Si se midiera el nivel de insatisfacción ciudadana con los servicios que debe prestar o regular el Estado y se cuantificaran las expectativas que en cuanto a estos tiene la población, fuerza llegar a la conclusión de que se requerirían no solo cuantiosos recursos para mejorar la calidad y cantidad de servicios, sino rigurosos y eficaces mecanismos de control, fiscalización y sanciones, para que existiera la mayor correspondencia posible entre las sumas invertidas o gastadas y los resultados obtenidos.
Aunque los presupuestos del Estado han aumentado significativamente en los últimos 20 años recurriendo a financiamientos que nos han llevado a niveles de endeudamiento altamente preocupantes, y se han hecho obras para modernizar el país, así como se han llevado a cabo múltiples reformas para incrementar los impuestos y tratar de reducir la evasión, los niveles de desarrollo y de satisfacción de la población no han mejorado sustancialmente.
Y esto es así principalmente porque la mayoría percibe que la corrupción y la impunidad han provocado que buena parte de los recursos públicos, los que han ingresado al Estado vía los impuestos y los que nos hemos endeudado para obtenerlos, haya ido a parar a las arcas de funcionarios y políticos corruptos quienes a la luz de una simple auditoría visual de su antes y después, evidencian incrementos patrimoniales carentes de justificación.
Uno de los efectos producidos por la pandemia es que el rol del Estado ha debido expandirse para mitigar sus consecuencias que han ahondado las desigualdades, mediante programas de asistencia social como los que se hicieron en muchos países incluyendo el nuestro, debiendo asumir la cobertura de pruebas y atenciones de salud como ha sido el caso aquí, ante las cuestionables faltas de coberturas por parte de aseguradores privados que deberían ser remediadas a futuro, más el costo de las vacunas, todo lo cual ha incrementado los niveles de endeudamiento aquí y en casi todas partes.
Dentro de ese complicado panorama ha sido una señal de esperanza que la Procuraduría General de la República, finalmente liderada por alguien incuestionablemente independiente acompañada de un equipo capaz y responsable, haya empezado a desmontar parte de un engranaje corrupto enquistado en el aparato estatal con complicidades en diversos sectores de la sociedad, pero al mismo tiempo esto ha aumentado la irritación ciudadana y el sentimiento de para qué pagar más impuestos para que algunos se los roben.
Todos queremos educación de calidad, mayor seguridad ciudadana, un mejor sistema de salud, un transporte eficiente y menos costoso, un país en el que la carencia de agua potable y los apagones sean finalmente superados, un aparato judicial confiable, una distribución más equitativa de los recursos, un tráfico organizado, entre otras legítimas aspiraciones, pero no todos estamos dispuestos a hacer o dar lo que nos corresponde para que esto se haga realidad, porque hemos perdido la confianza de tanto que nos han defraudado, o somos implacables para pedir que la ley se cumpla para los otros, pero no para nosotros mismos y los nuestros, o resentimos que todos no seamos medidos con la misma vara, o porque hemos buscado soluciones personales a problemas colectivos aunque al final nos tropezamos con estos.
Estamos atrapados en el círculo vicioso de la insuficiencia de recursos para dar a la población lo que justamente reclama, y el hecho de que esta no está dispuesta a contribuir más por diversas razones, unas muy justificadas como las asimetrías, y lo cierto es que cada uno está acomodado con algo que no está dispuesto a que se lo quiten o reduzcan, sin que se piense en las consecuencias para todos de no hacerse los cambios.
Mientras no hagamos conciencia de que para resolver nuestros problemas indefectiblemente tiene que producirse un “toma y daca” colectivo en el que todos sin excepción demos y recibamos exactamente lo que nos corresponde, seguiremos postergando reformas estructurales poniendo parches, aumentando el endeudamiento, ahondando las frustraciones, elevando los peligros, alimentando los monstruos y alejando las soluciones. Ojalá lo comprendamos pronto.