroe ante una reunión apresurada del cuerpo diplomático acreditado en Ciudad Trujillo.
Era otra farsa para restarle crédito a la negativa publicidad que las expediciones estaban creando contra el régimen de Trujillo y confundir con ello a aquellos dominicanos que en número creciente se informaban escuchando a escondidas las transmisiones radiales del exterior, cosa que estaba terminantemente prohibida por los servicios de seguridad. Para consternación de las autoridades, el informe de Rundt estaba asombrosamente al día de estos acontecimientos y especulaba acerca de la suerte corrida por Ventura Simó. “En los dos últimos días”, relataba, “viajeros procedentes de Ciudad Trujillo alegan que, como culminación macabra, Simó había sido ejecutado como un enemigo del Estado, en la base aérea de San Isidro. Ayer se le exhibió vivo en la cama de un hospital. Ventura Simó había sido fotografiado, en forma engorrosa, estrechando manos con el embajador estadounidense y ex agente del FBI, Joseph S. Farland, de cuya foto el gobierno dominicano trató de lograr lo mejor”. Luego de ser obligado a presentarse en la radiotelevisora oficial, confesándose como agente al servicio de Trujillo, fue sometido a fuertes torturas en San Isidro y finalmente asesinado tiempo después.
Versiones posteriores indican que en su alocución televisiva estaba rodeado por dos verdugos y ex compañeros pilotos de la entonces Aviación Militar Dominicana, los coroneles César Báez y Octavio Balcácer (Tavito), quienes tenían instrucciones de dispararle en caso de que pretendiera salirse del texto. Estaba pálido y su mirada parecía perdida. Esto dio lugar a conjeturas posteriores de que había sido drogado. Meses después, la Aviación Militar promocionó un espectáculo acrobático frente a las cosas de la capital, con una escuadrilla de reactores Vampiros. Uno de los pilotos sería supuestamente Ventura Simó. Pero el prisionero no tomó parte en ninguna acrobacia. El puesto de piloto de su avión lo ocupaba el coronel Santiago Rodríguez Echavarría (Chaguito). Un público enorme se congregó en la avenida George Washington, que bordea la costa, para presenciar la maniobra.
La escuadrilla hizo un impresionante loop, una especie de círculo en el que los aviones suben a gran altura, completando un giro de 360 grados, para luego descender vertiginosamente hasta situarse casi a ras de la superficie marina. Momentos después, el público observó que sólo ascendían tres de los aparatos. El cuarto se ha estrellado, exclama la muchedumbre. En realidad, finalizada la maniobra, Rodríguez Echavarría voló a ras de agua en dirección al sur hasta perderse en la lejanía, regresando a su base en San Isidro. El boletín oficial informó que Ventura Simó había muerto en el accidente. En verdad, había sido asesinado en la base aérea.
La versión del “accidente acrobático” fue obtenida de una entrevista con el general retirado Miguel Gabirondo, el 9 de junio de 1994, y confirmada por varios oficiales pilotos de la época. Gabirondo era en junio de 1959 segundo teniente piloto de helicópteros y en tal condición tomó parte en las acciones de contrainsurgentes trasladando expedicionarios tomados como prisioneros desde la cordillera hasta San Isidro, situado a unos 15 kilómetros al Este del centro de Ciudad Trujillo. Existen diversas versiones acerca de las circunstancias en que fue asesinado Ventura Simó.
Aunque el informe de Rundt Market Report situaba su muerte a finales de junio, otras fuentes han ofrecido fechas que encajan mejor en el cotejo de los acontecimientos que siguieron a las expediciones de junio. Ciertamente, su muerte fue el punto central de toda la compleja y aparatosa urdimbre. Se ha podido establecer que tras ser sometido a bárbaras torturas, extrayéndosele toda la dentadura con un alicate a sangre fría, se le encerró en una solitaria. Habría estado en confinamiento durante nueve meses, probablemente hasta comienzos de marzo de 1960. En todo ese lapso se le suministraba solamente una jarra de agua y un pedazo de pan al día. A causa de ello se le caerían los cabellos y empequeñecería. Se ha contado que al sacársele de la solitaria para encerrarle en el saco de henequén en que fue finalmente lanzado al mar, tenía un aspecto sobrecogedor, de un cadáver viviente.
Su esposa Yolanda Garrido de Ventura, fue informada de su muerte el 9 de marzo, el día después de la fecha del cumpleaños de su marido, especulándose que Trujillo pudo haber esperado pacientemente por el aniversario de su nacimiento para hacer oficial la muerte del oficial piloto. Todo el aparataje propagandístico montado por los servicios de seguridad de Trujillo, tenía el propósito de desvirtuar las denuncias publicadas en el exterior acerca de bombardeos indiscriminados a zonas pobladas en los macizos montañosos de la Cordillera Central, donde operaban los expedicionarios.
El informe de Rundt se hacía también eco de tales versiones, con detalles que incluso no aparecían en las transcripciones de las transmisiones radiales del exterior que la estación monitora operada por los agentes de Johnny Abbes García entregaba dos veces al día en las oficinas del Generalísimo, para conocimiento de éste.
La versión traducida del reporte que el cónsul Mercado hizo llegar al vicepresidente Balaguer decía lo siguiente: “Las acusaciones actuales de los elementos antitrujillistas en el exilio es que los aviones de la República Dominicana han bombardeado y ametrallado en forma indiscriminada y brutal amplias zonas cercanas a Constanza y en la costa norte, exterminando así no sólo a los rebeldes locales sino muchos civiles no conectados a la insurrección.
Se dijo que se había invocado la ayuda de la Cruz Roja desde una transmisión radial clandestina, a través de la cual se añadió que más rebeldes se habían unido a las fuerzas invasoras y que las mismas se encontraban reunidas en las montañas con el Movimiento de Liberación”. Desde Puerto Príncipe, agregaba, llegaban informes de que un avión Vampiro se había estrellado cerca de Jacmel, lo cual fue tardíamente admitido por la embajada dominicana en Haití, días después. Otras fuentes haitianas, según Rundt, alegaban que más de cien soldados dominicanos habían sido hospitalizados como resultado de acciones bélicas rebeldes, mientras crecía la tensión y se adoptaban medidas de fuerza en Ciudad Trujillo.
Dos acontecimientos en los que aparecían envueltos los Estados Unidos llamaban la especial atención del reporte y preocupaban mayormente a Trujillo. Se trataba en primer lugar de la intercepción en alta mar de un pequeño buque estadounidense, el “Florida State”, por un patrullero dominicano.
Este hecho coincidió con el anuncio formulado en persona por el propio generalísimo Trujillo de que la expedición había sido echada a pique “en medio de un infierno de llamas, en costas dominicanas”. El segundo incidente internacional, tan grave como el primero, consistió en la intercepción de un avión C-47 de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos en ruta desde su base en Ramey, Puerto Rico, hacia la base de Guantánamo, en Cuba, el cual había sido obligado a aterrizar en el aeropuerto de Ciudad Trujillo por un caza dominicano. Los Estados Unidos protestaron por estos dos incidentes y por lo que Rundt calificó de “abuso de la ya mencionada y ampliamente divulgada fotografía del misterioso doble agente Ventura Simó estrechando manos con el embajador Farland, a quien difícilmente puede culpársele por el incidente”.
Los acontecimientos de las últimas semanas habían conducido a un rompimiento de las relaciones entre los gobiernos de Cuba y la República Dominicana. La Habana había distribuido una nota oficial con referencias a “la matanza de prisioneros capturados” por las tropas leales a Trujillo, a “los bombardeos de poblaciones abiertas” y a la negativa de ese régimen de extraditar al expresidente Fulgencio Batista.
A pesar de las tranquilizadoras interpretaciones de Ayarza, el agravamiento de las tensiones en el Caribe provocado por los esfuerzos armados contra Trujillo estaba involucrando cada vez más a Estados Unidos en los conflictos en la zona. Trujillo, Abbes García, Balaguer y el resto del círculo íntimo guardaban muchas reservas al respecto. En la medida en que esa atención crecía se hacía más vulnerable el régimen, que comenzaba a presentar señales de resquebrajamiento al cabo de veintinueve años de férreo ejercicio e intolerancia. El reporte de Rundt que tanto había alterado los ánimos del “Jefe” así lo ponía de manifiesto: El Tío Sam se encuentra en una situación en extremo difícil. Por un lado está Castro asentado en Cuba, donde existen unos 850 millones de dólares invertidos por empresas estadounidenses, un mercado grande para nosotros, que vale alrededor de 600 millones de dólares al año. Castro se desvía cada vez más hacia el radicalismo marxista; abiertamente se jacta de que confía en liberar las dictaduras en el Caribe, aunque en otras ocasiones ha negado que dijera tal cosa.
Castro encamina muy bien la quiebra de la economía cubana, a pesar de que todavía cuenta con un respaldo de la mayoría de los cubanos, a excepción de las clases media y alta. Por otro lado está el viejo caudillo, el generalísimo Trujillo, quien, a partir de 1930, ha puesto a la diminuta República Dominicana de pies económicamente, donde la mantiene; su régimen está infestado por el soborno, corrompido y lleno de nepotismo dinástico; Trujillo, a quien se le desprecia por tierras latinoamericanas y a quien muchos odian en la República Dominicana, pero que en efecto ha ayudado a muchos de sus conciudadanos agricultores, trabajadores y comerciantes, para que estén seguros de los precios al costo de la pérdida de sus libertades personales.
Pero Trujillo es más pro EUA y anticomunista que otra cosa y cree en el capitalismo y la empresa privada, siempre que uno o dos pequeños Trujillo puedan meter nítidamente el dedo en el pastel. Trujillo tiene 68 años y no tiene sucesor fuerte. Castro tiene 33 años y el número de sus enemigos crece. Trujillo, por virtud del estado de emergencia que él mismo decretó en 1949, puede en cualquier momento declarar la guerra contra cualquier país del que se sepa que protege y permite la concentración de organizaciones, su entrenamiento y aprovisionamiento, que ostenten el propósito de atacar a la República Dominicana, descripción que ciertamente encajaba a Cuba.
Castro y su movimiento han tenido mucho que ver, por no decir algo más, en proporcionar intranquilidades en Haití, atacar a Panamá, en atizar la oposición en el Paraguay; en invadir a Nicaragua y en forjar los temores del desembarco contra Guatemala”. Ciertamente, el conflicto entre estos dos gobiernos trascendía ya las fronteras del Caribe. La delegación de Trujillo había advertido en Naciones Unidas contra los peligros del comunismo cubano y los delegados de Castro desplegaban campañas en ese foro en busca de ayuda “para quienes luchan por liberarse de Trujillo”. No era necesario que el informe de Rundt recordara esta fase del conflicto.
La prensa del Continente estaba llena de despachos dando cuenta del mismo. Dadas las circunstancias en que se producía, el informe sería objeto de análisis muy profundos en las altas esferas del gobierno dominicano y serviría de pauta a las medidas que el campo de la actividad diplomática adoptaría en las semanas sucesivas. Bastaba recordar la hostilidad con que en muchos países comenzaba a tratarse al tirano dominicano, a causa, principalmente, del surgimiento de gobiernos democráticos en países donde habían dominado dictaduras de corte militar, afines a Trujillo.
Tal era el caso de Venezuela, cuyo presidente, Rómulo Betancourt, era un acérrimo y confeso enemigo del Generalísimo. Esta rivalidad llegó al punto más alto. El 24 de junio de 1960, Trujillo intentó asesinar a Betancourt mediante la explosión de un artefacto accionado a control remoto, en una avenida de Caracas. La acción terrorista produjo una conferencia ministerial de la OEA que encontró culpable a Trujillo e impuso sanciones económicas y diplomáticas sin precedentes a su régimen, en agosto de ese mismo año. Las sanciones terminaron por quebrar los cimentos de su férrea estructura gobernante y once meses después, en medio de una crítica situación, fue asesinado por un grupo de excolaboradores. (Véase La Ira del Tirano, Miguel Guerrero, Editora Corripio, Santo Domingo, 1994). Es menester conocer a fondo el informe de Rundt para tener una idea del efecto sicológico que creó en el círculo íntimo de Trujillo. Se creía que reflejaba el sentimiento prevaleciente en las alturas del Capitolio y la Casa Blanca y que su redacción no era únicamente el fruto de un agudo ejercicio periodístico, sino más bien resultado de la intención de esos círculos de socavar las bases del que hasta ahora constituía el más sólido de los gobiernos en la región para todas las consideraciones prácticas, ello significaba que los Estados Unidos comenzaban a cansarse de Trujillo.
Las interpretaciones eran diversas. Pero los juicios en que se basaban daban pábulo a muchas conjeturas, todas las cuales alentaban el pesimismo que parecía ir apoderándose de sectores en el gobierno.
El resto del informe Rundt permite analizar la situación en el contexto en que se le veía en esferas oficiales y financieras de los Estados Unidos. Veamos: “La diferencia entre Castro y Trujillo es meramente que el primero es un adolescente ofuscado y con prisa, demandando y llevando a cabo levantamientos planeados a locas, lleno de exaltación por su reciente éxito, y deseoso de hacerse de un lugar en la historia de la América Latina, como si fuera un Bolívar moderno o algo así, y que considera que los comunistas leales de Moscú son menos peligrosos que los imperialistas americanos. Trujillo, en forma opuesta, nos recuerda al tirano del Renacimiento italiano, bien establecido por casi treinta años, llamándose a sí mismo Benefactor, quien con terror y engaño ha construido un imperio en miniatura, con un aire de sentido de ver las cosas del lado más práctico, dramático y altamente desarrollado, muchas veces por él mismo, y otras ayudado por su séquito.
Trujillo es un glotón, mientras que Castro, al menos hasta ahora, ha sido un espartano, y ha habido rumores de que el Generalísimo ha sufrido un ataque al corazón. Los agentes de publicidad, tales como estos favoritos de Trujillo: Rubirosa, famoso por su relación con Zsa Zsa Gabor, y el joven general (Ramfis) Trujillo, nunca han sido causa de preocupación para Trujillo. Pero el Generalísimo aún no ha nombrado a su sucesor. Castro, por otro lado, no tiene ningún sucesor tampoco. Un derramamiento de sangre pudiera ser la culminación de los gobiernos de Castro o de Trujillo, bien sea por causas naturales o por violencia.
“La justicia social es ahora la mayor aspiración de casi todos los países de la América Latina y la posición de los Estados Unidos es difícil porque no podemos dejar que los comunistas se conviertan en los únicos campeones de la justicia social, como ha pasado en Guatemala bajo el gobierno del presidente Jacobo Arbenz, al servicio de Moscú. Por el momento, Castro y Trujillo parecen estar firmemente asentados en sus respectivos gobiernos.
Altas paredes de censura y propaganda oscurecen el cuadro, pero fuera de que la inquietud prevalece por todo el Caribe y, desde luego, por casi toda la América Latina, ninguno de los antifidelistas de Cuba o de los antitrujillistas que desembarcaron en la República Dominicana, procedentes de Cuba, constituyen un grupo gravemente peligroso. Batista fue derrocado dos años después que un mínimo grupo de menos de tres docenas de sobrevivientes fidelistas empezaron a consolidar la opinión pública de Cuba. Por esa misma suerte podría correr Trujillo y quizás más adelante, el mismo Castro, aunque la mayoría de las personas de la República Dominicana odian a Trujillo, mientras que una mayoría exorbitante todavía respalda a Castro”.
Existían, por supuesto, diferencias notables entre un gobierno y otro. Pero lo unían temores comunes. Ese miedo mutuo estaba basado en la capacidad que cada uno reconocía al otro para hacerle daño. El informe Rundt hacia también referencia a este punto: “El miedo rige a Cuba tanto como a la República Dominicana. Y mientras Trujillo ha recibido ayuda militar liviana, Castro, muy desvergonzadamente, mientras confisca tierras de propiedad de ciudadanos americanos, también compra equipos de segunda mano, especialmente destructores y naves de patrulla, por un valor de nueve millones de dólares”. Las diferencias se daban igualmente en el campo de la economía. Mientras en los Estados Unidos se percibía, según Rundt Market Report, que a Trujillo podrían muy bien acabárseles las reservas netas para los meses de octubre a noviembre, se valoraba el efecto del desempleo en Cuba, estimado entonces en un millón de afectados.
“Las consecuencias de que Batista se robara varios cientos de millones de dólares del Tesoro de La Habana, han resultado en la parálisis de casi, sino todas las formas de negocio cubano. En la República Dominicana ha habido rémoras de menor cuantía en los últimos dieciocho meses, por causa del gasto extraordinario destinado a obras públicas, muchas de ellas en desuso. Se trata de un pequeño país, con población de 2,6 millones y más o menos dos quintas partes de la extensión del Estado de Louisiana. El reporte de las reservas del pequeño país fue de 51,2 millones de dólares, a finales de abril, comparado con 44,8 millones al finalizar el año pasado. Las reservas parecen ahora estar destinadas a aminorar, pues el capital parece aumentar como resultado de la disminución de excedentes en la industria. Ya en 1958, las exportaciones dominicanas excedían las importaciones en cinco millones de dólares solamente, comparado con el excedente record de cuarenta millones en 1957.
En lo que va del 1959, el valor de ambas, exportaciones e importaciones, han bajado más que el año anterior. El crédito está apretado y el cobro internacional se ha hecho lento, aunque ciertos pagos de deudas visibles y originadas en los Estados Unidos son rápidamente pagados. El Banco Central de la República Dominicana está muy bien administrado en todas sus cuentas, incluyendo esos bancos principales de los Estados Unidos que tienen sus depósitos. Paternalmente o para beneficio propio, el Generalísimo ha puesto su casa en orden desde el 1930, cuando su nación estaba envuelta en deudas y cerca de un caos”. De pronto, la presencia en su territorio de los ex dictadores de Cuba y Argentina, Batista y Perón, comenzaba a crearle problemas a Trujillo. Según el informe Rundt, “a Batista le gustaría mucho abandonar su santuario o prisión.
El aún no ha renunciado a sus ambiciones políticas. Pero los Estados Unidos y algunos países europeos han vuelto la espalda a sus peticiones para obtener visa de residente, temerosos que esto pueda perjudicar a Castro, así como a otros países de la América Latina, por ejemplo: Argentina, México y Venezuela. Circulan ciertos rumores de que Trujillo, como buen hombre de negocios, les carga a sus visitantes (Batista y Perón) la suma de mil dólares diarios por el privilegio de permanecer en el país”. Rundt estaba también al tanto de que la prensa dominicana había atacado abiertamente a Batista, señalando citaciones de la Policía para que el ex gobernante cubano “se presente para averiguaciones especiales”. Para el futuro próximo, las predicciones eran de incertidumbre para todo el Caribe, con posibilidades, de acuerdo con el informe comentado, de que empeoraran las cosas “antes de mostrar mejoría”. Las razones principales serían: 1) La muerte de Trujillo o Castro; 2) un aumento de actividades insurgentes con base en Cuba, o bien sea doméstica pero ayudadas por Cuba y, por otro lado, actividades antifidelistas con bases en la República Dominicana, además del surgimiento de movimientos de oposición netamente cubanos. En la provincia de Puerto Plata, en la R.D., ciertos elementos antitrujillistas han logrado mantenerse por cierto tiempo, algo así como hicieron los fidelistas contra Batista en la Sierra Maestra. Por otro lado Castro está enfrentando disturbios en Camagüey y aún en Oriente, los cuales fueran su primer lugar de ocupación. Todavía hay mucho humo, y sin lugar a dudas, mucho fuego”. El informe concluía haciendo el balance siguiente: “… los riesgos están aumentando tanto en el Caribe como en muchos países de América Latina.
Pero los exportadores de los Estados Unidos tendrán que considerar aún mayores riesgos si ellos desean mantener sus negocios. Los capitalistas, por otro lado, tendrán que esperar antes de invertir en nuevos negocios. Es imposible predecir ahora si lo que está pasando es realmente el principio o el final. En este momento, todo parece indicar que hay un sinnúmero de acontecimientos por venir”. Las conclusiones eran severas. En sentido general, por lo menos, el tiempo y la historia están en contra de Trujillo, y aún en contra de la estabilidad que él ha mantenido por tan largo tiempo. El es un fenómeno anacrónico en el presente. Y referente a Castro, lo más probable, según el informe Rundt, era que su gobierno finalice “ya bien con violencia o sin ella, a su debido tiempo, pues él, Castro, causa ahora más daño que el bien que pudiera hacer en un futuro”.
El 8 de julio, el cónsul Mercado dirigió una nueva comunicación al vicepresidente Balaguer, anexando la traducción de un artículo de Steinberg en el Herald Tribune de ese mismo día, en el que se tocaba, esta vez con mayor amplitud, el tema de la venta de billetes dominicanos en el mercado de Nueva York. El expediente venía acompañado de otro memorándum de Alfredo Ayarza analizando el despacho y en el que se informaba de una conversación telefónica suya con William Schwartz, de la American Legion, quien le había expresado que círculos de Wall Street, con quienes él se asociaba a diario profesionalmente, tenían sospechas de que las operaciones de venta de billetes dominicanos constituían “una intentona de Castro y otros sectores comunistas para simular pánico” en la República Dominicana. Steinberg se hacía eco de “rumores de crisis” en el país y centraba su artículo en los temores surgidos por los acontecimientos de mediados de junio. Con todo y que Steinberg parecía empeñado en acomodar las cosas y había manifestado su disposición, según el memorándum de Ayarza enviado por Mercado a Balaguer, de ceder espacio a cualquier declaración “de la Superioridad”, o sea de Trujillo, los nuevos informes acerca de las operaciones de venta de billetes dominicanos resultaban intranquilizadores. Para los fines de una mejor comprensión del caso merece destacarse el texto completo de dicha información: “Un convincente panorama de la creciente tensión política e intranquilidad económica en la República Dominicana ha aparecido en el mercado de moneda extranjera de Nueva York, donde unos paquetes de billetes de banco dominicanos de mil pesos (mil dólares), de seis dígitos, están siendo vendidos privadamente con rebaja.
“La presencia de tan grandes cantidades de pesos dominicanos en los Estados Unidos, según informes más de medio millón pero menos de un millón, representa una salida de capital procedente de la república del Caribe ante rumores de invasiones y revoluciones”. “Se ha sabido de fuentes que merecen confianza que el primero de dichos paquetes de billetes de mil pesos dominicanos -120 de ellos- fue vendido privadamente ayer con un descuento de cinco por ciento. Otras grandes cantidades han sido ofrecidas con reducciones de hasta un ocho por ciento. “El peso dominicano desde 1947 ha sido considerado como una de las monedas más estables del Caribe, equivalente al dólar norteamericano. En el mercado de moneda extranjera de Nueva York, el peso dominicano usualmente tiene solamente un descuento del uno por ciento para cubrir los gastos de manejo. La cantidad de billetes dominicanos en ésta, como en cada semana, es generalmente estimada en aproximadamente veinte mil pesos y proviene de turistas o de hombres de negocios que viajan al ‘paraíso’ del generalísimo Trujillo. “La fuente exacta de los embarques de dinero, o de los recipientes individuales en los Estados Unidos, se desconoce. Es razonable inferir, empero, que dominicanos ‘sofisticados’ en importantes círculos, o círculos políticos, están tratando de convertir su riqueza en dólares norteamericanos, permitiéndose libertad económica para huir si estallara la sofocante situación en el Caribe.
Las especulaciones de que el dinero podría provenir del depuesto dictador Juan Perón de la Argentina o de Fulgencio Batista de Cuba, quienes han tomado asilo político en Ciudad Trujillo, parecen infundadas. La fortuna de Perón se cree que se encuentra segura en bancos de Suiza, mientras que la parte tomada por Batista del tesoro cubano desde hace tiempo fue cambiada en otras monedas. Durante muchas semanas tras la fuga de Batista de Cuba, los traficantes de moneda en Nueva York y Miami recibieron ofertas de pesos cubanos, con un total de aproximadamente veinticinco millones con rebaja de hasta un setenta y cinco por ciento. El flujo de dinero cubano terminó abruptamente cuando el gobierno de Castro empezó a distribuir nuevos pesos cubanos de un color diferente a los emitidos bajo Batista. Es igualmente improbable que el generalísimo Trujillo esté preparando el camino para salir de la República.
A pesar de las amenazas y hasta las recientemente informadas expediciones simbólicas contra la República, el líder dominicano parece firmemente afianzado y seguro. “La gran pregunta planteada por la actividad desusada del peso dominicano aquí es si es el comienzo de una ‘huida de capital’ en masa y de ser así, si los temores de los dominicanos se basan en rumores o en conocimiento”.
El 10 de julio, el vicepresidente Balaguer respondió en una carta el contenido de la primera de las dos comunicaciones de su amigo, el cónsul general en Nueva York. Balaguer hacía saber a Mercado que “la impresión que ha dejado ese expediente es la de que se trata de una especulación grosera”.