Desde la selección de jueces en el 1997, recuerdo que en ese momento, como testigo invitado como presidente del Conep tuve el honor de estar sentado junto a nuestro querido Monseñor Francisco José Arnáiz (EPD), una de las mentes más clara de nuestra Iglesia Católica, me decía “esta es la oportunidad para que los dominicanos puedan tener una justicia independiente, imparcial y que pueda demostrar verdadero equilibrio, equidad”.
Si analizábamos lo que había sido nuestra justicia hasta ese momento, donde los senadores elegían los jueces y se convertían en verdaderos poderes en sus provincias, este paso del 1997 fue un avance significativo.
Han pasado muchos años. Pepe Arnáiz, como le llamábamos con mucho cariño ya no está, ya no soy el joven de cuarenta años de esa época, tengo nietos y canas, sin embargo, mis sueños son aún mayores que en esa época, fruto de la experiencia y de las frustraciones.
Hemos seguido las entrevistas de los candidatos, en esta oportunidad desde la televisión, pero con el mismo interés de que los perfiles de los jueces se correspondan con la justicia que todos esperamos.
Enfrentamientos con algunos de los postulantes. La profundidad de las preguntas muchas veces no ha sido igual para unos que para otros, sin que esto quiera dejar entrever que exista un mayor interés por unos postulantes que por otros.
El Conep y cuarenta y ocho asociaciones más, en uno de los mayores respaldos a un tema, se han expresado sobre la necesidad de “evaluar objetivamente el desempeño, y de esta forma reconocer y valorar la carrera judicial, los méritos y la experiencia. Pero así mismo se debe procurar complementar con la selección de nuevos perfiles necesarios para un Estado de Derecho como garante de la seguridad jurídica que incentive la actividad económica y la iniciativa privada”.
Igual que el sector empresarial, el país espera que en esta oportunidad la selección de jueces no sólo traiga nuevos aires a la Suprema Corte, que lleve a ésta jueces independientes y capaces, que den al país la seguridad jurídica que necesitan estos tiempos.
Me gustaría ver en la Suprema a jueces con el perfil como el de Modesto Martínez Mejía, a quien no conozco, pero tiene la valentía, delante del Consejo Nacional de la Magistratura, de decir que a pesar de los avances los mayores desafíos están pendientes , como la mora judicial, el alto costo de la misma que evita que el pueblo pueda tener acceso a una justicia imparcial.
Pero donde fue muy claro es cuando dice “que el ciudadano que no cuente con alguien conectado con el poder no tendrá justicia, que los cargos se dan a los amigos, también admite que un espacio como el del Consejo Nacional de la Magistratura llena de esperanza de que se logre un proceso de renovación”.
Ojalá así sea, es el deseo no sólo del evaluado sino de la mayoría de la ciudadanía sensata, que tiene sus ilusiones en que un grupo de hombres y una mujer, encabezados por el Presidente de la República, nos dejen el mejor de los legados: jueces imparciales, capaces de impartir justicia sin amiguismos, sin inclinaciones políticas, sin temor a juzgar al que delinque y poner un freno al narcotráfico que permea nuestra sociedad.
Yo le diría al magistrado Martínez, que no sólo los que no tienen oportunidad de llegar a la justicia son objetos de fallos inexplicables. Recuerdo el caso de una jueza que juzgaba dos casos similares y emitió dos fallos diferentes.
¿Qué hacía la diferencia? En un caso, era un político que acusaba a un ciudadano de difamación. En el otro, a pesar del imputado haber admitido en algún momento haber expresado juicios que atentaban contra la buena honra del afectado, el fallo de la jueza pudo encajar perfectamente en uno de los famosos programas de la “Tremenda Corte” de Tres Patines. Pero como era un ciudadano contra un político, la jueza, por incapacidad o complicidad, prefirió, como el avestruz, esconder la cabeza.
Termino copiando el último párrafo del comunicado del Conep: “Este es el momento para impulsar una nueva ola de reformas a la justicia, la cual es fundamental para la seguridad jurídica y el desarrollo de nuestro país. Aspiramos a que las decisiones del Consejo Nacional de la Magistratura contribuyan a generar los cambios requeridos para revitalizar y fortalecer el sistema judicial”.